Los planes del Gobierno de fundir y suprimir algunas oficinas gubernamentales es un mensaje de gran impacto de cosas que se ven muy bien desde un escritorio pero la realidad provocaría un desastre humano y financiero.
Suprimir o fundir dependencias gubernamentales de por sí suena muy bien por las aparentes economías presupuestarias de manera que broten más recursos para dedicarlos a obras de capital y fortalecer otras áreas debilitadas por lo pírrico de las asignaciones que ni siquiera alcanza para comprar papel higiénico.
Los temas de la cotidianidad capitaleña en casi todos los ambientes que se envanecen de estar bien informados con los aportes que el Gobierno con su acelerado programa de cambios y supresiones que atosigan por su volumen y urgencia de como se quieren llevar a cabo. Es como si fuera caña para el ingenio cuando la molienda de la caña y el azúcar producido era la espina dorsal de la economía dominicana en los años de las décadas del 50 y del 60 del siglo pasado.
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Ahora buscan reeditar esos procedimientos que no son de administración confiable, sino que aparenta ser un antojo presidencial de resolver los problemas tradicionales de la burocracia dominicana que se mantienen estancadas desde hace décadas con una burocracia acostumbrada a su clásica indolencia de no preocuparse y dejar que las dependencias oficiales funcionen a retazos con una dejadez que se refleja en las condiciones desastrosas del equipamiento gubernamental destruido donde lo único que sobra son las tuberías averiadas, sistemas eléctricos que no funcionan y sistemas sanitarios con sus aguas cloacales aflorando a las superficies y circulando por donde transitan las personas, además de la desembozada corrupción.
Rehacer las estructuras de las instalaciones oficiales es necesario e impostergable partir desde cero por el grado de deterioro en que se encuentran. Cada vez los empleados en su desidia aplican la táctica de provocar más daños a lo que ya no sirve. Tan solo se salva de ese nivel de descuido de mantenimiento las instalaciones eléctricas, sanitarias y de pintura los despachos de los altos ejecutivos donde sus instalaciones de servicios se mantienen en buen estado por un acrisolado mantenimiento.
Es necesario ajustar a la realidad el gigantismo burocrático y llevarlo a la lógica de unas dimensiones apropiadas y ajustadas para servir a una estructura de acuerdo a la realidad en que la abundancia de botellas se pueda reducir al mínimo y las que perduren son las que por razones políticas es necesario conservarlas o crearlas para mantener apaciguados a los que con espíritu levantisco, que no se ven beneficiados con un cargo público, se tornan perturbadores con una queja permanente que impiden un buen funcionamiento de las dependencias reorganizadas en su gasto.
Por el tipo de burocracia que maneja los hilos del Gobierno es necesario que el país mantenga los ojos bien abiertos para evitar errores ya que a la hora que se cometan errores muy graves si se pretende implementar las decisiones tomadas sin mucha consulta y sería una aplicación de dudosa eficacia tal como se cree que ocurriría con la innecesaria reforma de leyes.
De todas maneras es el Gobierno que Abinader lo quería ejercer con un dominio absoluto de las cámaras y la oposición nada que ofrecer, aparte de sus acostumbradas críticas que siguen el mismo libreto desde la década del 70 del siglo pasado.