Arte, sociedad y ecocidio

Arte, sociedad y ecocidio

Siempre a la vanguardia, como lúcidos portadores de la voluntad humana de transformación, los artistas se entregan a la arriesgada y fértil tarea de reintegrar la creación, de aprender-y enseñarnos- de nuevo a formar parte de la Tierra y jamás separarnos de ella. “Que la imaginación, en momentos de crisis, pueda ser más importante que el conocimiento”. Albert Einstein (1879-1955)

Debido al Calentamiento Climático Global, los “agujeros” de la capa de ozono están aumentando el riesgo exponencial de los seres humanos a los cancerígenos rayos ultravioleta del Sol; el hielo de los dos polos y los glaciares del Himalaya se derriten aceleradamente; los desastres climáticos se presentan con mayor frecuencia e intensidad, afectando gravemente, hasta ahora, alrededor de  250 millones de personas, más del 90% en los países subdesarrollados.

En muchos de estos países se registra una intensificación de inundaciones, incendios, sequías, huracanes, tsunamis  y evacuaciones de pueblos y ciudades. Se estima que el sobrecalentamiento de nuestro planeta influye en las precondiciones que generan los terremotos, como el que destruyó la ciudad de Puerto Príncipe, Haití, la tarde del 12 de enero del 2010, dejando más de 250.000 muertos, 300.000 heridos y más de 2 millones de afectados, constituyendo una de las peores catástrofes humanitarias de la historia.

Los principales Gases de Efecto Invernadero-GEI-: dióxido de carbono, metano y óxido nitroso -junto al vapor de agua-, alcanzaron en el 2008 unos niveles nunca registrados desde la era preindustrial. El CO2 es gas de efecto invernadero de origen antropógeno -producto de la acción humana sobre el medio ambiente-, responsable del 63,5% del forzamiento radiativo total de la Tierra desde 1750.

La XV Conferencia Internacional de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP15), Copenhague, Dinamarca (07-18/12/2009), concluyó caóticamente, luego de un insólito “acuerdo” de renuncia entre los principales países industrializados a la firma de un pacto político anticalentamiento, “vinculante y con plazos establecidos”,  que  hubiese prosperado con la simple ratificación del Protocolo de Kioto (2005) en cuanto a la responsabilidad asumida por esas mismas naciones de  aportar una disminución gradual del 5% de sus emisiones de GEI en el período 2008-2012.

Los expertos en cuestiones climáticas y medioambientales advierten que, si no se consigue reducir del 50 al 85% las emisiones mundiales para el 2020, el panorama se volverá cada vez más sombrío y para mediados de este siglo sólo quedará el 5% de los bosques tropicales. Ya hacia el 2090 habrá desaparecido el 66% de los mamíferos, las aves y las plantas del mundo.

Según datos de la ONU, la población mundial pasará de los 6.700 millones de personas actuales a 9.100 millones en el 2050, lo cual dispara la competitividad por los recursos naturales. En distintas regiones del planeta, el calentamiento atmosférico está destruyendo la agricultura, matando la ganadería, aumentando la superficie del mar, las lluvias y los desiertos, mientras que el hambre y la pobreza extrema devienen como terribles  consecuencias.

“Que la imaginación, en momentos de crisis, pueda ser más importante que el conocimiento”… Estas palabras proféticas de Albert Einstein (1879-1955) presidieron, justa y precisamente, la “Cumbre de la Tierra”, Río de Janeiro, Brasil (1992), inicio de los esfuerzos para resolver el problema del Cambio Climático Global.  Y las mismas nos remiten a uno de los problemas clave del presente: el hecho de la dificultad que tienen la comunidad científica internacional, los políticos, los académicos y los tecnócratas que toman decisiones, para liberarse de sus exclusivos ámbitos de estudio o lenguajes específicos y lograr la integración del conocimiento e información multidisciplinarios, en la búsqueda  de fórmulas verdaderamente innovadoras y factibles  ante problemáticas cruciales como esta que ya desata el ECOCIDIO.

La intensificación del diálogo y los procesos transdisciplinarios que permitan avanzar soluciones efectivas ante la complejidad de la actual crisis climática planetaria, no sólo se plantea hoy como imperativo de orden ético y moral, sino también como desafío espiritual que atañe a todas las naciones, sectores políticos, económicos, científicos, culturales, comunitarios, profesionales o ciudadanos individuales, pues el predominio de los valores económicos sobre los ecológicos resulta una de las primeras causas de esta crisis. La modernidad nos ha dejado sus construcciones formidables: nacionalidades, modelos culturales, megápolis,  sistemas de tecnología avanzada, edificaciones, puentes, túneles, supermáquinas y estaciones orbitales, pero también la destrucción de organismos vivos,  especies, ecosistemas de valor ecológico y patrimonios culturales inestimables.

El arte es la materialización plena de la inefable conexión entre lo visible y lo invisible. El arte se gesta entre fronteras de saberes y experiencias; entre los límites precarios de cuerpo y mente; razón y emoción; materia y espíritu; física y metafísica;  sensación y sentimiento. Siempre a la vanguardia, como lúcidos portadores de la voluntad humana de transformación, los artistas se entregan a la arriesgada y fértil tarea de reintegrar la creación, de aprender -y enseñarnos- de nuevo a formar parte de la Tierra y jamás separarnos de ella.

Sobre la certeza de que el saber más necesario es el que habla de la vida en sus diversas manifestaciones, a través de distintos métodos y lenguajes, los artistas intentan desvelar afanosamente el enigma de la energía creadora.

Desde el ámbito de las artes plásticas y visuales contemporáneas se registran  prácticas simbólicas que apuestan con responsabilidad, originalidad y lucidez imaginativa, en la búsqueda de propuestas alternativas que conduzcan hacia una relación más íntegra y armónica entre biosfera y espacio social; cultura y biodiversidad; humanidad y naturaleza; arte, sociedad y medioambiente.

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