Asturias, patria querida

Asturias, patria querida

POR FRANCISCO JOSÉ ARNÁIZ  S. J.
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Los asturianos están de fiesta y cuando ellos están de fiesta, ponen de fiesta a todo el mundo. Pocos grupos humanos tienen su capacidad de aglutinamiento y contagio.

La fiesta será en la Casa España. El mismo programa habla ya del alma asturiana. Nada de un par de días. El jolgorio comienzó el  9 y se extenderá al 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 18 de noviembre con ocasión de la Festividad de la “Santina”, la Virgen de Covadonga, Patrona y Reina de Asturias.

“La Virgen de Covadonga,
ye pequeñina y galana.

Aunque bajara del cielo,
no hay pintor que la pintara”.

Pocos pueblos sobre la tierra tienen el amor tan profundo y expresivo hacia la tierra que los vio nacer como el asturiano. El asturiano ama con delirio a su tierra y se siente orgulloso de ella.

Esto los une estrechamente a ellos y los hace increíblemente receptivos a los demás. En Asturias para ellos todos son asturianos. Y es que resulta imposible vivir en aquella tierra y no prendarse de ella y de sus habitantes, generosos, esponjosos, cálidos, sanos de espíritu, sin dobleces y gozosos. Los asturianos son incapaces de rencores y de odios.

El  asturiano vive y goza la romería. No falta a ninguna y en ella se siente a sus anchas. Le encanta porque es fiesta, y fiesta de todos. Si hubiese poca gente, se iría, pues él tanto más goza cuanta más gente esté en ella. La “hurañez” hace siglos que está desterrada de Asturias. La emigración asturiana, sobre todo a tierras de América, de ningún modo se debe a la estrechez, inhospitalidad o miseria de su tierra. Se debe predominantemente a un fenómeno curioso: a su laboriosidad, capacidad creativa y a su poder de ensueño. Se entiende así lo positiva que ha resultado su presencia en todos los pueblos que los han recibido: México, Argentina, Venezuela, Cuba, República Dominicana, etc.

Es gente que viene a triunfar a base de esfuerzo propio, trabajo tenaz y creatividad. Al salir de su terruño les imantó el horizonte amplio y despejado de América, las inmensas posibilidades existentes aquí: la  posibilidad de hacer y crear.

En  República Dominicana la colonia asturiana está rodeada del mayor respeto, admiración y cariño. Por su laboriosidad, por su creatividad, por su trato entrañable y cariñoso. De ellos  los más espléndidos son supermercados (Bravo, Nacional, La Cadena El Pola, etc), ferreterías,  fábricas de embutidos, restaurantes y comercios. Son parte fundamental de la producción nacional y estímulo continuo a todos en su modo de hacer y crecer. Dos peculiaridades ha tenido siempre al insertarse el asturiano en las naciones americanas que lo han recibido: facilidad y hondura en la inserción y el no olvidar jamás su adorable terruño, al que vuelve una y otra vez, gracias a las facilidades modernas, para retornar con renovados bríos.

Y es que  Asturias no consiente ser olvidada. Ata y tira. Anuda y reclama. Asturias, que es soberanía de monte y mar, broncos ambos y cercanos. Picos que enhebran nubes algodonosas, ríos impacientes de ser mar, pueblines acurrucados bajo los picos de Europa o balconados sobre el mar, playas de revueltas algas y altas espumas, gigantescos macizos grises como gaviotas petrificadas, prados lustrosamente verdes, rías y ríos briosos de excelentes salmones, bosques tupidos donde se esconden el oso y el urogallo. Villas hidalgas y casas solariegas, castañares, maizales y pomaradas, romerías y mercados con tantas citas como santos tiene el año. Gente sana por doquiera, entrañable, cariñosa que salpica su conversación con retozones diminutivos (“el guajín, el conventín y la playina) y expresivos aumentativos (“cuevota”, “ la casona”, “la iglesiona”), exquisitos manjares para comer (la fabada, la caldereta, la ventrisca, pixín, mariscos y el inigualable queso de Cabrales) y en fin la sidra, pero la sidra natural cayendo vertical -generosa y exacta- ritualmente sobre la ancha boca el vaso inclinado, mientras es gaitero hace gemir su gaita. Quien haya recorrido Asturias, no la olvidará más en la vida.

El poeta Balart escribió un día:

Aperas Asturias,
que os alzáis gallardas
a la vera vera
de la mar salada.

Doscientos treinta y un kilómetros hay desde la frontera límite con Galicia hasta su frontera con Cantabria, provincia de Santander.

