Así son…

Así son…

La nobleza no dispensa el mérito. La democracia criolla ofrece la oportunidad y el voto avala. Entre el conuco y el Drink, el diplomado y la escuela nocturna, la solapa con pespuntes de sastre remendón, la corbata italiana, el Jimmy Choo de paca, el botox urgente para la sesión inaugural y la depilación láser, jabaos, blancos y blancuzcos, mulatos, negros, veteranos y bisoños en afanes legislativos, conforman el Congreso Nacional. Mujeres, hombres, demagogos, ambiciosos, infractores, cándidos, ateos, creyentes, dipsómanos, anarquistas, sin conocer a Bakunin, ocupan y ocuparán curules, ganadas luego de exponer su propuesta al electorado. Sin importar siglas ni colores, los partidos políticos deciden las candidaturas. Establecen quiénes podrán convertirse en senadores y diputados. La oferta está pautada por la dirigencia y la voluntad omnímoda del líder que conserva una cuota de elegibles.
Tiene potestad para negociar candidaturas especiales, a veces incomprensibles. Privilegio parecido al porcentaje que establece el derecho privado cuando de sucesión y patrimonio se trata. Esa porción intocable del testador que nadie usurpa ni profana. La cuota es utilizada para la impunidad y la negociación. Para imponer, complacer, diversificar, para compensar las decisiones internas, porque las mayorías se equivocan y el error provoca deserciones, traiciones y cotizaciones onerosas. De esos convenios, de esas lides internas surge la propuesta.
Siempre es pertinente recordar que los requisitos para optar por una curul, establecidos en el artículo 79 de la Constitución de la República son: ser dominicano en pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos, haber cumplido 25 años de edad, ser nativo de la demarcación territorial que lo elija o haber residido en ella por lo menos 5 años consecutivos. Nada más. De modo que, sin recurrir a principios de lógica ni al silogismo aristotélico, cualquiera puede aspirar.
Senadores y diputados, hombres y mujeres, son lo que somos. Tienen además, la valentía o el descaro, conforme al historial, de exponer su talante a la aprobación o al rechazo público. Con buenas y malas artes, se atreven. Invierten, piden, prometen, extorsionan, engañan y esperan. Conocen su demarcación, apuestan al agradecimiento y a la ilusión de la comarca. Saben cómo incidir, a quiénes buscar para que respalden las candidaturas que, por prurito, los poderosos de cada región subvienen de manera clandestina.
Estupradores, acosadores, correveidiles de poderes fácticos, traficantes de personas, cómplices de narcotraficantes, agiotistas, apostadores, co responsables de quiebras bancarias, militantes de las mejores causas, son elegidos voto a voto. Disgustan, agradan, algunos, como las moscas de Machado, ni labran como abejas ni brillan cual mariposas, empero, con o sin clientelismo, con o sin uso de recursos espurios o públicos, la comunidad legitima sus mandatos.
Después, las lamentaciones, esos golpes en pechos tan culpables como la culpabilidad que denuncian, el denuedo para acallar la falta y justificar. A través de una vocería, cada vez más agresiva, pretenden silencio, cuando alguno del redil devela su naturaleza, antes del tiempo estipulado. El desparpajo de hoy, es el de ayer.
La diferencia es el cambio en la composición social y el desenfado. Época de dembow, no de mangulina. Otrora, el recato, también el miedo, permitían disimular estulticia y canalladas. La tiranía garantizaba la fugacidad del cargo con la renuncia estipulada, hábil trastada para prescindir del beneficiario. Ahora el voto manda. Desde Uribe hasta Lila, el anecdotario es sabroso. Los cambios posteriores aparejan crónicas más que divertidas. Esoterismo, crimen, proyectos aprobados sin lectura previa, legisladores con narcolepsia, ausentes, afásicos, sin memoria.
Son así, con el consentimiento de sus organizaciones. Pena que la modernidad se manifieste citando a La Para. Azorín recomienda al político la virtud de la ebolia. Sugiere discreción, decir lo que conviene decir. El diputado electo -PRM- conocedor del perfil de sus seguidores, creyó conveniente, divulgar, orondo y estridente, su derecho a transitar “armao, bebío y concualto”. Se defendió alegando que citaba un dembow. Otras estrofas refieren jurisdicción y mando. Fue delicado, omitió mencionar el lugar de exclusivo dominio que la composición propala. Así son.

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