POR GRACIELA AZCÁRATE
Murió la semana pasada a los 89 años. Fue un nortemericano que desde el puente de su país escribió las obras clásicas del siglo XX, como La muerte de un viajante y Panorama desde el puente. Resistió el macartismo, antepuso en su literatura lo que él llamó conciencia moral, fue marido de Marilyn Monroe y un polemista agudo.
En la década de los 40, en los Estados Unidos, la amargura irrisoria, la violencia sarcástica, el horroroso abismo contenido en la vida y el destino de Willy Loman, el agonista de su obra La muerte de un viajante, estaban unidos a símbolos conquistados, como por ejemplo, el refrigerador, que se adquiría en cuotas; cuotas de sangre. Esa refrigeradora a plazos era un modo, la forma y el contenido de la tragedia.
A los 34 años, Arthur Miller, comprendió el trasfondo de la anécdota trivial que constituye justamente su vigor trágico.
Miller estrenó La muerte de un viajante en 1949. Por esa obra recibió el Premio Pulitzer. Pero vendrían muchas obras de envergadura, siempre con énfasis en los valores familiares y morales, así como en la responsabilidad personal, y sobre todo los dramas expusieron en sus escenas la creciente fragmentación de la sociedad estadounidense.
Muchas de mis obras provienen directamente del centro de la sociedad contemporánea, porque hoy en día la familia se está desintegrando y la gente no vive mucho tiempo en el mismo lugar, dijo en una entrevista de 1988.
Esa dislocación es quizá parte de lo que nos inquieta, agregó. Da la sensación de que nada es realmente permanente.
Nació en Nueva York, el 24 de octubre de 1915, era hijo de un matrimonio de inmigrantes austríacos judíos y se educó en el proletario distrito neoyorquino de Brooklyn, plagado de inmigrantes. Su padre era un fabricante de ropa que se arruinó durante la llamada Gran Depresión de los años 30. El hijo trabajó en una tienda para pagar sus estudios de periodismo y luego estudió Letras en la Universidad de Michigan. Trabajó más tarde para la radio y antes de los 30 años comenzó su actividad como dramaturgo, con el estreno de su primera obra, Un hombre con suerte. Le siguió a ésta Situación normal escrita en 1944 y Todos eran mis hijos de 1947, que le entreabrió las puertas de Broadway, la calle teatral de su ciudad natal.
Muchos años después, Miller se enteró de que Todos eran mis hijos lo había introducido en las listas negras que comenzaron a circular al empezar a operar el tristemente célebre comité de Actividades Antinorteamericanas, presidido por el senador Joseph McCarthy.
La pieza fue retirada del repertorio del elenco teatral del Ejército estadounidense en Europa, durante la ocupación posterior a la Segunda Guerra Mundial, y el nombre de Miller señalado como poco recomendable en los servicios de inteligencia. Era una obra polémica que hablaba del enriquecimiento sucio mediante el embarque de motores que no funcionaban para la Aviación.
Arthur Miller se casó a los 25 años con Grace Slattery, con quien tuvo un hijo y una hija. Dieciséis años más tarde, el matrimonio se divorció y se casó con Marilyn Monroe el mismo año de su divorcio. El mejor cerebro americano unido al mejor cuerpo americano, ironizaría más tarde el novelista Noman Mailer.
Fue una de las figuras emblemáticas de las que sufrieron las investigaciones, acosos y condenas del Comité de Actividades Antiamericanas. En los interrogatorios, fue de los pocos que no se acogieron al silencio, aduciendo la protección constitucional, y se enfrentaron valientemente a las acusaciones del Comité, lo que le valió diversas condenas. Producto de esta experiencia, escribió en 1953 una de las mejores obras del teatro norteamericano, Las brujas de Salem, en donde rememora escenas de los interrogatorios inquisitoriales. El propio Miller compareció ante el Comité de Actividades Antiamericanas en 1956. Fue condenado por desacato, pero la sentencia fue apelada y Miller quedó finalmente absuelto.
En 1953, estrenó Las brujas de Salem, sobre el episodio de histeria colectiva provocado por unas adolescentes, que culminó con juicios por brujería y ahorcamientos a fines del siglo XVII en Massachusetts. Fue su respuesta a McCarthy. La obra creó la fórmula caza de brujas para aludir a aquél y a otros episodios de paranoia política.
No fue duro sin embargo con quienes no pudieron mantener la boca cerrada frente al Comité. En 1999, rindió honores a su antiguo amigo Elia Kazan, el inolvidable director de Nido de ratas y de Resplandor en la hierba, cuando Kazan recibió, con visible molestia por parte del Hollywood políticamente correcto, un Oscar honorario. Kazan sí había hablado. Presionado con amenazas acerca de cuánto le costaría su silencio, el cineasta mencionó como comunistas, entre otros, al maestro de actores Lee Strasberg y al dramaturgo a quien más le debía, Clifford Odets, autor de Esperando al zurdo, el más notable dramaturgo de los años 30.
Miller recordó que una de las víctimas del macartismo, Dalton Trumbo, había sido el autor de la frase en esa batalla no hubo héroes ni villanos, sólo víctimas.
En 1955, produce otro hito de su carrera, Panorama desde el puente. El desaliento y la muerte, estructuralmente unidos al fondo social, definían al nuevo trágico. Héroes, en efecto, que no ven su destino, pero lo avizoran en el fracaso siempre amenazante, como el antiguo oráculo, eran su materia principal. En 1961 se divorció de Marilyn y en 1962 se casó con la fotógrafa Ingebord Morath con la cual estuvo casado cuarenta años. Después de la caída de 1964, escrita después del suicidio de la Monroe, fue deplorada por autobiográfica. A esta obra siguió Incidente en Vichy, y más tarde El precio, con el sello de siempre.
El liberal de izquierda, a fines de 1970 escribió su desencanto sobre el marxismo en el ensayo El pecado del poder: Ha resultado una apreciación sentimental de la naturaleza del hombre, lo que no carece de comicidad, porque en un principio se trataba de la investigación de las dolorosas heridas del orgullo desmesurado del capitalismo. Este neoyorquino cuyo hobbie era la carpintería, también explicó la decadencia del teatro: La política lo ha sustituido, se ha teatralizado.
En 2000, visitó Cuba sin gran entusiasmo y en 2002 recibió en España el Premio Príncipe de Asturias. En 2004 estrenó en Broadway Finishing the Picture, en la que volvió a la Monroe presentada como un fantasma.
Su dramaturgia se interesó especialmente por la responsabilidad del individuo hacia los demás, el conocimiento de uno mismo y la realización personal. Escritas en un estilo sencillo y coloquial, tienen su origen en la conciencia social del autor y su compasión hacia los que son vulnerables y se dejan arrastrar hacia el mal camino por los falsos valores que impone la sociedad.