Asalto al Capitolio y violencia en los Estados Unidos

Asalto al Capitolio y violencia en los  Estados Unidos

-II-
Si bien los Estados Unidos fueron creados y diseñados como nación y Estado por intelectuales, pensadores, científicos, inventores y artistas, incluyendo los llamados Padres Fundadores (Thomas Jefferson, John Adams, George Washington, John Jay, James Madison, Alexander Hamilton y Benjamín Franklin, entre otros), fenómeno que abría de convertirlo, tras la Segunda Guerra Mundial, en la mayor potencia económica, política, militar y cultural del planeta; no es menos cierto, también, que como país ha tenido la violencia como tradición, la que lo ha marcado desde su génesis, en los niveles bajos y altos de su estructura social y burocrática.

A esto se agrega su decidida vocación de expansionismo territorial allende los mares, a través del recurso de sus cañoneras y portaviones, y más recientemente con el uso de sofisticados drones, generados por la más avanzada tecnología.

Una prueba de ello es el altísimo dispositivo de seguridad presentado, el pasado 20 de enero, en el Capitolio de Washington y zona circundante; son tan graves y complejas la contradicción y la división que vive la sociedad estadounidense, que el FBI investigó a los guardias que protegieron esa ceremonia, al tiempo que el Departamento de Defensa mostró su preocupación por la posibilidad de que se produjera una nueva agresión al Capitolio.

Dada esa situación, según la Associated Press, había “temores de que las mismas personas asignadas a proteger la ciudad (…) pudieran representar una amenaza para el Presidente entrante y otras figuras importantes en la ceremonia”. (Hoy, 19 de enero, 2021, p. 10 B).

El propio secretario del Ejército, Ryan McCarthy, informó que habían revisado contínuamente el proceso, dando un segundo y tercer vistazo a cada uno de los individuos asignados a esa operación.

En su libro sobre la línea pentagonista en la historia de ese país, Juan Bosch advierte: “…los Estados Unidos comenzaron muy temprano –cuando todavía eran colonias inglesas- a glorificar a los hombres de armas.

Su gobierno era civil, su sociedad era civil, no militar, pero el pueblo adoraba a los guerreros vencedores.

Este sentimiento de adoración a los militares se desarrolló paralelamente con la organización civil del gobierno y de la sociedad; y eso explica que al mirar hacia el gobierno y hacia la sociedad de Norteamérica los demás pueblos del mundo se fijaran en su aspecto civil y no pusieran atención en las actividades militares de los individuos.

Al final, la inclinación hacia las virtudes militares acabó impregnando el país, y hoy los Estados Unidos son una nación de guerreros”. (El pentagonismo, sustituto del imperialismo, Aguilar, Santillana.

Ediciones Generales, Madrid, España, S.L., 2005, pp. 66-67).
El más destacado testimonio de esa conducta, lo ofreció el trumpismo en sus recientes acciones.

Ya el 25 de mayo (2010), el afroamericano George Floyd fue asfixiado mientras estuvo detenido por la policía, lo que generó contundentes movimientos de protestas en Estados Unidos y en el mundo contra la discriminación racial y el trato policial a los afroamericanos.
El asesinato de cuatro presidentes estadounidenses (Abraham Lincoln, Rutherford B. Hayes, William McKinley y John F. Kennedy) da la medida del grado de violencia acumulada en esa sociedad.

A ellos se agregan otras víctimas, como el asesinato de Martin Luther King, el 4 de abril de 1968, y el intento de homicidio a Ronald Reagan, el 30 de marzo de 1981.

Gran impacto interno y externo tuvo el asesinato del aspirante a la Presidencia, senador Robert Kennedy, a raíz de participar en las primarias para la nominación presidencial por el Partido Demócrata, el 6 de junio de 1968.

Consciente de la complejidad del momento que vivía el país, el profesor Bosch llegó a “comentar como irremediable e inevitable la muerte de Robert Kennedy”, y en carta a su esposa, Carmen Quidiello, desde Benidorm, Alicante, España, al conocer el crimen, el 9 de junio de 1968, presentó este estremecedor panorama:

“Todavía debemos esperar cosas peores. Como le dije a Rafa (Rafael) Gamundi y me oíste a menudo, éste es un año en que para los Estados Unidos se romperá el eje de la Tierra.

Es un fenómeno inevitable. Un país tan poderoso no puede vivir sin un principio que una a toda su población, y sobre todo no puede ejercer el poder de manera tan brutal, a los ojos de todo el mundo, sin estimular en sus propios ciudadanos el deseo de ejercerlos ellos también, cada uno dentro de sus posibilidades.

El poder sin una base moral es una fuerza desintegradora cuanto mayor es y cuanto más se usa solo para defender intereses”.

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