Asalto al Capitolio y violencia en los Estados Unidos

Asalto al Capitolio y violencia en los Estados Unidos

La violencia es parte de la tradición cul- tural, política y social de Estados Unidos

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Una vez más, la violencia ha llevado luto y dolor a la sociedad estadounidense: un joven sirio de 21 años, Ahmad Al Aliwi Alissa, disparó este lunes (22 de marzo) con rifle de asalto, en un centro comercial de Boulder, Colorado, dejando un saldo de 10 muertos.

Inmediatamente, el presidente Joe Biden pidió prohibir la venta de armas de asalto al público en los Estados Unidos. “No podemos esperar un minuto más. Es de sentido común actuar ante una plaga que desangra el país y destroza vidas y familias”, proclamó el mandatario sin ocultar impotencia.

Asimismo, el expresidente Barack Obama expresó que “no debería ser posible que una pandemia que sucede una vez cada siglo sea lo único que haya hecho que se redujeran los tiroteos de masas”, en referencia al vovid 19. “Ha llegado la hora de que todos los líderes escuchen al pueblo americano cuando dice basta ya”, precisó.

Esta tragedia en el Estado de Colorado, es el segundo tiroteo masivo en una semana tras el asalto con ocho muertos a tres centros de masaje de Atlanta, Georgia, el 16 de marzo.

Tal como ha quedado dicho en esta miniserie de artículos, la violencia es parte de la tradición cultural, política y social de los Estados Unidos. Se expresa también en las amargas palabras de Biden y Obama.

Y en la confesión del español José Luis Jiménez, profesor de la Universidad de Colorado: “No es algo que resulte nuevo. En la Universidad nos entrenan para posibles tiroteos de masas, nos dicen que debemos escondernos, correr y llegado el caso luchar”.

Se trata de una nación que vive una profunda crisis de identidad, y una etapa de transición: su condición de potencia hegemónica en lo económico, lo militar y político cada vez se reduce más.

De ello son ejemplos sus crisis financieras desde los años 80 del siglo pasado, y hay síntomas de esa crisis general: que Donald Trump figure en su historia como presidente del país, con la posibilidad de ser candidato de nuevo por el Partido Republicano en las elecciones de 2024; así como el fracaso de sus planes, en el marco de la geopolítica, en Siria, Libia y Venezuela, entre otros.

El presidente Biden, en su rueda de prensa de este jueves (25 de marzo), admitió que su país mantiene una dura competición con China, y sentenció que “Su principal objetivo (de China) es convertirse en el país líder, el más rico y el más poderoso del mundo. Eso no va a pasar bajo mi mandato”.

Ahora uno pregunta: Cuando no esté Biden en el mando, ¿se convertirá China, entonces, en “país líder”? Que sepamos, nunca antes un presidente estadounidense había puesto en discusión, sin que se lo preguntaran, la superioridad de su nación frente a un competidor.

Además, resultan inquietantes las maneras de Biden calificar a los líderes de las otras dos grandes potencias mundiales: “Putin es un asesino. El pagará el precio por intervenir en las elecciones de Estados Unidos.” Y en la rueda de prensa de este jueves, expresó que “Xi Jinping no tiene un solo hueso democrático en su cuerpo”.

El francés Alain Badiou, uno de los pensadores contemporáneos más influyentes en el debate público, en una conferencia sobre el triunfo de Trump en 2016, expresó:
“Lo que ocurre en este momento es que dicha oligarquía política se ha visto debilitada en el mundo occidental y poco a poco está perdiendo el control de la máquina capitalista.

Por definición, el capitalismo global se preocupa muy poco por los efectos devastadores que causa en tal o cual país.

Y si bien la burguesía contemporánea tiene, en cierta medida, un carácter global y vive tan cómodamente en Shanghái como en Chicago, Berlín o San Pablo, los políticos, en general, ejercen sus funciones a nivel nacional, incluso si dependen en gran medida de la situación de las multinacionales.

Los gobiernos, a raíz de graves crisis, falsas promesas o ”soluciones inapropiadas”, suelen provocar entre su propio pueblo –y a gran escala- frustraciones, malentendidos, ansiedades y ligeras revueltas.”

Así, con todo y la aprobación del Congreso de 1.9 billones de dólares del plan del presidente estadounidense para frenar la crisis desatada por la pandemia, la estela del 6 de enero en el Capitolio no se apaga.

Los 5 mil soldados de la Guardia Nacional que desde entonces custodian su sede, debían retirarse el 12 de marzo, pero la Policía del Legislativo solicitó extensión por 60 días más. Y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, proclamó: “ La Guardia Nacional debería quedarse todo el tiempo que fuese necesario”.

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