Para Semana Santa conviene hacer un programa de recreación y descanso. Una lista de cosas para llevar al resort o al campo; consejos sobre conducción y seguridad. Los que nos quedamos en casa podemos planear varias visitas a templos y lugares de esparcimiento, y a personas que nos necesitan y se alegran de vernos. También es tiempo propicio para hacer algunos arreglos y limpiezas en nuestras casas, y algunos ajustes en nuestras propias personas.
Se narra que el Maestro se apersonó a la casa de su padre. Había mucho desorden, mercaderes y cambistas ocupando los espacios reservados. Se molestó mucho, y echó por el suelo las monedas y las mercancías de los usurpadores, armándose tremenda trifulca. Sorprendentemente, ninguno de los afectados por esta repentina “operación limpieza” tuvo el tino de devolverle la agresión al visitante.
Se sabían culpables, por eso nadie reaccionó a tiempo, ni fue capaz de concertar una acción de protesta contra Jesús. Lo más insólito, quizás, era que durante mucho tiempo esas actividades venían ocurriendo a la vista de autoridades, sacerdotes, y gentes del pueblo, sin que nadie se quejase o hiciese algo al respecto. La situación se había hecho costumbre, o dicho con un lenguaje más actual: se había hecho parte de la cultura. Como se dice aquí de la corrupción: “que es parte de nuestra cultura”. Cosa similar sucede con nuestros cuerpos y nuestras mentes.
Nos acostumbramos a convivir con situaciones sociales, económicas, políticas que sabemos que son impropias y perniciosas. A menudo ni siquiera reparamos en ello. Un antropólogo famoso decía que el ambiente cultural se hace parte de nosotros, y tan nuestra que ni siquiera nos damos cuenta de su existencia, ni de que nos envuelve. Como tampoco el pez se da cuenta de que vive en el agua.
Parece que ignoramos que somos los únicos seres vivientes que estamos habitados por el Espíritu, es decir, que somos habitación o casa donde reside una entidad o sustancia espiritual. Jesucristo dijo que somos templos del Espíritu.
Las plantas y los animales tienen psiquismo, pero los únicos autoconscientes somos nosotros, los humanos. El hombre actual pareciera a menudo, como el templo aquel, estar habitado por cambistas y mercaderes, o por sus productos y servicios. Tal vez por esta razón nos gustan tanto los centros comerciales, los supermercados y las tiendas; en nuestro interior estamos colmados de trastes, baratijas y cachivaches. O acaso peor, infiltrados y anegados de ideas, hábitos, creencias, actitudes, ataduras, y compromisos ¡estúpidos!, que apenas le dejan espacio al espíritu de Dios, el verdadero y único dueño del templo. Jesús advirtió severamente acerca de esto: cada uno de nosotros es una viña del Señor.
No solo los fariseos y mercaderes de entonces, sino a todos los que se apropian o hacen mal uso del plan original de Dios, y los que usamos nuestros cuerpos como cuevas de ladrones. Este es un tema para reflexionar, por lo cual usted, entre los artículos y utensilios que lleve en Semana Santa, si cabe en su maleta, llévese éste.