Arte Barceló 2004, la segunda edición de un evento con futuro

Arte Barceló 2004, la segunda edición de un evento con futuro

Cuando en el 2003 se presentó por primera vez la exposición en el Hotel Lina, fue un acontecimiento. Si bien es cierto que el nombre de Barceló estuvo asociado al arte, en el mismo lugar, a través de un concurso de pintura auspiciado por la Fundación Barceló con sede en Palma de Mallorca, varios años después el contexto, la organización y el patrocinio han variado. Es una actividad local, que se ha realizado gracias a los esfuerzos conjuntos de la Asociación de Galerías de Arte (AGA) –presidida por Mildred Canahuate, -de críticos de arte –Carlos Acero y Amable López Meléndez- y de decenas de artistas que son los expositores.

Como suele suceder en el sector privado –y cada vez más en el público-, el interés y la generosidad de una entidad patrocinadora –aquí dedicada al turismo y encabezada por Bartolomé Mas-, ha permitido la ejecución del proyecto. O sea que cuatro tipos de acciones –administración, curaduría, creatividad, mecenazgo– se han compenetrado para culminar en un éxito rotundo, atrayendo a millares de personas durante seis días. Quienes han asistido a las dos ediciones de Arte Barceló, ven la consolidación de una iniciativa que se proyecta hacia el futuro y contribuye al fomento del arte contemporáneo.

Los avances de 2004

El cambio favorable se anunció desde el vestíbulo del hotel por la calidad de los cuadros colgados, pero fue, en el umbral del segundo piso, dedicado a la “Feria de Arte Barceló/ Nuevas propuestas”, que imediatamente percibimos el avance de la manifestación artística. Reinan el orden, la claridad, la pulcritud. El visitante se siente estimulado a seguir adelante, a disfrutar habitación por habitación, una realización colectiva o individual. Colectiva si se trata de exposiciones de cuadros y esculturas, representados por una galería (hubo cinco: Arawak, de Bodden, El Espacio, Guernica, Orus). Individual si son instalaciones concebidas por un artista, muy pocas veces dos, como es el caso del aposento “ocupado” por Rosalba Hernández y el cuarto de baño por Evelyn Lima.

Debemos mencionar igualmente la nitidez del pasillo. Las pinturas, de estética dudosa y desigual, han sido sustituidas por buenas fotografías, cuyos autores gozan de alta reputación –Mariano Hernández a la cabeza- o todavía en el albor de la notoriedad. Ahora bien, el ambiente concentra la atención sobre las instalaciones, y la riqueza de la muestra es tal que varias visitas se necesitarían, con una especial para la fotografía.

Externaríamos una observación similar al respecto de las representaciones de galerías de arte. A pesar del título de “Feria de Arte” y el papel organizativo de la AGA, aunque hay interesantes dibujos (sobre todo), pinturas y esculturas, esos se pierden en las respectivas habitaciones por el número de las obras y de los autores. Nos parece que el año pasado, con la presencia amena y activa de José Cestero, se hizo una propuesta, que animaba el ambiente, propiciaba el diálogo y favorecía paradójicamente la contemplación de las piezas expuestas. La sola exhibición de cuadros no convence, ¡pero es difícil pedir a la Asociación organizadora que se abstenga de ofrecer un pequeño panorama de su dedicación profesional!

No cabe duda de que las instalaciones monopolizan la atención, cuando no la creatividad, y que los espacios entregados favorecen esa categoría artística y el despliegue de sus tres dimensiones.

Fiesta de instalaciones

“Arte Barceló 2004” es la manifestación que más se adecúa en Santo Domingo con la definición genuina de una instalación, la cual en principio debe partir de un lugar determinado en superficie, forma y condiciones ambientales, para que el artista conciba un entorno e “instale” allí, según el espacio atribuido, los diferentes elementos de su obra. La habitación y el cuarto de baño –cuyo uso podía descartarse- permiten y aun exigen la individualidad creativa. Por otra parte, el espectador no sufre los inconvenientes de la vecindad de dos obras contrastantes, aisla su contemplación y obligatoriamente penetra en la estructura propuesta. Hay una participación activa, particularmente sensible y hasta requerida, así en el multicolor “Silicon boli” de Johnny Bonnelly.

