Aspavientos críticos en el mundo del arte dominicano

Aspavientos críticos en el mundo del arte dominicano

Si no me equivoco, creo que ya han pasado más de dos años desde que la actual Junta Directiva de la Asociación Dominicana de Críticos de Arte asumiera su mandato 2002 2005. En este período, la ADCA se abisma en uno de sus más penosos momentos desde su fundación, hace casi un cuarto de siglo. Lo que se confirma no puede ser contrastado: desde que el pasado Comité Ejecutivo culminara su mandato y procediera “según los estatutos” con unas “elecciones” consecuentemente cuestionadas, a nuestra “institución” le ha sucedido lo mismo que al personaje del cuento del inolvidable Bruno Silié: ¡se la tragó la noche!.

Como se sabe, el “antiguo” comité fue encabezado con notables éxitos por doña Marianne de Tolentino (1), Dr. Judeth Hasbum, Silvano Lora (+), Arq. Eugenio Pérez Montás, Dr. Odalis G. Pérez y Abil Peralta Agüero. Todos ellos seguidos “insípidamente” por algún “rooky” del sueño. Lo que se admite es que, desde el “juramento” ante los santos y las vírgenes del aspaviento, la actual Junta Directiva de ADCA, virtualmente “descabezada” por la doctora Laura Gil Fiallo, el arquitecto Gamal Michelén y Abil Peralta, se desvanece. En realidad, lo que sucedió fue que no hubo tal relevo o reforzamiento del equipo de trabajo encabezado por doña Marianne. Nadie asumió nada. Los Premios de la Crítica se han perdido por tres años consecutivos. La Presidente no asiste ni envía informes a las reuniones del Consejo de Administración Internacional en París. El Boletín se quedó en su primera edición. El Pre Congreso de AICA fracasó en medio de la dispersión de la sección nacional, de la Bienal del Caribe y de la Bienal de La Habana. La institución no tiene local ni estado financiero. Ya nadie se recuerda de la última Asamblea. La Junta Directiva de ADCA debe admitir que no ha podido realizar ni siquiera un par de reuniones consecutivas. Casi temerosa, permanece la cúpula de la “nueva” gerencia, producto de su incapacidad de dialogo y acción. La Crítica de Arte en Santo Domingo se acoge a una distracción y a un silencio que la desmeritan y la descarrilan hacia los límites de la indigencia. Si seguimos atentos a la desteñida alfombra de las “malas lenguas”, muy pronto el logo de ADCA será una calavera, grimoso signo de la piratería y la entelequia.

Ante tal desconcierto, y aunque a mí mismo me suene a Dèjávu, se impone, mediante procedimientos de rigor, reclamar la revocación inmediata del mandato de la actual directiva, así como la urgente recuperación del espacio del debate con miras a una redefinición del estatus, de la naturaleza, de los objetivos y de los desafíos de la crítica artística en Santo Domingo. Yo renuncio a la Vicepresidencia de una “institución” que no tiene Presidencia ni Secretario General ni Tesorero ni vocales con vocación. Yo renuncio al silencio, a la autocensura y a la frivolidad del ambiente. Jamás creería en burocracias infladas ni en títulos devaluados. Sólo del dialogo fraternal y de las acciones constructivas emerge la vanguardia.

Pienso que recuperar los espacios del debate es una forma válida de democratización, fortalecimiento institucional y enriquecimiento de nuestra realidad artística. La Crítica de Arte puede seguir contribuyendo a la difusión de las manifestaciones artísticas dominicanas contemporáneas, a la denuncia del estado de indigencia financiera de las instituciones culturales oficiales, al desmantelamiento de la manipulación del conocimiento y al rompimiento de nuestro aislamiento cultural. Por eso yo no renuncio a la AICA ni a mi radical actitud contra la reducción del debate. No tengo por qué renunciar a mi propia elección misional. Más allá de los aspavientos críticos de algunos que dicen compartir ciertas posiciones, pero su comportamiento práctico se dirige por rumbos inciertos, apuesto a la tarea inminente de la Crítica de Arte que consiste en asumir la lectura del arte como resultado de la lucidez sistematizada, como una manera extraordinaria del ser humano relacionarse con lo real, la naturaleza, los sentimientos, las expresiones, la memoria, los sueños, la fantasía y el sistema de los objetos.

La producción artística dominicana de la actualidad es variada, riquísima.

A los artistas dominicanos contemporáneos se les debe una Critica de Arte, más que comentarios, celebraciones o ejercicios textuales de manipulación. La crítica debe contribuir a expandir la vigencia de esta producción sin falacias, condescendencias o estrategias desprevenidas. El crítico no puede apostar por las incoherencias, tales como aquella que se ilustra cuando en la mañana se escribe el texto de un catálogo alabando un supercursi y sospechoso bodegón y en la noche se celebra una genial instalación de Marcos Lora Read, las esculturas( quizás un flamígero “lengua de mime”) de Johnny Bonnelly, las catastróficas embarcaciones de Cayuco o las preciosas y desquiciantes imágenes pictóricas sobre la cotidianidad de un Jose Cestero.

La Crítica de Arte tiene que ser crítica, rigurosa, sensible, atenta y flexible, de lo contrario estaría totalmente desfasada e inútil. Y a mí que no me hablen de gustos, porque la crítica basada en el gusto es un paquete anacrónico. El gusto será siempre un punto final, la crítica es una estación de partida hacia la investigación del enigmático proceso creativo y hacia los maravillosos resultados de la imaginación_

(1) Tal parece que no estamos solos esta vez. Mientras redactaba este articulo, y a través de una fuente bastante confiable, me informan de la responsable y valiente actitud de doña Marianne de Tolentino, quien, en su condición de Miembro de ADCA y de Vicepresidenta de la Asociacion Internacional de Criticos de Arte ha expuesto la triste situación del caso dominicano en el marco de la reunión anual del Consejo de Administración de la AICA, celebrada a finales de febrero en su sede de París, Francia. Ya era hora todo el respeto.

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