Arte contemporáneo dominicano en el BID

Arte contemporáneo dominicano en el BID

El Banco Interamericano de Desarrollo, prestigioso y poderoso organismo económico para el hemisferio, cuenta con un Centro Cultural, muy dinámico y selectivo en sus actividades, demostrando así la alta calidad y diversidad de la creación artística en las Américas.

Su coordinador general y curador es el importante artista colombiano Felix Angel, que antes había dirigido el Museo de la OEA, y deja a todos impresionados por la amplitud de una excelente programación.

Las artes visuales juegan un papel muy relevante entre las propuestas culturales, y una Galería, con varios espacios, acoge exposiciones de los países miembros, estrictamente escogidas en autores como en obras. El local es particularmente accesible, la entrada gratuita, el hermoso catálogo ofrecido a todos los visitantes interesados.

Hace once años, se celebró allí una exposición dominicana de arte y artesanía, con carácter histórico, “Misterio y Misticismo en el Arte Dominicano”, curada por el propio Félix Angel. Recordamos, como si fuera ayer,  la fuerza de esa muestra, excelentemente museografiada, que causó conmoción, pues apenas se conocían la capacidad creativa – plástica y popular – ni aun las riquezas precolombinas de nuestro país.

 La exposición 2008 .  “Adentro y Afuera”, “Tendencias recientes en el arte dominicano”, se intitula la actual exposición colectiva de ocho artistas, con el privilegio de una duración de dos meses y medio.

 El evento tiene varios rasgos distintivos. La selección se realizó a dos grados, propuesta y admisión – inicialmente el Centro Cultural recibió más de 30 postulaciones-.

Se eligió el arte contemporáneo, o sea propuestas de avanzada, quebrando el molde de un estereotipo tradicional. Casualmente, ya que no fue intencional, participan cuatro artistas trabajando y viviendo en Santo Domingo – Polibio Díaz, Fausto Ortiz, Gerard Ellis, Mónica Ferreras-, cuatro trabajando y viviendo en el exterior – Radhamés Mejía, Inés Tolentino, Julio Valdez y Limber Vilorio-.

Se comprueba que, respecto a la identidad cultural, no existe diferencia entre los expositores.

Estos artistas de la diáspora –trátese de España, Francia o Estados Unidos- mantienen en sus obras la impronta dominicana y antillana – geografía, religiosidad, antropología- tanto y a veces más que los de “adentro”: el apego al lar natal y la memoria se hacen naturalmente apremiantes, por cierto una característica casi común a todos los de “afuera”.

Luego, a pesar de la gran diversidad estilística entre los ocho, hay un diálogo, visual y conceptual, a varias voces. La selección ha optado por una estética rigurosa de la imagen –que corresponde al arte dominicano  en  toda su trayectoria-, y ha preferido las categorías de pintura, dibujo y fotografía, que no son solamente las más frecuentes sino las de mayor calidad, para una visión conjunta y representativa de la creación nacional.

Los artistas. Entramos a la galería y seguimos el circuito propuesto por una magnífica museografía, dispuesta en base a la cantidad de obras, a sus dimensiones, a los respectivos aspectos formales y cromáticos.

Grandes  expositores criollos

Las telas de Mónica Ferreras recorren su laberinto interior, donde cada corporeidad y elemento de la personalidad está vinculado al otro en caminos de colores, mientras su video proyecta el inexorable encierro doméstico de la condición femenina.

Los grandes lienzos de Julio Valdez sumergen al hombre caribeño, autorretrato anónimo, en un mar agitado y habitado: agua o banano, el mensaje es igual. 

La horizontalidad de las golpeantes fotos de Polibio Díaz despliega vivienda y vivencias populares, una fiesta de ritmos, cuerpos y abigarramientos, entre consumismo y tradiciones, donde se perfilan erotismo y machismo.

Radhamés Mejía sigue inconfundible en su iconografía antropológica, magistral en diseño y color, en fragmentación y recomposición. 

Inés Tolentino borda el lienzo, volviendo aparentemente a un oficio femenino de siempre, pero totalizante en sus signos. Ella suma escritura, pintura y dibujo, rezos dominicanos y violencias del corazón, la globalización y la guerra.

Abandonando a los perros, Gerard Ellis se aferra a la “vida perra”. La serpiente, real y simbólicamente, acosa al hombre y lo amordaza, evocador de una segunda edad media y del pecado.

Los carros accidentados, distorsionados, desbaratados de Limber Vilorio se caen al mar, vuelan en pedazos. Más allá de un potencial descriptivo.

¿Son las criaturas vivas ya sombras en un mundo luchando para preservar sus señales y sus signos? Así lo expresa la  fotografía de Fausto Ortiz.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas