ARTE CONTEMPORÁNEO
El mercado del arte

<STRONG>ARTE CONTEMPORÁNEO<BR></STRONG>El mercado del arte

El arte moderno vive hoy el mejor momento de su historia. Y no es sólo porque  Damien Hirst (1965), considerado el artista contemporáneo más rico del mundo, haya sido capaz de crear y vender el año pasado una calavera de platino y diamantes por la fabulosa cifra de 63 millones de euros.

Las subastas de arte moderno y contemporáneo celebradas a principios de mayo del 2010 en la ciudad de Nueva York recaudaron más de 550 millones de dólares, con obras de Picasso, Matisse y Giacometti, encabezando unas pujas multimillonarias  que reafirman el “estado de buena salud” de que goza el mercado del arte a nivel global tras los efectos dañinos de la crisis económica que en algunas “capitales del dinero” se extendió hasta mediados del 2009.

El optimismo de los coleccionistas, inversores y amantes del arte crece en todo el mundo a ritmo vertiginoso. Y tal parece que estas personas e instancias quieren enviarnos un mensaje bien claro: el arte se posiciona como activo único, independizándose de los ciclos económicos y adquiriendo una fortaleza estructural similar a la del franco suizo, los diamantes o el oro. El arte es hoy un refugio financiero sólido, así que ¿por cuáles razones habría que tener miedo a gastar dinero en arte si la ocasión lo amerita?.

Si quieren comprobar, observen las millonarias cifras que se gastaron algunos “amantes” del arte en Christie’s y Sotheby’s que, ya en sus primeras subastas de primavera del 2010, lograban triplicar sus ventas con respecto a los resultados del año anterior. Christie’s logró vender más de 360 millones de dólares en obras de arte impresionista y moderno, frente a los 102,7 millones de  mayo del 2009. Desde luego, estos resultados incluían el nuevo precio récord para una obra de arte vendida en subasta, establecido por la pintura al  óleo sobre tela titulada “Desnudo, hojas verdes y busto”, ejecutada por Picasso en 1932 y adquirido por un coleccionista anónimo en 106.5 millones de dólares.

Desde el 2009, el “oxigeno” y las ganancias alientan las más importantes ferias de arte de Europa, Asia, Estados Unidos y América Latina, tales como Art Basel (Suiza/Miami), FIAC (París), The Armory Show  (Nueva York), Art Shanghái, Art Miami, NADA, Scope, Pulse, Art Asia,  Arteaméricas, Pinta NY, Art Chicago, Maco (México) y FIBA (Buenos Aires). Así que, entre regateos y consultas, el proceso de recuperación de la economía global a ritmo sostenido favorece la opción de los compradores de arte verdaderamente apasionados, avisados y decidido.

Algunos de estos apasionados, estoy seguro, quisieran apurar mi “descenso” al mismo medio del caótico remolino  de “lo que está pasando en Santo Domingo con el arte”, mientras la economía y el mercado a nivel global recuperan frenéticamente fuerzas y forma. Pues bien, la verdad es que hoy día quizás no sea tan sencillo -jamás lo fue-precisar “objetivamente” sobre la “favorable, expansiva y compleja situación actual” del mercado del arte en la República Dominicana-. Otra verdad es que en la conciencia de mucha gente del mundillo artístico nacional rondan siempre los mismos fantasmas, trastornos, alucinaciones e interrogantes.

Hace unos años, Mildred Canahuate, Presidenta de la Asociación de Galerías-AGA-, en respuesta a un cuestionamiento sobre el notable auge de “tiendas de enmarcado y venta de cuadros”, “art dealer” y  marchantes de arte independientes, aclaraba: “te digo que, más que una gran explosión, lo que estamos viendo es un tímido esplendor en el ambiente y en el mercado de arte dominicano. Un tímido esplendor, un panorama de nuevas expectativas, después de los últimos cuatro años de oscuridad total”.

