ARTE CONTEMPORÁNEO
Félix Bonilla Gerena

<STRONG>ARTE CONTEMPORÁNEO<BR></STRONG>Félix Bonilla Gerena

En el linaje de los propiciadores de la penúltima metamorfosis del cuerpo, el signo y el paisaje en la pintura puertorriqueña contemporánea se inscribe Félix Bonilla Gerena (1968), materializando “graciosamente” sus intimas visiones de la  naturaleza,  la figura y la energía femeninas desde los  terribles y “ deliciosos”  dominios del deseo: sus enigmáticas pulsiones y cristalinas otredades.

Egresado de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña en el 1992, este mismo año realiza su primer viaje de estudios a los Estados Unidos, México y Venezuela. En el Museo de Arte Moderno de Caracas le impactan especialmente los dibujos al carbón y la sanguina sobre “tela  cruda” de Fernando Botero al mismo tiempo que comparte taller con el artista venezolano Pablo Gustavo.

En las cálidas y reactivas transparencias de su serie  “Sobre el Cuerpo del Delito” (2002-2006) desandamos el fascinante y efímero laberinto de la femineidad y lo mismo sucede  ante su “cuerpo pictórico”, transfigurado mediante un gestual “delictivamente” pasional. Como fuente sublime y absoluta del placer creador. Pasión que desemboca en la insinuación del paisaje. Paisaje fictivo, donde las palmeras se han estilizado al máximo mediante una caligrafía abstracta y una policromía que arden  como espléndidas cifras del azar y la sensibilidad.

Para Félix Bonilla Gerena la práctica pictórica implica un grado de locura irremediable: “Como los números. El cuadro siempre esta vacío, siempre te pide más y cuando te detienes, entonces ahí es que surge la locura. Pero eso sólo lo vas  a sentir cuando sientas y asumas la pintura como cuerpo. Y para mí, asumir la pintura como cuerpo es divertirme pintando, disfrutar el placer de pintar. Pasar a ser color, movimiento, dilución, expresión y sentimiento”.

Cuando se trata de vivir y de crear, Bonilla Gerena asume la mística del “Surfer”. 

Desde hace casi una década vive en Isabela, muy cerca de la playa de La Bajura-en el oeste de Puerto Rico-, donde absorbe el delicioso retroalimento de los rayos solares y las azules transparencia del Mar de los Caribes.

El energético oleaje, el sol calcinante, la  nitidez  del aire y el resplandor de la foresta de la isla y hasta los inefables monólogos o “fábulas del vicio” de su vecino Papo Pínguilis- alucinado performer del “Surfing extramarino-”, con quien  solía sortear y “surfear” las añagazas de lo real sobre las altas “mareas” del delirio y desde los inestables resquicios del nonsense.

“Flores, flores como barómetros, un elemento igual para acentuar diferencias de cuadro a cuadro.  Flores tan lineales y planas como sus letras, hechas de surco y rebaba en la pintura, como raspador en plancha de intaglio.  Flores dibujadas en un negro chorreado de pincel voluptuoso.  Flores como gesto luminoso de pigmento, en una noche de azules, como una vulva súbita de súbito deseo.  Las flores se transforman en cuerpos, los cuerpos tiene flores, los cuerpos son flores, los que desean esos cuerpos son ojos, cuerpos ellos y flores en sí…(1).

“¿Y qué es lo que ilustra en sí?  El pintor deja plasmada una misma mujer, a las mil manifestaciones de la cónyuge, con la inocente voluptuosidad de esa esencia campesina de un Chagall que recuerda su villa desde el lecho en París que comparte con su esposa, de lecho a lecho.  Con una sutileza de sabio viejo que puede contradecir, pero no negar ni excluir al niño que nace a cada salto del deseo.  Y como donde el ruso deja besos y amadas, tiene floreros puestos (icono de cotidianeidad amada) el puertorriqueño, con una hipérbole de colores, con un protagonismo mayor al limitado uso y espacio en el otro caso, sin nostalgias borrosas y en presente tan suavemente violento, presenta flores que copan todo el espacio, que marcan su imperio, que son el deseo, flores que incluyen entre ellas a un cuerpo de mujer y la crónica; el diario, la bitácora del pintor ante él”…(2).

Luego de asumir el proceso curatorial de su retrospectiva de mitad de carrera: Museo de Arte de Caguas, Puerto Rico(2004)/Museo de Arte Moderno, República Dominicana(2007) y ante la frescura progresiva registrada en una serie de obras incluidas en su muestra titulada “soleadas”, Puerto Rico Fine Arts Gallery, Ponce, Puerto Rico(2009),  no me resulta  difícil reafirmar que-además de la celebración del sentido de la tierra-, en el fondo, de lo que tratan  las pinturas recientes de Félix Bonilla Gerena es sobre la paradoja de sus vínculos “transparentes” con la naturaleza, el Eros y las tensiones espirituales radicales del presente. Con los antiguos y nuevos ritos de la especie: transparencias de la físis, espejos de los mixtificados rituales de la sensualidad y la seducción.

De su producción pictórica facturada durante  2007/08/09 se puede extraer un conjunto de obras  resistentes de notable importancia, tales como algunas de las series que podríamos titular “Persistencia de La Bajura”, “Deseos del Paraíso” y “Damas de honor frente al mar”. En estos trabajos, el artista puertorriqueño continúa profundizando su abordaje del tema de la mujer como “representación” de un ideal,  de un concepto cultural controversial y clave de nuestro tiempo.

Pero, en estas pinturas recientes las referencias a la cuestión femenina no conllevan una carga ideológica ni positiva ni negativa. Se trata, más bien, de una celebración sobre los signos de la lucidez y de la ironía. Lo que si nos permiten de manera efectiva e inmediata es la confrontación de un momento creativo sumamente especial en el que Bonilla Gerena nos lleva a disfrutar con mayor libertad e intensidad sus juegos de planos, contrapuntos y contrastes cromáticos; gestos, líneas, movimientos, indicios y espléndidas transparencias, así como los inestables efectos de la reactividad de la superficie, de la energía vital de su materia pictórica.

Notas 1 y 2. Félix Belguetti: “El cuerpo del delito- Félix Bonilla Gerena y las espirales íntimas del amor cotidiano-”. En Rojo, sección cultural del semanario Claridad, pg.29, San Juan, Puerto Rico, 11-17, septiembre, 2003.

En síntesis

Un presente que se mueve…

Con estudios en Puerto Rico, México, Estados Unidos y Venezuela, e influenciado por los dibujos de Fernando Botero, Félix Bonilla Gerena crea su obra desde el azul intenso del Mar Caribe que lo mira pintar en su casa de La Bajura,  al Oeste de la Isla del Encanto. Desde allí,  recrea sus sueños, reales o ficticios y los comparte a través de su arte.

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