Así no, Montes, p’uel pecho no

Así no, Montes, p’uel pecho no

El vicealmirante (r) Ramón Manuel Montes Arache se ensució fuera del cajón cuando se refirió a la capacidad intelectual del Presidente de la República en Armas, Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Contrario a lo expresado por Montes Arache, el presidente Caamaño Deñó era un hombre de una viva inteligencia y de un extraordinario sentido del mando, lo que le permitió dirigir miles de tropas militares y civiles armados, quienes enfrentaron y derrotaron a los golpistas de 1963 y contuvieron las tropas norteamericanas que no pudieron doblarle el pulso.

Busqué, y no encontré en la reseña, qué comentario había hecho Héctor Aristy quien nunca deberá negar que cuando se le ocurrió, a Aristy, la locura de proponer que declaráramos la guerra a los norteamericanos, el coronel Jorge Gerardo Marte Hernández, ante la insólita y extraña propuesta, arrojó su arma, se despojó del cinto y se marchó entre truenos y centellas.

El presidente Caamaño Deñó ni siquiera tomó en cuenta tan disparatada recomendación y el coronel Marte Hernández volvió a ocupar su puesto en las filas constitucionalistas.

Sí, el presidente Caamaño era un hombre de un fino tacto, de un cuidadoso sentido y práctica de las relaciones humanas y con una capacidad tal de comprensión de los problemas políticos que le correspondió enfrentar, que ahí están contenidas por la Historia sus opiniones y puntos de vista en el libro que recoge las actas de las conversaciones entre el Gobierno en Armas y los Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos. El libro fue editado por la Universidad Autónoma, décadas atrás.

En ningún caso el presidente Caamaño necesitó de consejos o consejeros para opinar. Mientras los demás hablaban, el presidente Caamaño escuchaba, paciente y atento y luego opinaba como lo que era: un líder en medio de una situación difícil en la cual tenía que usar toda su inteligencia, todo su tacto, para que los constitucionalistas no fueran aplastados por la formidable maquinaria de guerra de los Estados Unidos.

Es cierto, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó no era un político, era un militar. Ello no es obstáculo para que un hombre de su extraordinaria capacidad de aprendizaje pudiera ser cuestionado por limitaciones que todos tenemos.

Como militar, el coronel Caamaño Deñó hizo lo que era conveniente y preciso en cada momento. Ello incluye el brillante manejo de civiles armados desconocedores de los rigores de la disciplina militar, quienes siempre obedecieron el mando supremo y respetaron las instrucciones y órdenes que se les impartieron.

Cuando el profesor Juan Bosch, desde Puerto Rico, le propone que ocupe la Presidencia de la República, carente de ambiciones rehúsa, hasta que hubo que convencerlo, luego de largas horas de conversaciones y discusiones. Dado que participé en las mismas, nadie, léase bien, nadie puede refutarme con la verdad.

Como Presidente de la República en Armas, Francisco Alberto Caamaño Deñó actuó y luchó en el campo nacional y en el internacional, para que se respetaran la soberanía nacional, los derechos humanos y la Constitución y las leyes. Ello, en un tiempo en el cual tuvimos una lucha en la que aquel Goliat se impuso a este David, pero no lo venció.

Si nos hubieran vencido no estaríamos vivos miles de combatientes y simpatizantes constitucionalistas, civiles y militares; si nos hubieran vencido el país habría conocido una situación peor que la que tuvimos durante los doce años de los sucesivos gobiernos del doctor Joaquín Balaguer.

Ahora se nos quiere presentar a un Francis Caamaño violento, de reacciones impredecibles, quienes estuvimos a su lado en las situaciones más difíciles sabemos que no era así, que el hombre sabía cuándo y cómo actuar.

Había que estar en el edificio Copello, sede del Gobierno en Armas, para ver la serenidad y el cuidado con que el presidente Caamaño Deñó manejó la situación, desde los puntos de vista político y militar los días 15 y 16 de junio de 1965.

Los norteamericanos atacaron por todos los frentes con todo su equipo pesado, cuando el general Bruce Palmer, ensoberbecido por la superioridad numérica y su mayor poder de fuego, dijo que las tropas norteamericanas tomarían la heroica ciudad de Santo Domingo en dos horas.

No pu-die-ron, no fue que no quisieron, fue que no pu-die-ron por el espíritu de combate, la motivación patriótica y las correctas instrucciones del mando superior fueron aceptadas por todos los combatientes, quienes hicieron posible que el general estadounidense quedara con la cara larga, porque, en muchas ocasiones la motivación puede más que el poder de fuego.

El presidente Caamaño Deñó, su viva inteligencia, su valor espartano, su clara decisión y compromiso, sirvieron de guía a los constitucionalistas quienes siempre tenemos presente sus actuaciones a favor de la Patria.

En la misa celebrada en el Palacio Nacional por los muertos de la contienda de Abril de 1965, el pasado jueves 22, le recriminé a mi amigo el vicealmirante (r) Ramón Manuel Montes Arache por sus desafortunadas declaraciones, al referirse a la capacidad intelectual del Presidente del Gobierno en Armas de 1965, Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Me dijo que no había expresado lo que recogían el titular y el primer párrafo de la noticia y que haría la correspondiente aclaración. Me quedé esperando su aclaración. De todos modos, la refutación de sus comentarios desenfocados y fuera de época constituye para mí un deber porque aquí, el coronel sí tiene quien le escriba.

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