Asesinos silenciosos: medicamentos falsos y vencidos

Asesinos silenciosos: medicamentos falsos y vencidos

El negocio de las falsificaciones, alarmantemente próspero en el país, tiene su más cruel y nociva expresión en la adulteración de medicamentos, un delito sin límites ni fronteras, de alta rentabilidad y menor riesgo que el narcotráfico, al que se equipara por los beneficios millonarios que genera, por las muertes silenciosas que provoca.

Muertes lentas que no quedan registradas en el saldo mortal de la ola delictiva.

Asesinatos por igual, no con tiros en un ajuste de cuentas, las víctimas caen abatidas gradualmente con fármacos simulados con un polvillo blanco, menor dosis o ninguna sustancia activa. Muerte insospechada, ocasionada día tras día con un medicamento falsificado, aunque algunos suelen tener efectos letales inmediatos.

Con el tráfico ilícito de productos farmacéuticos, delincuentes encorbatados se enriquecen sin grandes sobresaltos y poca inversión. Utilizan ingredientes baratos y no incurren en costos asociados con la garantía de la calidad o la fabricación segura.

Esta actividad criminal se incrementa impunemente en República Dominicana, uno de los países con mayor falsificación de medicinas en América Latina, por la permisividad, los deficientes sistemas regulatorios de vigilancia y supervisión de la calidad y venta de productos médicos.

El Ministerio de Salud Pública, a través de la Dirección de Drogas y Farmacias, no tiene control de la situación, demostrándose año tras año la incapacidad del Estado a través de sus instituciones sanitarias, policiales y judiciales para frenar este comercio ilegal, erradicar definitivamente la falsificación de marcas y fórmulas patentizadas.

Grupos internacionales del crimen organizado explotan la debilidad y lagunas de los sistemas de salud de naciones como la nuestra, se infiltran en la cadena de suministros médicos legales con una oleada de medicamentos falsos que, en muchos casos, solo se distinguen de los auténticos con pruebas de laboratorio.

Avalancha. Los seudofármacos, de producción local o extranjera, que llegan al país hasta con registro legal, proliferan cual plaga que una que otra vez podan y fácilmente retoñan, al no ser combatidos con la energía y persistencia que amerita.

Contrabandeados, adulterados, vencidos y reetiquetados, sin registro sanitario, un alud de medicamentos peligrosamente falsos que, a la par con el robo de productos farmacéuticos y la venta de muestras médicas vencidas, ponen en riesgo la salud, atentan contra la vida. Los falsificadores no discriminan entre medicinas simples y las determinantes para la sobrevivencia, adulteran una amplia gama, desde analgésicos hasta las administradas contra el cáncer y enfermedades cardiovasculares.

Los daños son severos, de acción gradual y a veces inmediata, como la muerte de dos personas al administrársele hace tres años una antitetánica falsificada en un hospital de la Capital, un hecho confirmado por Salud Pública.

En la ocasión se demandó de ese Ministerio una estrategia real y efectiva para detener la producción y venta ilegal de fármacos, y evitar que se repitan hechos similares.

En vez de decrecer, desde entonces, el mercado ilícito se acrecentó, afectando notablemente al sector farmacéutico dominicano.

Además, estas acciones delicuenciales tienen otras repercusiones negativas. Ha sido aprovechada por multinacionales farmacéuticas y gobiernos de sus respectivos países para desvirtuar el concepto de la falsificación y vincularlo a las patentes de invención.

Sin barreras. La globalización quita barreras a las falsificaciones, amplía las redes de distribución, pero por su complejidad, los medicamentos falsos resultan difíciles de rastrear.

El avance tecnológico facilita su producción masiva a precios más bajos, permite reproducir etiquetas y empaques de calidad. Internet agiliza la comercialización de estos asesinos silenciosos que sin valladares cruzan la frontera.

Entidades de salud, como la Alianza Europea para el Acceso a Medicinas Seguras, han advertido que muchos fármacos vendidos con receta por la web son falsos.

A través de las redes o del comercio tradicional, el tráfico de medicinas falsificadas constituye una industria global que genera miles de millones de dólares, dirigida principalmente a los países en desarrollo de frágil institucionalidad como RD.

Perjuicios. Los falsificadores engañan de manera deliberada y fraudulenta en cuanto a su identidad, origen o contenido de los medicamentos falsos o adulterados, etiquetados para ser vendidos como auténticos. Están compuestos por ingredientes sin efecto terapéutico, al no tener la sustancia activa o en proporción insuficiente, e inclusive poseen elementos tóxicos.

En el país no existe data del porcentaje de fármacos adulterados y sus concentraciones, pero los que incurren en esta acción criminal invierten poco, los sustitutos de la sustancia activa son a veces inocuos, aunque nocivos por la ausencia de la acción terapéutica.

Para fabricarlos utilizan diversas sustancias, entre las menos dañinas figuran azúcar, tiza y harina de trigo, entre otros componentes.

Las medicinas falsificadas como las de baja cuestionada perjudican a los pacientes, pues no reciben el tratamiento requerido. Su efecto es desastroso en enfermedades graves al aumentar la resistencia, como ocurre con antibióticos falsos en patologías infecciosas.

Fármacos robados como los obtenidos ilegalmente con frecuencia se venden a la luz pública, por lo que los falsificados pueden ser tomados por medicinas robadas y, por tanto, baratas pero auténticas.

Respuesta ineficaz. Una y otra vez, la Asociación de Representantes, Agentes y Productores Farmacéuticos (ARAFP) denuncia la proliferación de negocios dedicados a comercializar medicamentos falsos, pero esas voces quedan en el vacío o sin respuestas eficaces.

Desde hace años se fabrican y mercadean en Moca, Santiago, Bonao, Salcedo, en diversos sectores capitaleños como Herrera, Los Alcarrizos, Villa Consuelo y otros con laboratorios “de patio” o de más categoría. Al negocio se incorporaron decenas de distribuidoras farmacéuticas “fantasmas”, algunas de las cuales obtuvieron fraudulentamente registro legal.

Retoñan. En ocasionales operativos de Salud Pública, el Departamento de Investigaciones y Falsificación de la Policía y la Fiscalía Especializada en Salud clausuran laboratorios y farmacias, pero siempre retoñan en otros lugares.

Hace unos días, el 4 de julio, hubo que utilizar dos camiones y ocho camionetas para trasladar miles de cajas de medicamentos sin registro sanitario incautados en una distribuidora de Santiago, con un valor millonario. ¡Solo en una!

En un laboratorio de Santo Domingo Este se descubrió que seguía funcionando de noche, pese a que fue cerrado hace dos años. En otro, ubicado en Villa Francisca, su dueño escapó, comprobándose que había sido arrestado por igual delito.

Los seudofármacos se venden mayormente entre la población pobre, atraídos por su menor precio, también en laboratorios y farmacias de áreas residenciales, algunas temporalmente clausuradas en uno de los esporádicos operativos, tan ineficaces que se consideran pura alharaca.

¡Siempre retoñan!

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