Arte de una nueva generación en Japón

Arte de una nueva generación en Japón

La exposición -individual y colectiva- de título elocuente, “Travesía al futuro, arte de una nueva generación en Japón” es para nuestro país un acontecimiento: descubrimos una creación y un ejemplo que debemos aprovechar. Manifiesta una vitalidad y un potencial, prácticamente desconocidos entre nosotros. Dibujos, grabados, pinturas, objetos, esculturas, fotografías, videos, medios mixtos e instalaciones, han sido agrupados y/o desplegados en los espacios de la segunda planta de la Galería Nacional de Bellas Artes.

Observamos, en cada una de las piezas presentadas, refinamiento e infinito cuidado que conjugan todavía la virtuosidad artesanal con una concepción personal de la realidad y lo imaginario. Además, se ponen de evidencia una convicción, un impulso, una fuerza nunca desmentidos en el arte de Japón. Las estampas del Ukiyo-e y la cerámica fueron dos expresiones anteriormente presentadas en Santo Domingo, sin que olvidemos mencionar el arte de los impresos, calendarios y afiches anualmente exhibidos.

Reflexiones necesarias. Aparte de la exquisitez de las obras de cada artista –hay equivalencia en su alta calidad–, valoramos, para nuestra propia experiencia, el reiterado ejemplo de identidad y seguimiento de una riquísima tradición, a menudo secular, y cómo la han sabido integrar a una nueva formulación, plástica y gráfica.

Así las obras transmiten la comunicación del artista entre introspección y observación, su amor a la naturaleza y el paisaje, su recreación lúdica del objeto.

Cada elemento se inscribe dentro de la vida, el gran tema de la creación japonesa: es una clave de su equilibrio entre oficio tradicional y medios contemporáneos. Indudablemente, el dominio de una tecnología acelerada, el diseño industrial, la robótica, los juegos de videos, y especialmente los “mangas” –de difusión y popularidad universal– han influenciado a los artistas.

En “Travesía al futuro” coexiste simultáneamente el Japón eterno. El arte joven, nunca iconoclasta, conserva el mundo pictórico y la factura impecable que lo caracteriza, no descarta las flores, los montes, el mar, el cielo, el hábitat, en fin, las referencias al ámbito circundante… de hoy y de ayer. Entonces, el discurso artístico se vuelve deslumbrante de soltura, descriptivo o esquemático, especial siempre en su figuración..

Si notamos que el arte japonés joven es “realista”, se trata de una búsqueda de lo real, según cada artista, multiplicando sus puntos de vista y sus técnicas, incluyendo abrirse a la realidad percibida por otros… Y esa realidad esencial puede llegar a la abstracción en cualquier categoría, hasta en la fotografía.

El arte de la nueva generación, de los artistas del siglo XXI, ha suscitado un interés creciente fuera del Japón –¡desde el 2011, tres libros se han publicado en Francia!– Ahora bien, dentro de ese archipiélago fabuloso, algo fundamental es que la comunidad nacional cada vez presta más atención a sus valores sobresalientes, nuevos y emergentes.

Lo testimonia esta magnífica exposición itinerante, concebida, organizada y auspiciada por la Fundación Japón, que nos ha traído la Embajada del Japón en República Dominicana.

Los expositores. Certero es el planteamiento de una experta, Yuma Yamaguchi: “En contraste con otros países, estos artistas de los años 2000 persiguen una tradición ancestral, formal y técnica, integrándole nuevas herramientas, como las ‘performances’ y el arte numérico. La importancia de la práctica artesanal y de la transmisión del oficio por un maestro, está siempre presente (…) para no descuidar la calidad de la realización y la elección del material”.

La exquisitez de la ejecución y la calidad de los materiales sobresalen aquí en cada expositor. Nos sorprendemos ante el fascinante “bólido” rojo de Tetsuya Nakamura, ¡realizado a mano según la técnica ancestral de aplicación de la laca!

En cuanto al colectivo Maywa Denki, nos asombra su simbiosis humorística de objetos tradicionales y artefactos industriales, llegando hasta una oferta serial de pequeñita dimensión.

Ahora bien, la pieza más vistosa es ciertamente la instalación de Miyuki Yokomizo, una combinación de transparencias –plástico, jabonetas reales y otras sintéticas–: hemos escuchado a espectadores ¡ilusoriamente deseosos de hacer igual para su casa!

En cuanto a Satoshi Hirose, él apresa en un cubo de plexiglás habichuelas que lucen gemas… y su cordel, colgando desde el techo, evoca una serpiente encantada. Desde lo real, la metáfora triunfa…

Los video-artistas japoneses son excelentes, y nos encanta su capacidad de fusionar una expresión visual y cultural para adultos, jóvenes y niños. Así lo propone Tomoyasu Murata. Luego, Tabaimo –ya una celebridad– demuestra, en su cocina japonesa, una virtuosidad de la construcción y del dibujo –en animación… y estampas–. La identidad no (retro)cede, y la increíble hoja-película en madera de Yoshihiro Suda, junto a la cerámica de Raku Kichizaemon, lo confirman hermosamente.

Así mismo, son homenaje a la cotidianidad de siempre y de nuestra época las estupendas fotografías de Masafumi Sanai, amor por las plantas y por la aviación… La abstracción –para la mirada inicial– coincide con la “escritura de la luz” en las imágenes de Katushiro Saiki y sus maravillosos cielos, con ‘rastros’ o avioncitos.

Las diez pinturas de Noboyuki Takahashi conforman una verdadera muestra individual, que deja al descubierto su virtuosidad en distintos materiales y técnicas, y consigue “esencializar” y esquematizar lo real con intensa poesía. El paisajismo astral de Atsuhi Fukui, pintor que también ha evocado la era y el hongo nucleares, es otro ejemplo deleitable de la simbiosis entre ficción y realidad.

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