Ante el cuerpo inerte de un hermano, víctima de crimen, el obispo católico Freddy Bretón, de Santiago, formuló un llamado al desarme de los espíritus y a la suma de voluntades de sectores para enfrentar los hechos que conmocionan a la sociedad. Sus palabras incluyeron el oportuno reclamo de que las autoridades de orden público cumplan el papel que les corresponde contra ese flagelo. La muerte a cuchilladas de Domingo Evangelista Bretón, atacado brutalmente por asaltantes en Licey al Medio para despojarlo de su medio de locomoción, ocurrió al tiempo en que Santiago de los Caballeros está sometida a una embestida de delincuentes que viajan en motocicletas, herramientas tan comunes en esas manos como las diversas armas segadoras de vidas a nivel nacional.
Los malhechores que parecen de claro perfil en las vías públicas, reaccionan a los estímulos de la falta de respuestas efectivas a la criminalidad que no impliquen la drasticidad de métodos sangrientos, similares a los delictivos, a través de «intercambios de disparos», sembradores adicionales de violencia. Si se carece de movilidad y personal suficiente; si son exiguos los medios para las alertas preventivas y las respuestas directas; si la justicia sigue permitiendo que retornen fácilmente a las calles a reincidir los individuos más dados a asaltar y matar, no podrá hablarse de adecuada protección a la ciudadanía.
Pocos límites a los alcoholes
Añadir a la publicidad del alcohol coletillas de advertencia sobre lo dañino que podría resultar al organismo no es suficiente si el objetivo es atenuar, en nombre de la salud pública, los consumos excesivos e irresponsables de bebidas que en ocasiones incluyen permitir el acceso de menores de edad a ellas, perjudicial tolerancia contra la que actuaron apropiadamente el fin de semana autoridades especializadas de Santo Domingo incursionando en establecimientos de labor nocturna.
Convendría recurrir a restricciones institucionales que son comunes a países más preocupados que este por la trágica relación entre la embriaguez, los accidentes de tránsito y los crímenes. Falta aquí la severidad de un reglamento que solo autorice el expendio a determinados tipos de negocios para impedir su omnipresencia en la sociedad.