Arte, salud y política

Arte, salud y política

SERGIO SARITA VALDEZ
A finales del siglo XIX  Louis Le Prince a través de su invención convirtió a Francia en el país cuna del nacimiento de la cinematografía. Sin embargo, no fue sino hasta 1895 cuando los hermanos Lumiere exhibieron la primera cinta comercial en el Le Grand Café de París.

 A partir de esta última fecha la proyección de imágenes en movimiento empezaría una meteórica carrera hasta convertirse en lo que es hoy, una enorme y gigantesca industria con su capital en Hollywood. Alguien ha descrito al cine como la magia de hacer creer, ya que una película nos da una sensación artificial de realismo de un efecto momentáneo, capaz de mantener al cineasta absorto y ensimismado frente a la pantalla.

El cine divierte, entretiene y educa a la vez. Las películas norteamericanas se clasifican en comedias, épicas, dramas, ficción, suspenso, acción, etc. Un reciente drama de la autoría de Michael Moore lleva como título Sicko.  En éste se trata de forma abierta y patética la dolorosa tragedia que les está tocando vivir a millones de estadounidenses excluidos del acceso a los cuidados médicos de urgencia. En el argumento, una madre desesperada conduce su hija de 18 meses, agudamente enferma, a la emergencia de un hospital cercano. La niña presenta vómitos, diarrea y fiebre. Se le diagnostica una infección pero el galeno se niega a tratar a la paciente bajo el alegato de que su seguro familiar no cubre tratamiento para ese tipo de mal. La menor fallece a las tres horas 15 minutos del ingreso a la institución de salud.

Las compañías aseguradoras  son mostradas por Moore dificultando los servicios de los especialistas en medicina por medio de trabas financieras, afectando así a más de doscientos millones de personas. Sicko es una fuerte crítica al sistema de seguro privado de los Estados Unidos, el cual es evidenciado crudamente deshumanizado. Los costos se elevan por las nubes y la efectividad de las atenciones oportunas se reduce cada día con más frecuencia. La insatisfacción de los usuarios es tan vasta y profunda que colocado este mal casi en la misma tesitura de importancia que tiene la guerra de Iraq como tema en la agenda política para las elecciones presidenciales de noviembre de 2008. La película aboga porque todo ciudadano americano disfrute de unas atenciones de salud de carácter  universal gratuito con soporte gubernamental a través de los impuestos que paga la población, dejando a un lado el lucrativo negocio de los seguros privados.

Ya dejando a un lado al Sicko  de Michael Moore, nos encontramos con la información de que el día treinta de septiembre de 2007 vence el Seguro estatal para niños. Al menos que el Congreso norteamericano lo autorice nueva vez quedarán cerca de siete millones de menores sin cobertura médica. Lo peor de la situación es que el presidente Bush ha reiterado  que no aprobará la reautorización de fondos federales para la cobertura de salud a la niñez. Agrega el jefe de Estado que si los congresistas aprobaran dicha ley él ejercerá su derecho al veto, para bloquear la ejecución de la misma.

Entiende el gobernante norteamericano que el Estado debe dejar en manos de las compañías de seguros médicos privados la contratación y venta de los servicios de salud a la población general. En otras palabras, el que pueda comprar su seguro que lo compre, quien no disponga de recursos económicos para hacerlo tiene que atenerse a las fatales consecuencias.

Evidentemente que hay todo un enmarco ideológico detrás del posicionamiento del Presidente ante este mal crónico del sistema de salud en la nación más rica y poderosa del mundo.  La esencia del neoliberalismo aconseja la entrega de todos los servicios sociales, incluido el de las atenciones de salud, al sector privado, convirtiendo al Estado en un simple observador pasivo garante del “libre juego de la oferta y la demanda” en el caso del mercado sanitario. En las votaciones presidenciales norteamericanas de noviembre de 2008 podremos medir el efecto Sicko, así como el nivel de insatisfacción del pueblo norteamericano con su modelo de atención a la salud, entre otras cosas.

Los dominicanos que comenzamos a dar los primeros pasitos con el Seguro Familiar de Salud, debemos vernos en ese gran espejo del tío Sam, para  de una manera sabia aprender algo, si es que se puede,  mirando de dónde cojea el modelo que algunos desean copiar y trasplantar íntegramente y sin modificaciones al suelo criollo. Asimilemos lo bueno del exterior y descartemos lo malo, pero, sobre todo, mantengamos la autenticidad en las acciones, de manera que siempre expresen y vayan acorde con  nuestra realidad social. La seguridad social dominicana tiene que crecer sana y robusta. Es deber de todos ayudar a fortalecerla, sugiriendo a tiempo las enmiendas y los correctivos de lugar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas