¿Arte religioso o arte comercial?

¿Arte religioso o arte comercial?

POR TOMÁS GÓMEZ BUENO
En una sociedad donde el arte es un producto de consumo, es normal que en la medida que  las producciones artísticas domésticas  tengan  aceptación colectiva, pasen a formar parte de la oferta que se coloca en el mercado.

El arte que se inicia  en las iglesias, muy específicamente el que está ligado a la música y al canto, surge espontáneo y con la pretensión específica de ser parte del culto que se ofrece al Señor. Es la demanda de un público que quiere el goce de  la imagen y el talento del artista lo que presiona  a la comercialización.

 Hoy la línea que delimita, en término de consumo, el arte sacro y del arte comercial es poco definida. Muchos de los grandes artista del rock norteamericano surgieron en las iglesias cristianas. Las ofertas metálicas, el llamado de la fama y el fastuoso mundo del arte hicieron declinar el compromiso fe de muchos jóvenes que dieron sus primeros pasos musicales en los coros y agrupaciones de la iglesia.

En la medida que el arte,  o más bien la música de la iglesia, logró mayor demanda, se fueron creando las condiciones  para la profesionalización de los cantantes y agrupaciones que estaban instalados en las iglesias. La multiplicación de los medios de comunicación  religiosos, contribuyó a la masificación de la música evangélica y así nacieron las megaestrellas religiosas que hoy gozan de ventajas económicas mejores o similares a la de cualquier cantante o músico secular.

Esta masificación favoreció la difusión del mensaje de fe, sin dudas, y contribuyó a ver la vida religiosa en términos más prácticos y asequibles para todo el público.

De esta forma se levantó desde las iglesias  la escalera que conduce a la fama y la fortuna. En alguna medida esta motivación afectó la práctica litúrgica que se desarrolla desde las iglesias.

En nuestro país la historia no ha sido diferente. Cuando el arte no era un producto, las iglesias generaban músicos y cantantes que ejercían su talento de forma espontánea. Todo se mantuvo así hasta que surgieron las emisoras y se multiplicaron los estudios de grabación. De esa forma el cantante local convirtió su talento en un producto y así surgió el  arte comercial de factura  religiosa que tenemos hoy día. Esta realidad ha favorecido la difusión del mensaje, como ya apuntamos, pero ha dejado marcas en la identidad y búsqueda de la misión esencial de la iglesia.

 En un momento dado, la comercialización del arte cristiano pareció saludable y necesaria. Sin embargo, esta realidad permite un marco de análisis que pone sobre la mesa la pregunta: ¿Al servicio de quién y de qué está  el arte de la iglesia? El arte  evangélico, en gran medida, está al servicio de los consumidores para beneficio de quienes lo producen.  Esta sería una respuesta aceptable. No obstante, es bueno acotar que en nuestras iglesias queda mucho del arte espontáneo, de ese arte expresivo y sencillo que expresan personas que adoran a Dios con toda  libertad sin que medie otra recompensa que atraer su presencia hacia la congregación.

Lo que he intentado hacer  es una somera descripción más o menos de carácter social. No quiero categorizar ni estigmatizar a nadie porque el sistema le pague sus atributos o talentos artísticos.

Sin embargo, considero que hay una dimensión del arte eclesial que no ha sido aprovechada en toda su dimensión. Me refiero a la  oportunidad  que tiene la iglesia de conectar  al artista con la vida y el sentir de la comunidad. Ligados al trabajo de base de la iglesia  los grupos artísticos o los artistas individuales tienen la posibilidad  de  constituirse en la expresión y el  sentir espontáneo de la gente que vive en la comunidad. Los artistas, en vivo intercambio con la gente, se enriquecen de la cultura y valores de la comunidad  y sustancian su manifestación con sus talentos creativos.

Estamos hablando del arte de la comunidad, del arte del pueblo o del barrio. No estamos hablando del arte comercial que hace artistas a imagen y semejanza de una sociedad extravagante y consumista. El arte comunitario conserva el sabor del pueblo, es la expresión sencilla y llana de su gente. Es al arte con que se puede cantar en los barrios y en los campos y que hoy reclama una recuperación.

Es nuestro compromiso la búsqueda y acercamiento hacia valores sanos que exalten la vida familiar, la solidaridad humana, el amor a Dios y los reclamos de una comunidad donde sus signos mas relevantes sean la paz y la justicia.

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