Arte Público en La Romana: Retratos de Santa Rosa de Lima

Arte Público en La Romana: Retratos de Santa Rosa de Lima

POR MARIANNE DE TOLENTINO
El miércoles pasado se inauguró en La Romana una exposición que retoma las pautas dictadas por las muestras presentadas en el Parque Independencia. Así se abre un espacio de arte excepcional, que va a crear nuevos hábitos y gustos en la población.

El Parque José Reyes, mejor conocido como Parque del Obelisco, fue el teatro de una concurrida y lucida ceremonia de apertura, con la participación y presencia de personalidades diplomáticas, de autoridades municipales, culturales y religiosas, de artistas y amantes del arte.

La Romana ha tenido pues una iniciativa excepcional, proviniendo de la misma ciudad. No solamente se ha organizado una exposición distinta, sino una forma de arte público, accesible a todas las clases y generaciones, y en todo momento.

Además, y no lo consideramos menos importante: el motivo de la exposición es propiamente romanense, con una unidad temática ejemplar. La actividad celebra así el Centenario de la intronización de la imagen de Santa Rosa de Lima, Patrona egregia de La Romana. Cuarenta cuadros fueron montados ingeniosamente en marcos y soportes de hierro y están distribuidos dentro del parque, sitio de paseo, descanso y reunión.

Cada uno reproduce la imagen de Santa Rosa de Lima, en base a pinturas iberoamericanas, de los siglos XVII, XVIII y XIX, cuyos originales se encuentran en distintos lugares del continente y de España. Esta muestra, que es la primera de esa categoría en nuestro país, presenta al público obras clásicas y le permite disfrutar, espontáneamente,  de la historia del arte. Lo consideramos una idea, una concepción y una realización verdaderamente encomiables.

El síndico José Reyes y Ricardo Bello, ex director general de Bellas Artes y actualmente representante de la Secretaría de  Cultura, son los principales autores del evento.

La iconografía

Santa Rosa de Lima, nacida como Isabel Flores de Oliva, Rosa de Santa María al convertirse en religiosa, nació en Lima en 1586. Tuvo una corta vida, totalmente dedicada a la fe y a la perfección cristiana. Recibió el hábito de terciaria dominica en 1606, celebró sus nupcias místicas con Jesús en 1615 y murió a consecuencia de penitencias y privaciones, en la flor de la edad, en 1617. Entregar belleza, sensibilidad e inteligencia a Dios  y la adoración a Jesucristo, no fue para ella un sacrificio, sino la “gloria”, vivida en plegarias, meditaciones y milagros. Fue beatificada en 1668, declarada Patrona de América en 1670, y  al año siguiente canonizada en la Capilla Sixtina del Vaticano. La Iglesia rindió así el máximo tributo a una personalidad muy especial: por sus condiciones extremas de sublimación y altruismo. Hoy todavía significa amparo y protección para millones de fieles en el mundo.  El pueblo de La Romana venera a “su” santa.

Se conoce bastante bien la vida de Santa Rosa de Lima, sus tormentos y sus éxtasis, y se asegura que ella fue de una gran belleza, sin embargo no se conserva un retrato hecho en vida. El único fehaciente de sus rasgos físicos ha sido pintado poco después de su muerte por el pintor italiano-español Angelino Medoro, que le trató personalmente, acudiendo varias veces a ella en busca de ayuda. Como lo podemos observar, es su expresión agónica, imagen impresionante, una suerte de máscara mortuoria pictórica.

Los demás retratos póstumos son lo que podríamos calificar como reales-imaginarios. Por la falta de modelo, se realizaron, de acuerdo con los ideales de los pintores y sus respectivos enfoques de una joven, simultáneamente comunicada por el Cielo y el mundo terrenal. La fantasía pictórica no se extralimita y respeta la iconografía sacra. En los retratos reproducidos, realizados en la época clásica o pre-romántica, predomina una interpretación realista del rostro y del atuendo –con traje y tocado dominicos, o excepcionalmente toca franciscana–.

Ahora bien, la gran mayoría de los autores son anónimos. Salvo que se identifique una escuela como la cuzqueña o un artista como el mexicano Juan Correa, el pasado se ha quedado con sus nombres y sus talleres. Esa característica no favorece la atribución de estilos particulares. No obstante, muchos eran obviamente artistas profesionales y conocedores de las técnicas. Observamos sin embargo el estilo de algunos pintores ingenuos o “naïfs”, de encanto especial en sus versiones de la santa y su entorno, ¡a la vez torpes, simpáticas e ingeniosas!

Los retratos muestran una notable diversidad. Unos se limitan al rostro, a la toca y la corona de rosas, no solamente flores simbólicas, sino también asociadas al nombre de la beata y del rosal que ella cultivaba en su jardín. Se recuerda así la leyenda de la cruz rodeada de rosas que se le apareció, después de haber lanzado las flores al aire. Otros enseñan a la joven con el niño Jesús en brazos, en una clara identificación con la Virgen María.

No faltan ángeles, santos, figuras de la Biblia, igualmente sacerdotes, monjes y personajes seglares, alrededor de la protagonista principal. El paisaje llama la atención, desde la naturaleza salvaje o el huerto cultivado, hasta interiores eclesiales y domésticos. Elementos puramente decorativos, en los que abundan las flores, demuestran el esmero y la preocupación por un acabado, lo que es parte de la imaginería secular.

Fines ideológicos

Eran pinturas de encargo, y como tales debían responder a los objetivos de la Iglesia. Tenían que servir de medios para despertar y mantener la devoción, cumplían un papel evangelizador para las masas iletradas. Si durante el Renacimiento el arte llegó a ser un fin en sí mismo, con el culto de la belleza y la armonía a través de la obra de arte, pronto el Vaticano se percató de que así los valores ideológicos se van perdiendo.

Hubo que volver a un arte proselitista que endoctrine, a través de la imagen, más popular y detallado, integrando la naturaleza y el mundo terrenal. Surgió la corriente Barroca, y el tratamiento pictórico de Santa Rosa de Lima refleja esa preocupación de un arte comprometido con metas explícitamente confesionales.

Estas pinturas comunican los fines tradicionalmente asignados al arte religioso: claridad y sencillez para que todos lo comprendan; una interpretación realista; que sirva de estímulo sensible a la devoción. No cabe duda de que el culto a Santa Rosa de Lima fue incentivado por sus retratos, al menos hasta la época moderna. En efecto, la concepción de homenaje cambió sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, y lo testimonia un célebre retrato de Santa Rosa de Lima por Fernando Botero. Por cierto, la curaduría de esta exposición ha preferido descartar las interpretaciones, más o menos atrevidas, en ruptura con el arte religioso conservador.

Ojalá estas reproducciones de imágenes, honrando a Santa Rosa de Lima, obtengan el éxito que tan interesante proyecto y realización merece. La muestra, que finaliza el 20 de octubre, podría viajar a otras localidades, más pequeñas y huérfanas de actividades artísticas. Conociendo a los entusiastas organizadores, sabemos que nuevas exposiciones se ofrecerán en La Romana, según el mismo principio de arte público. ¡Una gran idea e iniciativa!

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