Una de las tareas de Jesús resucitado es abrir el entendimiento de sus discípulos para que comprendan las Escrituras. Así lo vemos en el evangelio de hoy (Lucas 24, 35 – 48).
Los judíos leían y releían las Escrituras y a veces, las citaban de memoria, como hacen también muchos hermanos protestantes y católicos que aman la Palabra. Si los padecimientos del Mesías hubiesen estado escritos y descritos claramente en las Escrituras, Jesús no habría necesitado abrirles el entendimiento a sus discípulos. Si el cumplimiento de las Escrituras fuese un asunto de tal o cual cita, amigos y enemigos de Jesús hubiesen visto claramente cómo se cumplían en Él las Escrituras.
Una cosa es conocer la letra de las Escrituras y otra su sentido profundo.
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Cuando Jesús les abre el entendimiento para comprender las Escrituras, les está comunicando el sentido profundo del proyecto de Dios contenido en la Escritura. Es desde el crucificado – resucitado, que figuras como el Siervo sufriente de Yahvé (Isaías 42 y otros); o el justo perseguido del libro de la Sabiduría (capítulos 2 y otros) revelan todo su contenido mesiánico
Hace años, Joseph Fitzmyer, S.J., escribió en su comentario sobre San Lucas: “Jesús resucitado catequiza a sus discípulos, enseñándoles lo de adentro de las Escrituras: que el Mesías estaba destinado a sufrir todo esto antes de entrar en su gloria. Y así [Jesús resucitado] quería convertir su depresión y tristeza en fe y esperanza”.
Lo que Jesús está expresando es que con él “la salvación ha entrado en la historia” de manera definitiva, aunque todavía aguardamos su plenitud.
Experimentando a Cristo resucitado, los discípulos comprenden el proyecto de Dios en la muerte del Mesías: matar a la muerte, y vivificar a todos los que crean con la misma vida del resucitado.