Aunque en el último lustro los artistas dominicanos  y sus producciones se multiplican y expanden considerablemente, solo unas pocas galerías resisten y logran consistencia en medio de un mercado de  arte que  es territorio nebuloso y movedizo. Galerías como Arawak, Mesa Fine Art, Bodden, Guernica, Arte Berri, District & Co, y Arte San Ramón, desarrollan programas de reactivación en conjunto, tales como el “Circuito de Galerías”, exposiciones temáticas de alto nivel o los programas educativos y de asesorías para coleccionistas y amantes del arte. En esta etapa, varias galerías abrieron y cerraron uno o dos años más tarde. Hoy día, la única galería de arte dominicana de prestigio es la de Lyle O. Reitzel y esto se debe a que mantiene una “línea” representativa en su cartera de artistas y a su constante presencia en las principales ferias de arte del continente americano.

Galerista veterano y exitoso a nivel internacional, Ranier Sebelen sostiene que en la actualidad el mercado del arte local se caracteriza por la informalidad o desorganización: “La situación de los precios es inestable. Es irreal. Hay sobrevaluación y subvaluación en las cotizaciones. Aunque estos problemas complican la situación, se podrían resolver y garantizar la inversión. Ahora bien, el mercado informal es importante. Aquí se realizan transacciones diarias de millones de pesos con obras de arte. La obra de arte se acepta como dación de pago en todos los niveles sociales. Se pagan propiedades de lujos, tarjetas de créditos, vehículos de todo tipo, bienes raíces, deudas personales, electrodomésticos, tickets de avión, prendas. Esto quiere decir que la obra de arte tiene valor monetario, como si fuera una tarjeta de crédito, lo único es que no paga intereses. Naturalmente hay una distorsión porque mucha gente improvisa”.

Un fenómeno que preocupa profundamente a Sebelén es la proliferación de falsificaciones de obras de los grandes artistas dominicanos fallecidos y de otros tantos consagrados como Gilberto Hernández Ortega, Jaime Colson, Eligio Pichardo, Eugenio Fernández Granell, Yoryi Morel, Ramírez Conde, Paul Giudicelli, Clara Ledesma, Vela Zanetti, Ramón Oviedo, Guillo Pérez, Dionisio Blanco, Cándido Bidó, Alberto Ulloa o Jorge Severino. “Muchos coleccionistas reconocidos y otros nuevos amantes del arte dominicano  han adquirido obras totalmente falsas”, afirma con seguridad. 

El problema de las falsificaciones adquiere suma importancia también para los pripios artistas, galeristas, coleccionistas, historiadores, especialistas y promotores de la plástica dominicana contemporánea. Tal como advierte Juan José Mesa, Secretario de AGA: “La falsificación de obras de arte se ha convertido en un negocio lucrativo en la República Dominicana.  Obras falsas como una especie de plaga se extienden a lo largo de todo el país, a punto de tambalear el negocio del arte, colocando a los propios artistas y los  galeristas  contra la pared; quienes no sólo recibieron una estocada con los precios de comercialización, sino, que no les quedó más alternativa que enfrentarlos  poniendo  en orden toda  la documentación sobre el origen de las obras que comercializan.  ¡Se deja engañar el que quiere! Las galerías, en su mayoría afiliadas a la Asociación de Galerías de Arte (AGA), están en capacidad de ofrecer garantías de todo cuanto en ellas se expone”.

Y agrega el director de Mesa Fine Art que “Afortunadamente, resulta sumamente difícil hacer una falsificación que sea convincente a medias. Si bien presenta muchas dificultades el hecho de imitar el estilo de otra persona, todavía más difícil es  tratar  de hacerlo utilizando el mismo tipo de materiales para que resista un examen científico. Por eso, la mayoría de las falsificaciones no logran engañar ni siquiera a un aficionado dotado de un conocimiento imperfecto de la obra del artista en cuestión”.

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