Así no fue que hablamos

Así no fue que hablamos

La costumbre hace ley, dice el refrán, quizá por eso no se combate la corrupción, salvo que se trate de políticos en desgracia, en la oposición. No es tiempo de lamentaciones ante lo que ocurre con la Oficina de Supervisores de Obras del Estado, es el momento de actuar sin contemplaciones.

No es tiempo de actuar con paños tibios ante la desgracia provocada por el Instituto de Recursos Hidráulicos que metió un grupo de hombres a limpiar un túnel sin dotarlos de los instrumentos imprescindibles para salvaguardar su salud.

No es tiempo de apresar, sino de investigar las causas de la conducta del niño de 13 años que según la Policía arrojaría una bomba lacrimógena a una escuela en Barahona.

No es tiempo de olvidar las múltiples diabluras económicas, financieras, de abusos de autoridad, de tráfico de influencias, de pagos por trabajos no realizados, de cubicaciones falsas, de trampas en los concursos para obras, de diabluras con las cotizaciones abultadas por los porcentajes a entregar a quienes tienen la autoridad de firmar las órdenes para la realización de los trabajos o para las compras multimillonarias que se realizan sin real y profunda supervisión.

No es tiempo de dejar de lado la montaña de evidencias de robos al erario cometidos por autoridades civiles y uniformadas durante tanto tiempo que ya se perdió la memoria.

No es tiempo de sepultar en el olvido los expedientes inconclusos de investigaciones que se perdieron en el camino al calor de: deja eso así que Fulano es hijo del dirigente Tal, o del potentado Cual.

No es tiempo de callar, es tiempo de denunciar, como lo hizo un grupo de ingenieros e interesados, quienes contribuyen con la investigación de la muerte del ingeniero cuyo cadáver fue hallado en el interior de la Oficina de Ingenieros Supervisores del Estado.

No es tiempo de ocultar los resultados de la investigación forense que debe haber sido realizada para determinar si el ingeniero realmente se suicidó, porque aquí suicidan a cualquiera, aunque sea una persona sin extremidades superiores.

No es tiempo de arrojar a la basura o enviar a un archivo muerto que nadie revisa nunca porque el hedor que sale de él crea un conveniente rechazo a la investigación.

No es tiempo de pensar que las múltiples denuncias de corrupción hechas a lo largo de los últimos años deben ser descartadas sin que haya mediado una rigurosa investigación del Ministerio Público que permita pensar que remotamente se intentó hacer justicia.

Ahora es tiempo de destapar la Caja de Pandora que permita llevar ante las barras de los tribunales a tanto ladrón, personajillo de sainete convertido en millonario al ritmo de la corrupción más descarada, más visible y más impune. Así no fue que hablamos.

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