Arte del Caribe en la Embajada de Francia

Arte del Caribe en la Embajada de Francia

MARIANNE DE TOLENTINO
 “Caraïbe Plurielle” para los universitarios de Burdeos (Bordeaux-Montaigne), “Caribe Plural” para los dominicanos e hispanohablantes, ha sido un éxito, y el tercer día del coloquio en Santiago coronó brillantemente los dos primeros días del encuentro, celebrados en el Recinto Santo Tomás de la PUCMM. El tema propuesto concernía a los Modelos Internos y Externos en el Caribe, en qué medida y cómo forjaban una identidad. En esta oportunidad se trataba de identidad cultural, en el campo de las ciencias humanas, la literatura y el arte.

Desde las primeras reuniones preparatorias se contempló organizar una exposición de arte caribeño, siendo, como suele suceder, los recursos y el poco tiempo disponible, los puntos a resolver, a lo que se sumaba un lugar adecuado para la muestra. La Embajada de Francia aportó una ayuda valiosa, inscribiendo la exposición de Caribe Plural en su programación y dándole hospedaje en sus tres salas de exposiciones.

De la Bienal del Caribe

Quedaba pues el problema de las obras, cuando seis meses se necesitan -como mínimo- para contactos, curaduría y envío, a y desde las diferentes islas del Caribe. La selección, dirigida hacia los asistentes dominicanos y también a los invitados extranjeros, decidió agregar varias obras de nuestros creadores a la representación caribeña, oriunda de distintos países de la región.

En su mayoría las piezas provienen de la colección del Museo de Arte Moderno. Habían sido donadas por sus autores con motivo de una de las Bienales del Caribe, siendo algunas premiadas con “Medallas de Oro”, y nos alegramos de que esta pequeña muestra propicie nuevamente la oportunidad de apreciar una creación visual, tan rica como mal conocida, hasta por los mismos caribeños. Indudablemente, la Bienal del Caribe y Centroamérica, con cinco ediciones desde 1992 y una próxima a finales del 2006, es el gran encuentro, celebrado en Santo Domingo, que, a la vez, reveló a la República Dominicana el florecimiento del arte caribeño, y recíprocamente la pujanza artística dominicana a sus vecinos de la cuenca. Al fin se descubrió, con la Bienal y otras confrontaciones regionales, una estética moderna y contemporánea, compartida entre países anglo, franco, holando e hispanófonos.

Vemos en esta colectiva de Caribe Plural, que la plástica posee bastante similaridades en todo el área caribeña, aunque aparecen particularidades etnoantropológicas, sociales y políticas, las obras, escogidas y museografiadas por el Centro Cultural Cariforo, representan a los siguientes países: Bahamas, Barbados, Cuba, Curazao, Dominica, Guyana francesa, Haití, Islas Vírgenes, Martinica, Puerto Rico, Saint Lucia, Suriname, y República Dominicana. Un catálogo ingenioso, diseñado por el ‘creativo” del Museo de Arte Moderno, ofrece una buena información visual.

Salvo dos esculturas, las demás obras pertenecen a expresiones bidimensionales tradicionales, pinturas casi siempre, muy pocos dibujos y ningún grabado. La extraordinaria diversidad del arte caribeño moderno se manifiesta en estos pintores, ya de nombres “consagrados” o al menos “confirmados”, con algunos “emergentes” dominicanos. La impronta de la actualidad se caracteriza por la complejidad estilística, al mismo tiempo que una definición estética antillana.

Mitologías y vivencias

 Observamos que el apego a la identidad se manifiesta por el sincretismo en el credo religioso, la importancia del elemento racial –predominando el componente negro y el mestizaje, la fusión de la materia y el espíritu, y un surrealismo natural–. Mitologías personales y colectivas, mitos viejos y nuevos alternan con variaciones temáticas y estilísticas. El conjunto de las pinturas expuestas en la Embajada de Francia afirma ese rasgo común. En todas las islas…

A partir de múltiples fuentes de inspiración, que se trasladan del mundo exterior al mundo interior, líneas, ritmos, materias, colores, ejercen efectos encantadores, sean la condición humana por Ras Ishi (Barbados): el paisaje lírico y neoabstracto de Winston Branch (Saint Lucia) o la composición épica de Tony Monsanto (Curazao). El humor y la poesía, sin prescindir del mensaje pueden estar en una misma obra, así en el homenaje al mosquito liberador de Marcos Lora Read (RD) o en la alusión mordaz de Nora Rodríguez (Puerto Rico).

Las obras integran lo sagrado y lo profano, la vida y la muerte, las figuras antropomórficas y zoomórficas. Signos y símbolos se perciben claramente –los osos del cubano Carlos René Aguilera– o conservan sus misterios, fascinantes y singulares, en otro artista de Cuba, Pepe Franco, y en el haitiano Pasko. . Los artistas caribeños interpretan no sólo las tradiciones rurales -presentes en la mujer antillana de Minerva Lauffer (Curazao)-, sino las vivencias urbanas, de la ciudad antillana.- aquí el movimiento callejero por Jane Girigori (Curazao./ Santo Domingo) o las apretadas casitas de Rosalba Hernández (RD).

 La cultura popular se alía con lenguajes contemporáneos internacionales, paradoja de un arte a la vez ancestral y actual, así el Junkanoo de Anton Roberts, y puede desmitificar la visión eurocentrista de una realidad afroantillana en los impactantes autorretratos de Stan Burnside, también de Bahamas.

Es evidente que figuración y abstracción a menudo existen en una misma propuesta pictórica, con una doble lectura discrecional para el espectador: Los mundos de Earl Etienne (Dominica), Ernest Breleur y Alain Dumbardon (Martinica) son buenos ejemplos de esa simbiosis, espontánea en el creador del Caribe… Los cánones fijos, las normas precisas, las “recetas” imperativas, los tabúes de antaño han desaparecido, cediendo ante la fantasía (casi) suelta del creador, con frecuencia expresionista. Y esa evolución /revolución permanente conviene a la personalidad de los artistas caribeños, estimulados y receptivos, siempre que se respeten sus fuentes y antecedentes culturales, sobre todo el legado africano, casi omnipresente, y la memoria del exterminado ancestro amerindio –siendo Roy Lawaetz y sus ensamblajes triangulares elocuente al respecto–. Ahora bien, la impronta europea e igualmente norteamericana, vinculada con las metrópolis, sigue innegable en el arte caribeño, Ese “modelo externo” –en la terminología de Caribe Plural- es evidente en la casi totalidad de las pinturas exhibidas.

Cabe señalar la alta calidad de los expositores dominicanos –reunidos en la sala de la segunda planta–: Evelyn Lima, Marcos Lora Read, Rosalba Hernández. Lucía Méndez e Inés Tolentino. En escultura figura Juan Trinidad.

Una vez más, la exposición “Arte del Caribe” enseña que los artistas caribeños de hoy asumen compromisos renovados de forma y de fondo, sobrepasando las fronteras isleñas, las diferencias lingüísticas y sus respectivos sistemas politico-administrativos. Ellos se manifiestan “hijos del Caribe”, como lo declaraba Sacha Tebo, el maestro haitiano –representado con un excelente cuadro–, cuando le preguntaban acerca de su nacionalidad. Podríamos decir que las artes plásticas son una auténtica forma de “criollidad” visual.

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