POR HOMERO LUIS LAJARA SOLÁ
La inversión por parte de la firma Astilleros Dominicanos Gibbs, asociada con el gobierno dominicano, según la información periodística, sería a un costo de RD$50 millones. En la misma se contemplaría junto a los astilleros, el puerto libre en la parte oriental del río Haina, que había sido señalado – para cuando esté terminado-, como el eje distribuidor del área del Caribe.
Muchos dominicanos, incluyendo oficiales de la misma Marina de Guerra, no tienen idea de que, por nuestra posición geográfica privilegiada, los conceptos de puerto Libre y astilleros navales fueron aplicados e iniciados hace poco más de medio siglo por empresas navieras privadas, asociadas con el Estado dominicano, en un intento de despegue de la industria naviera local a gran escala.
El periódico El Caribe, en su edición del 3 de abril de 1955, bajo la firma de M. M. Pouerié Cordero, reseñó la ceremonia del inicio de los trabajos de construcción de un gigantesco astillero y puerto libre en Haina, con la presencia del Presidente de la República y autoridades civiles y militares. La bendición estuvo a cargo de Monseñor Octavio A. Beras, Arzobispo Coadjutor de Santo Domingo.
La inversión por parte de la firma Astilleros Dominicanos Gibbs, asociada con el gobierno dominicano, según la información periodística, sería a un costo de RD$50 millones. En la misma se contemplaría junto a los astilleros, el puerto libre en la parte oriental del río Haina, que había sido señalado – para cuando esté terminado-, como el eje distribuidor del área del Caribe.
Haina, acorde con la información, ya había cobrado empuje como centro notable de producción para la economía dominicana, con la instalación del poderoso central azucarero Río Haina, y estaba llamado a ser, con las nuevas obras, uno de los núcleos industriales de mayor importancia del país.
El entonces Presidente de la Cámara de Comercio del Distrito de Santo Domingo, señor José Armenteros, al pronunciar el discurso de inauguración de los trabajos, ponderó la importancia que tenía para la economía del país una obra de tal envergadura.
El administrador general de los astilleros, George W. Gibbs, leyó varios mensajes que había recibido de distintas partes del mundo, felicitando a la empresa por el inicio de los trabajos del nuevo astillero.
El vicealmirante retirado de la Marina de Guerra de los EEUU; Earl W. Mills, hizo la descripción de lo que sería la obra, y entre otras consideraciones, resaltó el hecho de que un astillero que se ocupe de la reparación de barcos, necesitaría tremenda cantidad de trabajadores capacitados que habrían de manejar más de una veintena de profesiones distintas, y que para poder desarrollar los diseños se tendría que contar con un gran capital que le permita ejecutar esta clase de proyectos, beneficiosos para la economía de cualquier país.
Como puede colegirse, hace tiempo, empresarios locales y extranjeros, con el apoyo del gobierno, tuvieron visión de negocios con respecto a nuestra industria naviera como eje y motor. Hoy en día el concepto tiene mayor vigencia, y es más extenso, con el ingrediente de la transferencia de tecnología, escuelas técnicas a instalarse en el país, producción local de partes y accesorios, en la modalidad de zonas francas especiales, etc. Todo ésto tomando en cuenta el nuevo Tratado de Libre Comercio (TLC) y su impacto en nuestro mercado.
Por lo que entendemos, estos proyectos deben ser apoyados por los dominicanos de buena voluntad, siempre que se establezcan las reglas claras desde el principio, con un monitoreo estatal constante en lo que a transparencia y a cumplimiento de contratos se trate; ya que sería perjudicial para el Estado dominicano negociar con empresas privadas, nacionales o extranjeras, dándoles a éstas la oportunidad de servirse, en mayor cuantía, de las infraestructuras que son patrimonio de la nación, cediéndoles de manera ilegal, y podría decirse hasta criminal, los beneficios netos generados, que son la esencia de cualquier negociación , ya sea Joint Venture (esfuerzo conjunto), compañía por acciones etc.
Lo pactado en los contratos o en cualquier Poder Especial del Poder Ejecutivo debe seguirse al pie de la letra, con unas autoridades civiles y militares, dependiendo el área de negociación, concientes de su deber y responsabilidad de hacer cumplir lo convenido, con el bien colectivo como norte verdadero, en beneficio del desarrollo nacional.
Hoy, al cumplirse 51 años de haberse escrito esta crónica periodística, los astilleros de Haina, junto a una base naval de la Marina de Guerra, que fue también un centro de instrucción técnica, son sólo historia. El progreso industrial dejó a un lado no sólo una zona de tráfico marítimo constante, y que hoy le hubiera proporcionado mayores ventajas, ya que es un lugar ideal para un astillero; sino que, sin tomar en cuenta la seguridad nacional, eliminó una de las bases navales estratégicas de la Marina de Guerra de una isla. En estos momentos, la misma hubiera sido un gran soporte de las industrias del área de Haina, en una época como la actual, donde el narcotráfico, contrabando, robo y ahora el nuevo ingrediente del terrorismo, utilizan los puertos de mucho movimiento de carga para sus fines diabólicos. En términos pragmáticos, la seguridad y el desarrollo nacional deben ir necesariamente de la mano La reflexión se deja abierta.
*El autor es contralmirante, M. de G.
Director del Cuerpo Especializado de Seguridad Portuaria (CESEP)