Asalto a mezquita pakistaní causó alarma

Asalto a mezquita pakistaní causó alarma

NUEVA YORK — Una pesadilla parecía estarse desarrollando la semana pasada cuando comandos tomaron por asalto una mezquita islámica intransigente en la capital de Pakistán. Con al menos 87 muertos, pareció como si el enfrentamiento pudiera desencadenar un levantamiento islámico en la única nación musulmana con armas nucleares del mundo.

En vez de ello, pocoas personas asistieron a las protestas organizadas por partidos religiosos el viernes. Lo que la batalla en la mezquita pareció revelar fue cuán compleja es la política paquistaní, y cuán lejos están los radicales islamita de conseguir un extenso apoyo popular, dijeron analistas paquistaníes y estadounidenses.

«No hubo levantamiento porque la sociedad no es radical y se opone más al extremismo de lo que piensa la mayoría de los comentaristas», dijo Frederic Grare, analista sobre Pakistán en la Fundación Carnegie para la Paz Internacional en Washington. «El choque demuestra que la mayoría de la gente respaldará una política destinada a reducir la influencia de los radicales».

Cuando los intransigentes atrincherados dentro de la mezquita llamaron a un levantamiento popular, los paquistaníes promedio los ignoraron. Cuando los radicales mataron al máximo oficial del ejército en el lugar, surgió la orden del general Pervez Musharraf, el cada vez más impopular líder militar del país y respaldado por Estados Unidos, de sofocar el desafío a la autoridad militar. Cuando terminó, el general pareció haber hecho más sólido su apoyo de otros oficiales del ejército, su base de poder más importante.

Si puede aferrarse al poder es otro asunto, sin embargo, ya que sus mayores rivales para el apoyo popular no son los radicales sino los miembros del insatisfecho movimiento democrático laico de Pakistán. Lo respaldaron contra los islamitas, pero aún quieren que él y los militares dejen el poder.

Y los militantes siguen siendo una fuerza peligrosa, aunque pequeña o impopular.

Analistas paquistaníes predijeron que habría ataques terroristas en represalia por el enfrentamiento de la semana pasada, quizá incluso intentos de asesinar a Musharraf. Pero también dijeron que es probable que los ataques se centren en su área de mayor influencia, a lo largo de la frontera afbana en el noroeste en gran medida anárquico del país, y es poco probable que desestabilicen al resto de Pakistán. «Pienso que habrá un aumento en los ataques terroristas, pero no será sostenido», dijo Talat Masood, general retirado del ejército y analista paquistaní.

Viendo a futuro, los interrogantes para los líderes de Pakistán siguen siendo cómo contener al número relativamente pequeño de radicales violentos mientras se resuelven las tensiones crecientes en la mayor batalla política entre líderes militares y civiles.

Una duda es si Musharraf ahora empezará una represión más amplia contra los radicales y los partidos religiosos que los apoyan. El ejército de Pakistán ha usado desde hace tiempo a esos radicales como combatientes en India y Afganistán, mientras que sus partidos fueron aliados de facto contra los demócratas laicos.

Pero el gran interrogante es si el general puede sobrevivir a un creciente movimiento pro-democrático encabezado por civiles que está desafiando al régimen militar. Las protestas por su decisión de destituir al jefe del Tribunal Supremo continúan. Las tensiones étnicas y regionales persisten. Las elecciones presidenciales y parlamentarias están programadas para este otoño e invierno.

«Si los desafíos políticos generales continúan», dijo Teresita Schaffer, directora del área del sur asiático del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, «se pudiera ver un estado de emergencia o alguna otra represión generalizada; la cual probablemente será descrita a Estados Unidos como una represión contra los extremistas, pero que realmente estará sofocando a la disidencia política».


La semana pasada, funcionarios del gobierno de Bush continuaron expresando apoyo a Musharraf, pero Grare y otros analistas dijeron que los paquistaníes son más ambivalentes.

Entre los ciudadanos de Pakistán, dijo Grare, «no es seguro que el apoyo expresado para esta acción específica compense la oposición a la dictadura militar».

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