Desde la noche del pasado 27 de noviembre y hasta el próximo 15 de marzo, la embajada de Francia en la República Dominicana, c/Las Damas, Zona Colonial, mantiene abierta al público la exposición titulada Medio Camino, apretada selección de la obra reciente del dominicano Marcos Lora Read (1965), reconocido como uno de los artistas latinoamericanos contemporáneos de mayor proyección y respeto a nivel internacional. Curada con esmero por Marianne de Tolentino, esta muestra se torna en un nuevo reconocimiento a la obra y trayectoria ejemplares de Lora Read por parte del gobierno de Francia a través de su Servicio de Cooperación y Acción Cultural.
Se trata de la muestra individual de artes visuales más importante presentada en los últimos años en los medievales y restaurados espacios expositivos de la sede de la embajada. La decisión y los resultados merecen el registro y la valoración positiva, pues tienen que ver con la actitud atenta y los esfuerzos del nuevo embajador, Roland Dubertrand y de la nueva Consejera de cooperación y acción cultural, Catherine MacLorin. ¿Se tratará de una nueva visión? ¿Estaremos al borde de la recuperación necesaria? ¿Significará esta muestra de Lora Read el retorno de la apertura, el intercambio y el diálogo profundos desde los-en otros tiempos muy bien ganados y hoy un tanto difusos- espacios culturales de Francia en Santo Domingo?…
Tal como ya he advertido, a la hora de enfrentarnos al análisis del arte contemporáneo no debemos confundir la interpretación de la obra con especulaciones sobre la psicología de la personalidad creadora. Los efectos de las prácticas artísticas contemporáneas no son únicamente espejo del deseo, sentimientos íntimos y contradicciones existenciales de sus autores, sino que más bien operan como reacciones metafóricas polivalentes y autosignificativas capaces de revelarnos el esplendor, la vitalidad, el inminente potencial crítico y transgresor de la obra de arte contemporánea.
Los artistas contemporáneos trabajan con lo que tienen a mano: un objeto, un fenómeno natural, una estructura arquitectónica, una idea, su mascota, un ser amado, un amigo y un desconocido. Una forma y una materia sintetizadas o recicladas. Una ética, más que una estética o unos signos contaminados. Una historia. La memoria. La velocidad de liberación. Una fruta, una flor, un pueblo. El instinto autodestructivo de la condición humana. Una risotada. ¿La profecía o una fantasmática del ecocidio?. Pero esta elección, por más que siga fascinando a los románticos del arte contemporáneo, constituye a penas una poética operativa alternativa, un nuevo pretexto para el ejercicio despejado de la imaginación.
Precisamente, a esta especie artística es a la que pertenece el dominicano Marcos Lora Read. Profundo desde la precocidad, su obra impacta por una solidez intelectual y formal poco habitual entre sus contemporáneos, inaugurando y estableciendo numerosas vías de reflexión y representación que han reforzado constantemente la complejidad y coherencia del conjunto de su producción simbólica, lo que también la distingue especialmente.
Vías y formas de entender la representación artística que, al analizarlas en el contexto cronológico o temporal en las que han sido presentadas, se constata y evidencia su capacidad para abrir lenguajes y medios que, posteriormente, han sido tomados o acogidos por la crítica internacional como elementos referenciales o parte esencial de los rasgos identitarios del arte contemporáneo caribeño y latinoamericano, tanto por el desarrollo en su propia obra como en la de otros destacados artistas latinoamericanos de la actualidad.
En obras como las instalaciones y esculturas críticas tituladas Usted está aquí, Palabras a la ligera, Sistema de flotación, Deconstrucción, El baile del cemento, El príncipe de los cocos, Microclimax, Durmiente, Efecto condensado, Palafiticos, Sin palabras, Tú puedes, I have a dream y Sueños secos-todas del 2008-, MLR intensifica su ruptura con las técnicas y recursos expresivos tradicionales, utilizando papel, resina de poliéster, barro, cemento, concreto aligerado, yeso, textiles y objetos encontrados en una sorprendente diversidad de materiales al mismo tiempo que sigue profundizando la inquietud ante el mismo diálogo sobre la relación entre arte, vida y cultura visual, entre creadores y espectadores.
En estas obras, los juegos metafóricos nos remiten más allá de lo autobiográfico, hacia la sorprendente riqueza de la interpretación, hacia las zonas límites de la sociorealidad y de la subjetividad politizadas. De ahí que sea necesaria una base de información cultural que habría de facilitarnos el sentido de la obra. Pero esta pretensión no es tan fácil, pues resulta que esa misma base es la que le permitirá al propio artista la construcción de los signos y los sentidos que reactivan su discurso visual.
Es esta base informativa, este sustrato cultural, eminentemente lírico y reflexivo, lo que dispara la capacidad dialógica, especulativa o especularidad de las reacciones simbólicas de MLR, esquivando la objetiva y aparente rusticidad, dureza, acidez e informalidad de unas materializaciones estéticamente precarias para establecer su carácter único y especializado, su operatividad significativa en el artworld y en la sociedad contemporáneos. Esa base, ese telón de fondo son la memoria, los territorios del pensamiento y los niveles de elaboración conceptual que adquiere la consciencia, la propia reflexión sobre la condición artística, sobre la libertad y sobre las cuestiones ecológicas e identitarias.