Si bien notamos en el 2003 más fantasía y variedad, se aprecia en esta edición una mayor y mejor disposición espacial, acorde con el orden reinante en toda la exposición. Una de las grandes cualidades de la instalación consiste en invitar el creador a un compromiso ideológico, social, cultural, no solamente a la materialización de sus impulsos imaginarios y a una inspiración gratuita.

La situación de crisis y la actualidad vivida en el país –y a veces en el mundo- se perciben. Domina una expresión dramática, que a veces llega a lo trágico, y pocas son las obras que divierten francamente y aligeran la tensión psicológica. Nuevamente citaremos a Johnny Bonnelly, con sus vejigas en movimiento. Sin embargo, se descartaron en el 2004 los temas de la guerra y de la ecología, tan frecuentes en obras comprometidas. Críticos, los creadores plásticos no evaden los problemas locales que nutren la prensa y atormentan las mentes ciudadanas –como la violencia en contra de la mujer, según “Tiro al blanco” de Rosalba Hernández y “Lávate las manos” de Evelyn Lima-.

Por otra parte hay una utilización, generalmente ingeniosa, de los objetos intervenidos o no y de la iluminación, como signos y símbolos de una cotidianidad perturbante, así habitaciones e instrumentación, referentes a clínicas y condición del enfermo –mencionemos “En espera de la fiesta fúnebre” de Raúl Morillo o “Levitación a lo febril de la luna” (título algo extraño) de Ernesto Rodríguez–.

Como era de esperar, comprobamos el uso frecuente del video (nos obstinamos en mantener la palabra en masculino), que se apropia la obra como en la obsesiva video-instalación “Exploratorio” de Pascal Meccariello, así como “Sueño de Asfalto de Limber Vilorio”, sino el más interesante como en “Potasa” de Giselle Fiallo y Sahira Fontana, y “American Beauty” de Monica Ferreras. La videomanía nos acecha…

En cuanto a la cama, inevitable en una habitación hotelera, (algunas veces la eliminaron –por ejemplo la fluorescente“Lukida” de Michael Canahuate, el psicológico “Quien es quien” de Luisa Dueñas, o “Atlantes de Marcelo Ferder-) suele alcanzar una importancia fundamental, no siempre feliz o soporte de proporción exagerada. Ese mueble llegó a desplazar la auténtica creatividad del artista, como sucedió para Ernesto Rodríguez y aun Limbert Vilorio.

Debemos destacar la excelente instalación de Tony Capellán,“Para Dormir tranquilo” siendo la cama estructura única, cubierta por un mosquitero, “estampado de condones”, en el linaje concientizador del artista acerca del sida. Respecto a Belkis Ramírez, todas las lecturas se permiten ante ese lecho vacío e inmaculado, que contrasta con las visualmente suculentas paletas gigantes, colocadas en el cuarto de baño.

La obra más indignada, dura y relacionada con la actualidad, fue la doble instalación de Rosalba Hernández y Evelyn Lima. Las grandes fotografías del horror, mujeres asesinadas y torturadas bárbaramente, provocaron emoción y repulsa, pero se justifican. De Rosalba arma palabras, cuerpo trazado en el piso –que recuerda un trabajo de Jorge Pineda-, así como las toallas experimentales y heridas de Evelyn fueron impactantes aportes, que no consideramos panfletarios.

En el campo de la ingeniosidad y la inventiva, aparte del juego colectivo que provoca Johnny Bonnelly, citaremos los taburetes barrocos del “bar” de Cayuco –muy superior este año-, verdaderos muebles de colección, y los simpáticos personajes-columnas de Marcelo Ferder, cajas de cartón apiladas, óptimo ejemplo de la instalación que, casi sin costo, se puede realizar en cualquier parte, con elementos siempre disponibles.

El espacio nos falta para más comentarios de esta fiesta-feria del arte. Queremos finalizar con un aplauso a Bartolomé Mas, Mildred Canahuate, Carlos Acero, Amable López Meléndez y a cada uno de los artistas participantes.

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