 ¡Qué regalo para el espíritu hacer esa excursión! Al final uno tiene la impresión de que ha andado por los predios del paraíso. Hagamos mentalmente ese viaje.

Un río juvenil, limpio y  saltarín, el Eo, hace de límite entre Asturias y Galicia. Navia, con su proa marinera en Vega, tiene río y tiene parque. Es señorial y sus casas soleadas tienen empaque de ciudad. Muy cerquita está el Castro de  Coaña, de origen celta con nudos ancestrales galaicos.

Viene, después, Luarca: casas escalonadas y ojiabiertas hacia el mar. El espíritu se dilata. Poderosas barcas en el regazo del puerto y un Castillo atalaya que sobrecoge y emociona. En las tabernas -Asturias está llena de tabernas y chigres- el vino y aguardiente suplantan al vino, y el acordeón, a la gaita.

 Vale la pena bajar a las playas de Sabugo y Portizuelo entre prados lustrosos y verdes como jardines. Pero además de estas playas están  las de Salinas y Tourán de arenas grises y las de Cueva y el Bozo, de limpios guijarros, y las de Santa Ana, los Molinos, Cadavedo y el Talizo, que son blancas y doradas.

La carretera principal coge hacia Oviedo por Salas y Grado. Vale la pena tomarla. Villas de esplendor agrícola y ganadero, castaños y pomaradas, mercados famosos, monasterios de San Salvador (ábside del romántico compostelano del siglo XI) y San Adriano de Tuñón, (restos basilicales del siglo IX).

La huella románica vuelve a aflorar en Tineo y en Cornellana y ya en Cangas de Narcea nos encontramos con la Abadía benedictina de San Juan Bautista de Corias.

El espíritu se sobrecoge. Si dejando el camino real nos adentramos hasta Pravia -vale la pena- nos encontramos con las Cuevas de Candamo que investigó Hugo Obermaier: 60 metros de profundidad, 3 departamentos, 48 figuras prehistóricas y emoción sin límites.

Dejemos, sin embargo, esta ancha vía que nos lleva a Oviedo y volvamos junto al mar  Cudillero. A los ojos no es un pueblo es una acuarela.

Asturias marinera

Casas arracimadas, como percebes en el alcantarillado, ropas y redes colgantes por doquiera, mujerucas de tejer paciente, curtidos rostros marineros, canciones alegres en la taberna y aroma de algas y marismas por todas las partes.

Es la Asturias marinera, impávida ante la mar, desafiadora de sus encrespamientos, proporcionadora de excelente pescado y parte consustancial de la raza.

La siguiente parada en Salinas, antípoda de Cudillero. Salinas es pueblo aristocrático con abundancia de chalets vistosos. Pinos, flores en todas partes y piscinas. Y una playa muy larga con sitio para todos.

Avilés, pasó de ser ciudad alcurniosa,  a  ciudad siderúrgica, hoy en inquietante parálisis. Su complejo industrial no opacó, sin embargo, el esplendor de sus casas solariegas. Los avilesinos muestran con mayor orgullo el Palacio Ferrero y la Iglesia de San Nicolás del siglo XIII,  que las chimeneas modernas, aunque a ellas les deban el crecimiento económico y poblacional. Gijón, que fue siempre una villa, es hoy una respetable ciudad, en pugna competitiva con Oviedo la capital. Los gijoneses son un  portento de cordialidad y simpatía. Las fiestas en Gijón se suceden en verano, sin pausa, como las olas en su monumental playa de San Lorenzo. Los gijoneses dicen que hay excavadas piedras próceres, escudadas y almenadas por el Palacio de Revillagigedo, Santo Ángel e Iglesia de San Pedro, reconstruida hoy después de la guerra civil. La expansión gijonesa de Casablanca y el Piles es romera y merendera. Sidra, mariscos y bullicio asturiano de cara al mar y a la playa de San Lorenzo que es el corazón veraniego de Gijón.

A la vuelta de Gijón, como quien dice un poquito más arriba, a dos pasos, está Oviedo, la capital del Principado, porque los Reyes de España, para serlo, tienen que pasar por ser Príncipes de Asturias. No hay que olvidar que la Reconquista empezó gloriosamente en Asturias.

Oviedo es ciudad universitaria, culta, señorial, monacal, monumental y jubilosa. Hay mucha piedra aromada de siglos  y de historia. Su catedral gótica con torre de 80 metros guarda en su interior los panteones de los Reyes astures y la cruz de los Ángeles y de la Victoria. Sus retablos y sus cristos policromos del siglo XII son portentosos. También lo son sus apóstoles, rudos y enigmáticos, que han venerado siempre los peregrinos-jocobeos.

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