Asesinatos bajo fraude de accidente

Asesinatos bajo fraude de accidente

A Quique Rodríguez
In memoriam

Bajo este epígrafe reseñaba la sección “Sucesos”, página 3 del Diario “El Caribe” de fecha 31 de agosto de 1960 la noticia de que “el ingeniero. Fausto Enrique de Jesús Rodríguez Pérez (Quique) y el chofer de la camioneta  placa 1966, Ramón Antonio Guante, murieron instantáneamente al precipitarse el vehículo por un precipicio en el sitio denominado “Los Cuatro Vientos” entre los kilómetros 29 y 30 de la carretera Enriquillo”, (entre Barahona y Azua).

“El Ing. Rodríguez Pérez al servicio de la Liga Municipal Dominicana, había salido el jueves 25 de la semana pasada de Ciudad Trujillo según se supone en viaje de inspección.”

Era natural de Moca y residente en Ciudad Trujillo y Guante de San Cristóbal y residente también en la capital.

Puntualizando: “el sitio denominado Los Cuatro Vientos es muy conocido de las personas que acostumbran viajar a la región, por el peligro que representa, ya que hay precipicios de cientos de metros de profundidad”. Añadiendo: “las circunstancias en que ocurrió el accidente permanecen desconocidas por no haber sobrevivido nadie y por falta de testigos oculares”.

“El ingeniero Rodríguez estaba casado con Ana Viñas con quien había procreado 3 hijos: Ana Teresita de 3 años, Fausto Enrique de 2, y Pablo Sully de siete meses”.

El pasado domingo 29 de agosto se cumplieron 50 años de dicho “accidente” ocurrido en la Era de Trujillo, en memoria de cuyo pariente Quique, nos reunimos sus familiares y amigos más cercanos, en la Parroquia Universitaria Santa María de la Anunciación de esta ciudad, donde fue ofrecida una Eucaristía en su memoria, celebrada por el RP Ramón Alonso.

Si bien es cierto que en aquel citado “accidente” nadie nunca creyó, pues era de todos conocida esa maniobra con la cual se segaron tantas vidas en la funesta era, sino también porque sus familiares sabían y se les había puesto al tanto de los antecedentes que mediaron antes de este despiadado suceso.

Años más tarde luego de decapitada la tiranía, el 17 de febrero de 1962 Aná Teresita de Jesús Viñas denunció al Magistrado Procurador General de La República Dr. Eduardo Antonio García Vásquez el asesinato de su esposo, solicitando que los funcionarios competentes realizaran las investigaciones correspondientes a los fines de que la justicia se encargara de sancionar a los autores o cómplices de este repugnante hecho criminal. Luego del cumplimiento de todos los trámites, se inició el proceso No.88 del año 1962, respecto a la investigación sobre la verdadera causa de la muerte del ingeniero. Fausto Enrique de Jesús (Quique) y se puso en movimiento la Acción Pública.

De las investigaciones practicadas al respecto se estableció que –supuestamente- en el caso existían graves indicios de culpabilidad a cargo de los nombrados: Dr. Héctor Pérez Reyes, Dr. José Sobá,  Rubén Darío Peña Cabral y Luís Romero, según reza el segundo considerando del Magistrado Juez de Instrucción de la Primera Circunscripción del Distrito Nacional, Dr. Fernando A. Silié Gatón, mediante Auto de fecha 12 de abril de 1962, solicitando al Magistrado Procurador Fiscal del Distrito Nacional, si lo juzga pertinente, de Auto Introductivo para instruir la sumaria en relación con los hechos investigados por ese Juzgado de Instrucción contra los citados precedentemente, el cual fue otorgado mediante Auto del Magistrado Procurador Fiscal del Distrito Nacional, Dr. Bienvenido Figuereo Méndez, de fecha 17 de abril del 1962. Págs. 7 y 8 del proceso.

Al momento de ocurrir “el accidente” dichas personas se desempeñaban, el primero como Secretario General de La Liga Municipal Dominicana y por tanto Jefe inmediato de Quique Rodríguez, que era el Encargado del Departamento de Ingeniería de dicha institución; el segundo era el Secretario de Interior y Cultos y presidente ex oficio del Comité Ejecutivo de La Liga Municipal Dominicana. El tercero por su parte, era miembro del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y el cuarto era militar.

De los interrogatorios practicados salieron a relucir, entre otras, como posible causales para  que Trujillo ordenara  el asesinato: el parentesco de la víctima con el general Juan Rodríguez García (Juancito) y el hecho de que se mostrara como desafecto al régimen; además se mencionó  una bofetada que el padre del ingeniero Quique García habría propinado a Sobó.

Dicho proceso solo se quedó en la fase de instrucción, de cuyo expediente obtuvo la viuda de Quique en ese entonces una copia fiel a su original, facilitada por el Procurador General de la República antes mencionado, actualmente en poder del suscribiente de este artículo el cual consta de 129 páginas.

