Celebramos hace una semana el aniversario de la Independencia Nacional. Como saben los niños de las escuelas primarias, esa independencia lo fue de Haití. Desde 1822 hasta 1844 estuvimos sometidos a la dominación haitiana. La República Dominicana no se independizó de España, como muchas otras repúblicas americanas; se independizó de Haití. Solo mucho después, tras la anexión a España en 1861, peleamos otra guerra de independencia, esta vez contra los españoles. La guerra de restauración de la República culminó en 1865. Quiero subrayar que hicimos dos guerras: una contra los franceses negros y otra contra los españoles blancos. Hubo un momento de nuestra historia en que no quisimos ser españoles, ni franceses, ni haitianos.
Después de un largo proceso social los pueblos adquieren su carácter e identidad; empiezan a sentirse distintos de los grupos étnicos que los conforman o les dieron origen. Esa diferenciación se manifiesta lentamente, a veces sin que lo adviertan plenamente los propios sujetos de la transformación. Lo que es visible a la hora de la maduración, no puede notarse enteramente durante la gestación. Dice Pedro Henríquez Ureña que el proceso de intelección de la idea nacional entre dominicanos abarca desde 1820 hasta 1870. La Independencia Efímera de 1821 solamente duró setenta días; un grupo muy reducido de personas secundó al licenciado José Núñez de Cáceres en ese balbuceo libertario. 1838 es la fecha de fundación de la sociedad secreta La Trinitaria.
Los febreristas son todavía un grupo pequeño de la clase media dominicana, aunque mucho mayor que el que acompañó a Núñez de Cáceres en 1821. En 1844 ya el grupo había ganado adeptos: el sentimiento nacional se había expandido considerablemente. Pero es a partir de 1865 cuando todas las clases sociales dominicanas participan de ese sentimiento que Pedro Henríquez denomina intelección de la idea nacional. La Guerra de Restauración operó como un gran poder aglutinante. Creó líderes locales en todas las provincias.
El caudillismo fue resultado directo de la heroica gesta de liberación. Funcionó como una especie de feudalismo sangriento que anuló nuestras posibilidades de desarrollo político. El caudillismo, a su vez, engendró crueles despotismos aún más sangrientos. De la última tiranía nos libramos hace cincuenta años. La llamaban Era de Trujillo. (2012).