Así no fue que hablamos

Así no fue que hablamos

Permitimos la quiebra de los ingenios azucareros y hoy importamos azúcar. No valoramos la importancia del cacao, reconocido y elogiado por todos, pero los chocolatines y las delicadezas del cacao convertido en producto final vienen de Suiza, donde no se produce cacao.
El anuncio de que la mina de Cotuí producirá cuatro millones de onzas de oro pienso que el país tira por la cloaca como si se tratara de un desecho esa riqueza que se vende como materia prima a precio vil y se compra refinado en joyas producidas en el extranjero.
Cada vez que se realiza un negocio con una mina de las que poseemos, se deben exigir la instalación de talleres de orfebrería que refinen lo minado para que se reciba un alto precio por productos terminados.
Los burros recuerdan donde hay un tocón, una piedra el camino que acostumbran transitar y no tropiezan dos veces con el mismo tocón.
Para la conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento, el doctor Claudio Stephen anduvo la ceca y la meca, de despacho en despacho, con la excelente propuesta de que produjéramos suvenires a partir de la industrialización del oro minado en nuestro país. No logró nada.
Claudio me mostró, por ejemplo, láminas de oro con distintos motivos que identificaban a la República Dominicana. El suvenir, pues, se convertía en un objeto de fino regalo y, también, en una inversión, en un ahorro.
Las autoridades de entonces no lo entendieron, no fueron capaces de pensar. No autorizaron la emisión del “papel” moneda físico, en oro, lo cual aumentaba el valor del objeto. Lo único que se necesitaba era el aval del gobierno para que fuera el responsable de la garantía del suvenir.
Ese “billete” plasmado en una lámina de oro era uno de los proyectos con los cuales anduvo Claudio Stephen, había otros objetos, otras ofertas. Nada se hizo y no sé si, además de Claudio y yo, alguien más recuerda aquel excelente proyecto fallido por la falta de imaginación, inteligencia y visión industrial.
Siempre lamentaré que se perdiera esa oportunidad en la cual los ojos del mundo estaban fijos sobre nuestro país por las primacías de América, primera ciudad, primera universidad, primera catedral, organismos administrativos superiores.
Se intentaba industrializar el oro de Cotuí para que el país disfrutara de los buenos ingresos fruto del arte en la fabricación de objetos de lujo, aretes, anillos, collares, pulseras, cuyo valor es mucho mayor, al convertir nuestra materia prima en producto terminado.
Ni siquiera pensamos en una gran industria joyera que nos deje el conocimiento del negocio y nos coloque en el mundo de la industrialización de nuestras materias primas. Por eso estamos jodidos.

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