Arte Contemporáneo
Héctor Ledesma en Museo Casas Reales

<STRONG>Arte Contemporáneo<BR></STRONG>Héctor Ledesma en Museo Casas Reales

Desde hace más de una década, Héctor Ledesma (1967) accede al diálogo del artworld con una  actitud rebelde,  autoexigente e imperturbablemente proactiva, logrando exponer su obra con frecuencia en importantes centros culturales y ferias de arte contemporáneo del Caribe, América Latina, Europa y los  Estados Unidos. Esta intensa actividad expositiva ha determinado que  su proceso creador y los efectos estéticos más depurados que del mismo resultan, sean hoy  objeto de un creciente interés por parte de exigentes galerías, museos, coleccionistas, curadores y críticos de arte, tanto en la República dominicana como en el extranjero.

Desde el 17 hasta el 31 de marzo, el Museo de las Casas Reales acoge un resistente extracto de su más reciente serie pictórica, titulada “Enjoy the Silence” (2007-08), desarrollada en su estudio de Boston, Massachussets, donde reside y trabaja desde el 2006. Y, precisamente,  ha sido el silencio la clave que me ha permitido estar atento y reconocer objetivamente su proceso evolutivo, desde su despunte  hacia principios de la década de los 90 con una estética y una paisajística estructuralmente “frágiles”, pasando por etapas creativas de afanosa búsqueda diferenciadora con trabajos como los de sus series “Caribbean Queen” (1998) y “Ecocaribe” (2000)- hasta las autoreflexivas, sombrías y “nebulosas” imágenes de “Truths and Lies”(2004-2006).

Como artista y ser humano, Héctor Ledesma es un verdadero prototipo del siglo XXl: nómada, urbano, persistente, intuitivo, curioso, hipermimético, portador de esencias. Ha vivido largas temporadas en ciudades como Madrid, Nueva York,  Boston,  Miami y Barcelona, pero siempre retorna a sus cálidas, luminosas y transparentes fuentes espirituales caribeñas.

En Madrid (1992-97), Ledesma se dedicó al estudio de la obra de los grandes maestros de la pintura europea de los siglos XVl, XVll, XVlll, XlX y XX, especialmente Rafael, Velázquez, El Greco, Rubens, Goya y Picasso. También aprovechó para profundizar in situ sobre las raíces y ramificaciones del Cubismo, del arte abstracto y de las vanguardias de posguerra.

A partir de su experiencia directa con el arte universal, el joven artista dominicano  se divierte con la cita y hasta con la apropiación desmitificadora. Esos coqueteos con lo mejor de la tradición artística representativa occidental delataban su espontánea capacidad de asimilación y transmutación, asumiendo una estética en la que  todo es válido. Y esto era ya “ubicarse” o, más bien, arriesgarse conscientemente desde un eclecticismo irreverente y purificador; desde el mismo fuego abrasador de la posmodernidad.

En su producción, que abarca desde finales de los 90 hasta el 2003, Ledesma nos deja ver unos ejercicios en los que enfatiza sobre el detalle, el elemento decorativo y la fuerte intensidad de su policromía. Corporeidad y sensualidad de la figura femenina; luz, color,  espacio, línea, sentido de la tierra y reactividad de la materia, son elementos característicos de esta etapa creativa.

La problemática medioambiental, la figura humana, los juegos de contrastes cromáticos y texturales, así como la combinación de una serie de elementos decorativos-figurativos y abstractos, se tornan en elementos esenciales en su pintura. Sin embargo, en los últimos cinco años, su obra aborda diversas cuestiones sociopolíticas e identitarias y nos revela la obsesión del artista por explorar las interioridades y contradicciones de la condición humana contemporánea.  Y es que Héctor Ledesma sabe muy bien que únicamente los seres humanos sensibles y los artistas que penetran los cimientos de la existencia pueden internarse en las aguas abisales de la psique y salir de su propio laberinto con experiencias o resultados trascendentales.

En la mayoría de las obras de “Enjoy the Silence”, confrontamos unas imágenes  y una simbología persistentemente autoreferenciales. Asimismo, en estas obras el espacio pictórico aparece mixtificado, “alterado”, rarificado o deconstruido mediante una perspectiva sumamente particular que nos lo deja ver como superficie en perpetuo des-equilibrio.

En estos espacios  turbios ya no hay paisaje, sino nostalgia, vacío,  signos a la deriva, introspección, “examen de consciencia” desde el disfrute del silencio, la soledad, el desarraigo y la nostalgia. 

Ledesma aborda la representación del cuerpo y su desnudez en una escala reducida y desvalorizada respecto a la plenitud del espacio bidimensional. Se trata de la representación simbólica de la subjetividad en su estado límite de  fragilidad y como alusión, sensación,  ilusión o ausencia, más que como presencia.

Estas pinturas evocan ideas complejas, emociones y sentimientos  sinceros sobre su experiencia cotidiana en los espacios existenciales de la extrañeza. Imágenes, texturas, atmósferas y espacios antiheroicos. Espacios de encuentros y desencuentros con  sus otredades y la mismidad. Imágenes que se transforman en la contrapartida visual de su propia angustia, ansiedades, circunstancias y percepciones ante el vértigo de lo real. Así, el espacio de la posmetrópolis se torna en la imagen de una visión terriblemente fetichizada: una especie de hipermundo, “matrix”, red, laberinto o panopticum programado en el que estamos deliciosamente seducidos y atrapados por los destellos encantadores de la tecnología y la artificialidad.

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