Hace un par de semanas leí un reportaje de la distinguida periodista Ángela Peña en el diario Hoy, sobre las memorias de Fidelio Despradel, destacado dirigente revolucionario del 14 de Junio (1J4), donde se reproducen sus declaraciones sobre la conspiración en que participamos para ultimar al tirano con una bomba con un dispositivo electrónico, en la cloaca debajo del banco donde se sentaban Trujillo y sus acólitos en la confluencia del Malecón con Av. Máximo Gómez y de esta ciudad Comprendo que Fidelio, a quien mucho estimo, sobredimensionara la importancia de su participación y de dos amigos íntimos en ese esfuerzo por ajusticiar a Trujillo, relegando el rol de quienes teníamos además la tarea de reclutar y coordinar conjurados al tiranicidio y acciones para neutralizar las fuerzas represivas, bastante común en relatos autobiográficos.
Esto fue dilucidado hace 20 años, cuando Fidelio publicó su libro: Conjura Submarina, al que siguió otro mío: Conjura Submarina parte II – los Capítulos que se olvidaron a Fidelio- en el que le aclaré algunos de sus olvidos y errores, los cuales fueron confirmados por los escritos y documentos publicados por autores como Jimenes-Grullón, Bernardo Vega, Roberto Cassá, Poncio Pou y otros. Fidelio reconoció sus errores por vacíos explicativos que podían ser mal interpretados sobre mí, y mi hermano Marcio se encargó de defenderse. Sin embargo, su narración errónea del 1993 sirvió para inspirar al escritor Edwin Disla, quien utilizó nuestro nombre en su novela Manolo, para atribuirnos roles diametralmente opuestos a nuestra trayectoria como ciudadanos.
Cuando le pedí a Fidelio que lo rectificara públicamente, él me dijo que estaba acostumbrado a que le hicieran esa clase de acusaciones, que no les hacía caso. En los comentarios publicados por Ángela Peña, Fidelio esta vez no hizo referencias sobre mí que pudieran mal interpretarse; pero en cuanto a Marcio y su oferta de armamentos por vía de un submarino venezolano, consideró que fue producto de su mitomanía y señaló que alguien le dijo que era un bandido.
No tuve afinidades con mi hermano Marcio debido a nuestras diferencias de carácter; pero habiendo éste fallecido y no poder defenderse, creo mi deber hacer un par de aclaraciones al respecto. Utilizar el término de bandido, (bandolero forajido), es algo que no lo merece un profesional luchador por décadas contra la tiranía y hombre de reconocido talento, aunque haya podido cometer errores, como todos.
En política las promesas no suponen garantía de cumplimiento, porque inciden muchos intereses e ideas que pueden cambiar. Tampoco los hermanos Lama pudieron cumplir su promesa de obtener armas al Movimiento 1J4. Por otra parte, las personas bajo tensión emocional tienden a confundir lo que desean o temen, con la realidad. Por ejemplo, la querida Minetta Roques, luchadora antitrujillista y tía de Fidelio, tal como le demostré, cometió el error de creer las noticias de un Rómulo Guzmán, que alegaba tener contactos con mi hermano Octavio, hacía tiempo asesinado por Ramfis luego de desembarcado por Estero Hondo; y cuando me perseguían, le dijo a Fidelio que había concertado una cita conmigo sin ser cierto.
No por eso le perdí mi aprecio personal, aunque lo aclaré estando ella con vida. Es una pena que Fidelio, quien ha sido acusado con ferocidad por sus adversarios, que ha juzgado bien a viejos amigos trujillistas; y como es normal exaltó públicamente a su padre, alto funcionario de Trujillo; se empecine 50 años después en utilizar epítetos insostenibles contra un tenaz luchador antitrujillista ya fallecido, con virtudes y defectos como muchos de nosotros. ¡Así no Fidelio!