Arte Contemporáneo
Signos y espacios de la mismidad

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Después de estudiar arquitectura en el país, Rosario Rivera inició un viaje tras otro de estudios de pintura en Londres, Francia e Italia, pero confiesa que su verdadera identidad creativa la logró con Bidó.

Rosario Rivera-Bond  es una  destacada artista dominicana  establecida desde hace más de  dos décadas en la ciudad de Miami, Florida.

Estudió Arquitectura y Diseño de Interiores en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña  y realizó estudios especializados en artes plásticas en L‘Academie de la Grande Chaumiere, París, Francia y en el Camden Art Center, Londres, Inglaterra.

Entre 1975  y 1979 residió  en París, Florencia, Londres y Nueva York.  En los últimos cinco años, su obra ha sido exhibida con frecuencia en importantes exposiciones  en galerías, museos y ferias de arte contemporáneo de los Estados Unidos, Europa y el Caribe.

En sus pinturas recientes, Rosario Rivera-Bond materializa  de  manera efectiva su poética y su pasión por el médium, el color y la imaginación. Poética, pasión  y obra radicales: abstraídas, progresivas, líricas, lúdicas y energéticas. Policromía abierta, discreta y abrasadora, implicando sus referencias metafísicas desde su propia  materialidad. Espacios claves para un instinto perpetuamente abismado en la hipermímesis.

Fragmentos de instantes, sueños y silencios cotidianos. Reacciones y pulsiones fugitivas. Cálidas y encaladas transposiciones de la mismidad. Juegos de intensidad e íntima existencia.

¿Cuándo reconoces tu  íntima razón para la imaginación?  “Quizás en mi subconsciente siempre he sabido que  el arte es mi camino. Mi vía. Egoístamente hablando, el arte tiene que ver conmigo.  Siempre la gente me decía que tenía talento. En mi familia, Ada es lo mismo, se da eso de ser experto en muchas cosas. Y quizás eso fue también lo que me apartó muchas veces del arte, o quizás mi debilidad, pero yo sabía que eso era lo que yo quería hacer”.

Tus raíces están en el Caribe, pero tu formación  artística y tus certezas existenciales se registran en tus “experiencias alógenas”, ¿cómo fue que te decidiste por la vía de la creación cuando llegaste a París a mediados de los 70s?  “Cuando entré por primera vez a L’Academie de la Grande Chaumiere el ambiente me conmovió especialmente. Me inscribí en arte y en idioma. El artista y profesor Pierre Jerome me reafirmó.  Incluso, fue él quien me estimuló a enviar una obra a “Le Salón” (1975) y fui seleccionada. La obra era un desnudo de líneas académicas y colores fuertes”

 ¿Qué hiciste después de París y qué impacto han tenido en tu obra las distintas experiencias en los grandes centros del arte contemporáneo?  “En 1975 estuve en Florencia, Italia, en una residencia con el pintor Antonio Cicureza  y en octubre  de ese mismo año ya estaba en Londres.  Lo primero que hice cuando llegué a Londres fue inscribirme en The Candem Art Center y ahí estuve durante un año. En Londres conocí a Alan, con quien me case en 1977 en Santo Domingo.  En realidad, el ambiente artístico londinense de ese momento no me motivó ni me impactó tanto, pero seguí pintando. Trabajaba el óleo, la acuarela y la témpera. Hacía desnudos y bodegones neoexpresionistas.  Nunca me gustaba el paisaje. En 1978 nos fuimos a Nueva York y  nació mi hija Carla. Seguía pintando. Nada nuevo. En 1979 regresé a Santo Domingo y me inscribí en  la Academia de Arte Candido Bidó, quien  me estimuló, me hizo una exposición y me compró el primer cuadro. Ahí me reconecté con mi tierra”.

¿No te toca a veces el sentimiento del desarraigo?  “Mis estancias en tierras lejanas  han sido relativamente cortas. Quizás si me hubiera quedado todos estos años en Inglaterra hubiera sentido más el desarraigo. Miami es casi como Santo Domingo. Estoy cerca de mi familia. Yo me siento como si estuviera en Santo Domingo. Yo creo que soy muy cosmopolita. Me gusta compartir con personas diferentes. Yo siento desarraigo respecto a cosas pasadas, es la nostalgia”.

En el ritmo, en la libertad, en la vehemencia expresiva de tus pinturas recientes, creo percibir la atmósfera o el sentido de la tierra, ¿tú qué piensas?  “Mi tierra significa mucho.  Quizás en el color. Ahora, la naturaleza influye en mi obra definitivamente. Yo soy muy visual. Hay algunos artistas y críticos que dicen que no creen en el ojo, sino en la mente. A mí me influye la naturaleza, pero la forma de la naturaleza está en mi mente. A mí también me influye el momento, lo que sucede a mi alrededor de manera espontánea”

 ¿Reconoces alguna influencia especial en tus convicciones abstraccionistas?   “En 1992, cuando regresé a Miami, se presentó otro período importante en  mi vida. Nada que ver con el arte, excepto que me gustaba y seguía interesada. Sin embargo, en 1995 me fui a Carolina del Norte, Santa Fe, Nuevo México y South Carolina. En Santa Fe conocí a la artista Betty Ridgeway. Con ella practiqué intensamente los procedimientos del Action Painting. Experimentar, estudiar, tomar clase, actualizarme, ha sido como una forma de reenamorarme del arte constantemente”.

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