Aspiraciones en un 27 de febrero

Aspiraciones en un 27 de febrero

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Hoy aspiro a que Duarte no resulte tan remoto, tan por encima de nuestras realidades nacionales. Aspiro a que no lo veamos como a un iluso que soñaba con lo inalcanzable, como a un sublime, platónico y hasta fantasioso hombre de bien, un idealista que proponía lo inalcanzable para un pueblo ineducado, cargado de todo tipo de miserias seculares. Aspiro a que nos sintamos dignos descendientes suyos y de quienes compartieron la patriótica nobleza de sus ideas y sus vigorosos anhelos y ansias de libertad, de orden, de justicia. Orden y progreso, frutos del ejercicio de una dignidad ganada con el esfuerzo y la fe en nuestras posibilidades nacionales.

Aspiro a que toda esa montaña de frivolidades que no podemos ver como un adorno recortado contra el cielo azul del horizonte, sino que sentimos con un peso terrible que nos aplasta con trágica insensatez, se vaya esfumando y que los símbolos nacionales no constituyan un adorno y una defensa para los altos malhechores de la política, la industria, el comercio connivente y hasta las profesiones liberales que en el presente no son ya aquellas siete ciencias liberales de la Edad Media: el Trivium (gramática, Lógica y Retórica) y el Quadrivium (Aritmética, Música, Geometría y Astronomía). De todas ellas, desaparecida su nobleza original, queda, retorcida y sucia, la retórica. Lo demás está en un limbo de dudas y mal gusto.

No pierdo la fe en que el país se sacuda de sus justificadas incredulidades y avance, a pesar de quienes lo hieran con su impúdica y descomunal ambición personal.

Este 27 de febrero aspiro a que, poco a poco, pero sin pausa, nos acerquemos a un Estado lógico, enorgullecedor, donde la justicia no siga siendo una burla siempre consecuente y apadrinadora-retribuida de los grandes poderes de cualquier tipo, porque ¿dónde están los grandes delincuentes, los que apoyan las actitudes criminales de militares y policías, que no harían lo mismo sin alto amparo? En este escándalo de los mercaderes de estupefacientes ¿es apenas Quirino Paulino Castillo y un cuarteto de peces minúsculos quienes resultan culpables y guardan cárcel bajo presión y pruebas irrefutables de instituciones norteamericanas?

¿Es posible realizar tan criminales y multimillonarios negocios sin el apoyo ilimitado de un gran poder?

Se sabe que no.

Pero aunque con ciertas mejorías de marca foránea, continúan los apañamientos, las ocultaciones de nombres, rangos y posiciones públicas, y nos dejan a los ciudadanos envueltos en una telaraña de «supuestos» y «presuntos» malhechores (siempre de rango secundario) aunque existan sobradas pruebas de sus delitos y fortunas inexplicables.

Es hora de que la posesión de fortunas sea investigada. ¿Qué hace Impuestos Internos al respecto? ¿Por qué no investiga la legitimidad de las enormes posesiones?

Aspiro a que este 27 de febrero inicie, como aquel de 1844, un cambio. Esta vez hacia el ejercicio de una justicia que funcione aceitada con su propio lubricante, aplicando las leyes sin excepción, sin temores, compras o contemporizaciones simplemente cómodas.

Aspiro a una decencia en el Congreso, especialmente en el Senado, que nos ha abrumado con su falta de noble severidad y dignidad.

Finalmente aspiro a que el ejemplo luminoso, la vida y enseñanzas de Juan Pablo Duarte inspiren al Presidente Fernández y a los mandatarios que le sucedan cuando finalice su tiempo, a fin de que se cuiden de los malos consejeros, de los ambiciosos inmediatistas que saben pintar avecillas de colores en el cielo de tela, y son capaces de hablar de modernidad cuando tanto nos falta para la pre-modernidad.

Educación, alimentación y salud.

Y todo lo que entraña tales obligaciones.

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