Arte contemporáneo del Caribe, circulación… internacional

Arte contemporáneo del Caribe, circulación…  internacional

Las clases que estamos impartiendo durante el mes de febrero y marzo 2020, a los estudiantes de maestría en Artes de la Uasd, nos han puesto a reorganizar una memoria dialéctica y didáctica de la circulación de las artes contemporáneas del Caribe en los veinte últimos años, pero también investigando sobre los puntos que le dieron la energía a la dinámica de la producción internacional de las artes producidas en el Caribe.
Tuvimos la oportunidad por más de doce años de trabajar como asistente del presidente de la Fundación de los ACP, para los asuntos artísticos y culturales, de esta experiencia podemos recordar el trabajo que compartimos con María Lluisa Borrás y Antonio Zaya en todo un proyecto que proyectó el arte contemporáneo del Caribe insular bajo el concepto …Exclusión, fragmentación y paraíso, revelando la madurez alcanzada por la contemporaneidad de las artes del Caribe, en su proceso postcolonial. En el catálogo se daban la mano el conjunto de los artistas de todo el Caribe insular, con una historia propia, isla por isla, y con todas la incidencias en las convocatorias nacionales e internacionales de las artes en 1996. Para nosotros, este trabajo y colaboración con Antonio Zayas y María Lluisa Borrás, significó el primer intento investigativo de la contemporaneidad caribeña, con carácter casi razonado y catalogado que ofreció y sigue ofreciendo un documento analítico autorizado.
Se tomaron en cuenta la producción artistica desde el prisma de las diásporas y las grandes concentraciones en el mismo CARIBE, como la Bienal de La Habana, pero también el Fetival Internacional de la Pintura de Cagnes sur mer, que en sus comemoraciones de los 150 años de abolición de la esclavitud evidencia la pintura del Caribe en su dimensión propia, con un carácter de referente sincrético, observación fundamental que reconoce las técnicas mixtas de la pintura contemporánea del Caribe con ingredientes mixtos y propios al entorno geográfico cultural, para una poética visual entre sueños mitológicos afrocaribeños , pero también taínos amerindios, lo que permitió reconocer obras envueltas en este sincretismo plástico como es el caso de Moisés Finalé, Mnuel Mendive, Belkys Ayón, José Bedia, todos cubanos cuyas obras han trascendido con su referente mitológico yoruba, alcanzando una gran resonancia en las convocatorias internacionales .
Los dominicanos Julio Valdez, José Castillo, ganadores del Premio de pintura de Cagnes sur mer, evidenciaron en sus obras una fusión mitológica y de signos tainos caribeños que responden con dominadas facturas a esa especificidad de la pintura con referente sincrético.
No podemos dejar de valorar la importancia y trascendencia que tuvo la Bienal de la Habana y que sigue teniendo en su capacidad de inventariar, identificar y promover lo más actual de las artes en el Caribe, sin que importe la condición insular y lingüística. El trabajo por muchas décadas de todo el equipo de la Bienal cubana ha permitido a los artistas del Caribe tener casa propia, espacio propio y libertad de sujeto y factura. A partir de los noventa, con y por encima de las limitaciones del período especial. La Bienal de La Habana ha sido para todos los artistas caribeños una ventana abierta, donde acudieron los mayores investigadores, especialistas, columnistas, curadores y críticos, que han incidido luego en la internacionalización del arte contemporáneo de todo el Caribe. Recordamos que en 1994, el curador del Museo Ludwig, visitó la Quinta Bienal de la Habana, lo que supuso una gran apertura con los artistas para invitarlos al Ludwig y establecer intercambios y residencias en Alemania. Es indiscutible que en los años noventa, Europa abrió las puertas de la curiosidad por el Caribe, con un trasfondo de culpabilidad frente al imperio de actitudes todavía postcoloniales por parte de las exmetrópolis. 1992 fue un año de grandes sacudidas. Occidente tuvo que oír el balance crítico e histórico de América frente al colonialismo.
La exposición Universal de Sevilla de 1992, en su pabellón de América, mantuvo durante tres meses la presencia artística del Caribe, con una colectiva de artistas de Cuba, Haití, República Dominicana, con el propósito de evidenciar una identidad artística en sus giros contemporáneos, sobre todo en la pintura, pero también contando con la diversidad en las instalaciones. Este evento, que comisariamos y curamos bajo el título “Memoria Insular”, llamaba a evidenciar las obras de artistas que convocan la tradición con la modernidad, como es el caso de la haitiana Barbara Prézeau Stephenso y del dominicano José Castillo. Participación de los artistas en las Ferias, salones, bienales, trienales, internacionales que cumplen con la constancia y la fidelidad a la producción artística desde las islas y son referentes insoslayables. Debemos señalar que en muchos casos, por no decir en la mayoría de los casos, nuestros artistas invierten ellos mismos en la promoción y en la movilidad internacional, con esfuerzo y sacrificio. Recuerdo con mucho respeto, admiración y cariño, los años de Marcos Lora Read en Europa, precisamente en Holanda, portador de su propia propuesta y trabajador incansable para llegarle al público holandés, aquí me consta evidenciar todo el camino recorrido por este artista para estar presente en el mundo con sentido de la confrontación y de la medición que significa exponerse a la medida de la crítica internacional, lo que Marcos Lora Read supo llevar con agilidad y responsabilidad individual, asumiendo todos los retos, pero hoy es un artista dominicano que cuenta en el mundo. Como así sucede con José García Cordero, portador de una imagen propia, que rompe con la idea de un caribe paraíso, pero no despojado de humor e inteligencia. Su obra fecunda un mundo visual y estético que se mide por una lectura crítica y social del ambiente político existencial, con una figuración ácida de la realidad caribeña, envuelta entre denuncia, asombro, risas y espanto. García Cordero domina una factura y un discurso único que hacen de él el mayor cronista visual de la sociedad contemporánea dominicana.
Desde New York, contamos con una comunidad caribeña de artistas muy activos que convergen cada tres años en la Triennal del Bronx, dirigida por Alexis Mendoza, en la que participan artistas residentes en la ciudad como Moses Ros, Ezequiel Taveras, Scheherezade García, Pepe Coronado, sin dejar de integrar a artistas de las islas como en la mas reciente versión, invitando a Iris Pérez.
Queremos recordar que si durante veinte años entre 1992 y el 2000, la producción artística del Caribe se posicionó en el mundo gracias y a través de convocatorias internacionales que pasaron por Madrid, Berlin, París, Bruselas, Londres, Copenhague, no es menos cierto que de manera individual y por iniciativa responsable y valiente muchos artistas con atrevimiento y generosidad implicaron sus vidas y sus destinos para entregarle al mundo lo mejor de sus imaginarios, y aquí no podemos soslayar los aportes de Hervé Télémaque, Vicente Pimentel, José Bedia, Edouard Duval Carrié, Agustin Cárdenas, Zaida del Río, Tomás Sánchez, Matorell, Ballester, Breleur, Helenon, Thomarel, Cuevas, Montilla, todos significativos maestros que se enfrentaron al mercado internacional siempre con el sello de identidad de su origen caribeño.

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