Asesinatos y suicidios ¿fracaso del humanismo?

Asesinatos y suicidios ¿fracaso del humanismo?

El año pasado ha sido, según las horribles noticias de la prensa, como aquel mes de abril de T. S. Elliot, uno de los más crueles, desde la Escandinavia donde nadie pasa hambre a tranquilos pueblos de Estados Unidos donde imaginamos una vida arcádica.

 En el mundo entero aterran los crímenes contra mujeres y niños, aunque también, de vez en cuando esgriman armas letales hembras y menores.

 Particularmente en nuestro país la modalidad de acabar con todos y largarse para no tener que padecer ni el escarnio público ni la persecución judicial presenta un rostro diferente de irresponsabilidad ciudadana y familiar.

 Consterna leer la frecuencia de asesinatos seguidos de suicidios, no solo de la pareja sino de familiares cercanos al asesino o a los asesinados. ¿A qué se debe esta modalidad tan cruel?

 ¿Dónde se origina realmente el gran fallo? ¿Cuál es el motivo real de tantos hechos sin aparentes motivos si vivimos en una época anti-romántica? Los noviazgos ya no son experimentos sentimentales sino prácticas sexuales apresuradas a veces y otras consentidas. Las serenatas, las ‘esquinas’ y hasta las cartas han pasado de moda. Los llamados ‘móviles’ comunican y contactan a cualquier hora por la voz o por internet. La mecánica de los encuentros secretos, los apretones apresurados de manos o los besitos a escondidas a cándidas muchachas pertenecen a un remoto pasado.

 Hemos desterrado la poesía de todas partes. Nadie recita en las escuelas, aunque cuando aparece alguien que sabe decir hermosos versos todo el mundo calla y escucha; cada vez se recita menos en la tele o en la radio y de la prensa escrita o virtual prácticamente ha desaparecido el poema, mientras desde los juegos más inocentes a las películas más taquilleras todo está teñido de violencia y a más crueldades y martirios más éxitos de taquilla.

 ¿Ha fracasado el poeta o la poesía? Las bachatas, los raps, los merengues, las baladas incluso, tienen letras torpes y cursis. Por radio y televisión se escuchan a personas que suponemos cultas expresándose tan mal en nuestra lengua, que hemos llegado al colmo que las libertades soportan: Se ha llegado a lo soez.

 ¿Dónde hay ejemplos edificantes? Todos somos ‘tígueres’ y como tales actuamos. Pero eso no explica ni justifica estos crímenes públicos o a familiares, que en los casos del Norte de Europa o de USA consternan a todos por haber sido cometidos por gentes que no han carecido de lo elemental ni han conocido el hambre.

 ¿Qué está pasando? Asistimos al fracaso del espíritu. Detestamos lo mítico y nos hemos envuelto en un desaforado materialismo feroz. ¿Son solo culpables la ostentación, el mal gusto o el amor al dinero con la exclusiva finalidad del gasto y la acumulación?

 Me consterna que cuando se hable de educación no se mencione la doméstica, ni se exponga que los valores morales deben mamarse en el pecho materno y ejercerse a la sombra de los calzones de los progenitores. Pero vivimos en una espiral sin fin: ascendemos rápidamente bajo el parasol del delito, el peculado, las transgresiones legales, el robo como institución social en las pocilgas que ahora son doradas y tienen elevadas formas de rascacielos, o suntuosas villas que envidiarían algunos emperadores, donde las almas están podridas y se revuelcan  en el fango de millones mal habidos que muchos viciosos ni pueden disfrutar a veces.

 Por eso es que lanzamos las preguntas: ¿Ha fracasado el humanismo? ¿Hemos fracasado como padres, como orientadores, como religiosos, como maestros? Sí, hemos fracasado. Vivimos en un mundo que ayudamos a construir y que se desmorona encima de nosotros llenándonos de vergüenza y dolor. Debemos reconocerlo: Hemos fracasado. De ese fracaso debemos aprender para que las próximas generaciones puedan salvarse. 

 ¿Existe una fórmula mágica? Sabemos que no, que debemos empezar de cero y volver a una tabla rasa de valores a edificar paso a paso el edificio espiritual del futuro. Ha llegado el momento de la poesía. Empecemos por recitar hermosos y edificantes versos, no solo en los libros sagrados, en los profanos, porque siempre convivieron, como dice Francisco Luis Bernández “los perfumes y las armas”. Oigamos música de verdad, admiremos lo maravilloso que hemos construido y conservemos lo poco bueno que nos queda.

 O las noticias de mañana en primera plana serán las mismas tragedias sin razones y sin motivos profundos. Aún quedan cosas hermosas en este planeta a las cuales aferrarse si hemos aprendido a reconocer que cada amanecer es un regalo irrepetible y el cuerpo humano un milagro que debemos amar y reverenciar, sean cuales sean nuestras creencias, como residencia de lo eterno.  

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