Lamentablemente dicho caso no fue conocido nunca en un juicio de fondo, oral, público y contradictorio por lo que se puede afirmar que no se hizo una concluyente y definitiva justicia humana, la cual por clarificadora, hubiese resultado, en el fondo, de interés para todas las partes, pero perimió hace ya muchos años en los tribunales de la República.

Sin embargo y en honor a la verdad histórica se hace necesario aclarar que independiente de la supuesta inercia de la justicia de aquel entonces para dar continuidad a dicho proceso, por parte de la familia de Quique, primó, de manera principal, el espíritu de auténtico perdón cristiano, al mismo tiempo para que sus hijos no crecieran y se formaran en un ambiente de odios ni resentimientos, como al efecto sucedió, como veremos mas adelante, lo cual técnicamente se manifestó en no haberse Constituido en Parte Civil.

En coherencia con lo expuesto precedentemente, nosotros su familia, nos mueve más en esta ocasión, destacar los méritos y valores morales que caracterizaron la joven vida de nuestro pariente llevado a destiempo, como el más justo y merecido homenaje a su memoria, a saber:

Fue el producto cuidadoso de una equilibrada educación, forjada dentro de los parámetros del padre de formación militar y los detalles de la madre educadora.

Excelente hijo, hermano, esposo,  padre y amigo.

Auténtico cristiano y hombre de principios a carta cabal.

Esforzado, pues desde su adolescencia se dedicó a la fotografía como forma de recabar recursos para costear sus estudios secundarios y posteriormente los universitarios con la reproducción y venta de sus cátedras.

Honestidad y pulcritud  a toda prueba, como norma y guía de su vida integral, tal como lo demostró en todas las actividades de su vida familiar y laboral, cuyo inmaculado ejercicio profesional cuidaba celosamente desde lo más profundo de su ser.

Era sano y sincero consigo mismo y con los demás, al extremo de ser muchas veces ingenuo, lo que posiblemente contribuyó a ser factible su trágico deceso.

Poseía un valor espartano, sin más límites que los atinentes a preservar y cuidar su vida, en función de la responsabilidad que sabía le correspondía luego de ser esposo y padre de tres hijos menores de edad, entre otras cualidades que adornaban su vida.

Finalmente, nadie mas calificado que su segundo hijo, el mayor de los varones, Ing. Fausto Enrique de Jesús Rodríguez Viñas para a continuación citar una parte de sus palabras en ocasión de expresar su gratitud por sí y sus demás hermanos y familia en general, al cabildo de la ciudad de Moca, por haber rotulado una calle de dicha ciudad natal con el nombre de su padre, en fecha 10 de octubre de 1987.

“Desgraciadamente nosotros sus hijos no podemos contar muchas cosas  que recordemos de nuestro padre, pues el destino no nos permitió el privilegio de también nosotros admirarlo como muchos hicieron  ¡Que Hombre debió ser éste! Un hombre que confesaba entre amigos y parientes que el mayor placer de su vida era llegar a su casa tras una larga jornada de trabajo y ser recibido con un caluroso saludo de sus hijos y un prologado papá”

“Pero cuando apenas mi hermana mayor y quien les habla aprendíamos a dar nuestros primeros pasos para lanzarnos a sus brazos amorosos y balbucear las primeras palabras para decirle papá y con nuestro hermano menor con solo 7 meses de nacido, ocurrió su partida a destiempo, apenas contaba con 29 años de edad. No fue ni voluntaria ni natural”.

“Un fatídico 29 de agosto de 1960, nuestro padre fue arrancado abruptamente y para siempre de nuestro lado al fallecer en el lugar denominado “Los Cuatro Vientos” de Barahona en uno de los “accidentes” automovilísticos propios de la era”.

“Pero aunque nuestro padre de la tierra se nos fue, el Padre celestial no desampara nunca a sus hijos y fue así que tras insoslayables esfuerzos de nuestra madre, aunados años mas tarde a los de nuestro padrastro Cristóbal Pérez Noboa, crecimos y fuimos educados en un hogar firmemente establecido sobre bases auténticamente cristianas y solidamente morales convirtiéndonos en orgullosos hijos de Quique”.

Luego de señalar que “en sus pechos no se anida rencor para nadie…” –concluye- “en cambio ha madurado en nuestros corazones el amor y la gratitud  hacia todas aquellas personas que nos han enseñado quien fue nuestro padre, cuyas cualidades méritos y propósitos nos llenan de inmensa satisfacción y sereno orgullo, para seguir adelante sin desmayos, para ser como él: magnífico hijo, hermano, esposo, padre y excelente ciudadano de esta patria y así seguirlo proyectando a nuestros hijos.”

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