Asesinar un periodista es un atentado a la sociedad y no puede quedar impune

Asesinar un periodista es un atentado a la sociedad y no puede quedar impune

La violencia criminal en diferentes zonas del país, motivo de creciente inquietud en la población, a pesar de las cifras y versiones de las autoridades sobre una supuesta disminución, sacó nuevamente su tenebrosa cabeza en Bonao con el asesinato del reputado periodista Blas Olivo.

Una sangrienta agresión como ésta, execrable en cualquier caso o circunstancia, se convierte además en un hecho abominable y objeto de la más enérgica condena cuando afecta a un ciudadano que se ha distinguido en la sociedad por su trayectoria digna y recta.

De bajo perfil, sin inclinación a la polémica alegre y tremendista de algunos comunicadores, que hacen cualquier señalamiento sin el debido sustento, siempre se manejó con mucha profesionalidad y respeto en el quehacer periodístico y como relacionista público hizo importantes aportes a la bibliografía de la agropecuaria nacional.

Aún así, por su sentido de responsabilidad y conducta vertical, sólo posible cuando se está exento de ataduras o compromisos espurios, en algún momento Olivo pudo haber chocado contra intereses oscuros o un sector con cierta influencia o poder, lo que habría dado pie a una trama criminal.

Esto es, naturalmente, tan solo una hipótesis o posibilidad, pero debería formar parte de las indagatorias y en ningún caso descartarse, ya que a veces sin proponérselo un periodista pisa cayos de algunos canallas o personajes siniestros que, con manifiesta prepotencia, se creen por encima del bien y del mal y ordenan crímenes con pasmosa tranquilidad.

Aunque debe formar parte importante de las pesquisas policiales y del Ministerio Público, lo relevante en primer término no es establecer o especular acerca del posible móvil del atentado, sino realizar una exhaustiva investigación para ubicar y detener a los asesinos lo más pronto posible.

La Policía dice tener pistas precisas y que ya pisa los talones a los asesinatos, aunque declina ofrecer detalles más precisos para no entorpecer las investigaciones y evitar que éstos puedan facilitar la fuga y dificultar la labor de detención.

Una vez detenidos los presuntos agresores es importante determinar si actuaron por cuenta propia o por encargo, en cuyo caso habría autores intelectuales interesados en silenciar la voz de un profesional y comunicador que por su seriedad no podía ser manipulado o prestarse a causas non santa.

En este difícil momento para la familia de Blas, sus amigos y colegas de la comunidad periodística y ciudadanos sensibles y respetuosos del trabajo de la prensa a favor de la democracia y del libre juego de las ideas, han expresado su solidaridad y se mantienen vigilantes exigiendo esclarecimiento y justicia para que este horrendo crimen no quede impune.

A la vez exigen que se prevenga y combata con energía la intolerancia criminal, mientras día a día dan seguimiento a la afirmación policial de que se aproxima la esperada captura ante este infame y doloroso episodio para que los culpables puedan ser juzgados de forma rápida y ejemplarizadora.

Con esto interpretan fielmente el sentir de una parte apreciable de la sociedad dominicana, conturbada por tantos hechos sangrientos que tienden a ampliar una atmósfera de temor y seguridad en la ciudadanía.

De ninguna manera podemos permitir que el crimen y la delincuencia sigan ganando terreno, en perjuicio de la seguridad ciudadana y del sagrado derecho de las familias honradas y trabajadoras a vivir en paz, sin angustias, amenazas y tenebrosos dictámenes de muerte.

 

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