Cada mañana, su voz estruendosa se dejaba escuchar por toda la redacción.
Buenos días jóvenes.
Impecablemente vestido y con su estatura imperial, don Mario posaba su mirada afectuosa sobre cada uno de los hombres bajo su mando.
Su siempre sonrisa transmitían entusiasmo y la impresión propia de un hijo ante el padre.
Esta especie de ceremonia era muy extrañada cuando por razones de salud no acudía a la sala de redacción.
Todos disfrutábamos de su fino y alto sentido del humor.
Don Mario Álvarez Dugan fue hombre de gran respeto y alta valoración hacia los demás.
No discriminó ni cerró paso al talento joven.
El hombre altamente ocupado y afanoso con deseo de comunicar lo puntual, tuvo tiempo para mirar, evaluar, corregir y abrir puerta a una nueva generación que anhelaba con ansias incursionar en el complejo mundo del periodismo dominicano.
Hoy-14 de diciembre del 2008- periodistas, políticos, empresarios, profesionales y el pueblo en general hemos tenido que ver lo que nunca se desea ver: los diarios dando cuenta de la partida de un gran comunicador.
Yo, al igual que una gran cantidad de comunicadores, doy gracias a Dios por haberme dado el privilegio y la oportunidad de conocer a este gran hombre de bien.
Seré un eterno deudor de esa amabilidad y solidaridad encontradas siempre al tratar con el hombre de Coctelera.