Asturias, patria querida
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<P>Asturias, patria querida<BR>2 de 2</P>

POR FRANCISCO JOSÉ ARNÁIZ
La sabe y la canta todo español. Y con razón, por lo de la Reconquista. Y la saben también y la cantan con brío especial, como si hubieran nacido en algunas de las Polas, al pie de una pomarada o al son de la gaita, miles y miles de nacidos a este  lado del océano, que han convivido con asturianos o han mezclado su sangre con ellos.

En Asturias se entra siempre deprisa, para estar en ella el mayor tiempo posible, y se sale con dificultad, por su hechizo.

Muy a la asturiana, las romerías asturianas siempre han sido solemnes y este mes, en el ancho “prau”  de la Casa de España, los días 16, 17 y 18 de noviembre, al ritmo de 20 gaiteros se celebrará la Romería 2007.

La gaita gallega es dulce y cadenciosa, nostálgica y ensoñadora, provocadora y acompañante de “la muñeira”, la asturiana, recia y briosa, aguda y  sonora, punzante y jubilosa, clarín de alegría y fiesta. Como la de los escoceses de Montgomery, que no entraban en batalla si no sonaba la gaita y en cuanto sonaba, eran ya invencibles. En Alamein y en Normandice.

En las vísperas corre a raudales la sidra. Sidra genuinamente asturiana, -única-, picantilla y burbujeante, que hace cosquillas en el esófago, escanciada como manda el rito, botella en alto y ancha boca de vaso lo más lejos posible. Arte y técnica que es sólo para los iniciados.

Contagiados del mismo calor humano, familiar y festivo, asturianos, españoles y dominicanos. Gente de todas las edades. Y atentos y serviciales, ágiles y gozosos “mocetones” de Cabranes, Pola de Allande, Villaviciosa e Infiesto…

Un verdadero gozo del espíritu. Y del yantar y beber…

En nuestra excursión imaginaria del artículo anterior  (–sábado 10 de noviembre) nos quedamos en Oviedo, no mal lugar para reposar. Desde Oviedo se puede retomar la costa o adentrarse hacia la cuenca minera. El carbón y la mina son parte fundamental del paisaje y del espíritu asturiano.

Rumbo a Mieres ennegrecen pronto la tierra y los ríos. La mina ha dado a su gente profundidad y coraje. Los hay envejecidos por el grisú. En medio de la dureza de este paisaje surgen pueblos de extremada pulcritud, como Pola de Lena, que exhibe con orgullo la mejor joya prerrománica de Asturias,  Santa Cristina. Sama de Langrco y la Felguera, pueblos industriales y agrícolas.

Retornando ya a la costa, está Villaviciosa, asturianísima y aristocrática. Su gente es amable, serena y cortés. Hay casas solariegas y modernos chalets. El verdor de sus prados esmaltados es perenne. La planicie de Villaviciosa huele  a sidra. Varias fábricas, de acrisolados nombres en  la sidra champanada, no dan abasto para cumplir con la demanda.  Muy cerquita, en un recodo de la carretera interior, está Cabranes, de donde han venido no pocos a  República Dominicana y la han honrado con su laboriosidad y creatividad.

En los entornos de Villaviciosa hay mucha joya arquitectónica: Santa María, San Salvador de Priesca, San Salvador de Funestes y sobre todo, en un valle plácido y edénico: San Salvador de Valdediós, recuperado en la actualidad por los cistercienses. Y está, sobre todo, el ramirense”Conventín”. Son tesoros románicos de incalculable valor las esculturas de San Juan de Amandi del siglo XII.

Tazones es un balcón indescriptible para otear el Cantábrico, ese mar galernoso que festonea toda la cornisa norte  de España. En él han encontrado su sustento miles de intrépidos pescadores que no han sentido miedo a las encrespaciones de un mar muy propenso a ellas.

Un poco más adelante está Colunga donde los huertos y prados quieren ir a mojar sus pies al mar. Lastres es una acuarela marina con un puerto pesquero inverosímil, de barra difícil de doblar. La Isla es reconditez y sosiego. Un poco mas adentro, el “Mirador del Fito” ofrece un convite  paisajístico.

Caravia adentro, surgen montes descarnados y grises, ríos limpios y espumosos, restos de monasterios como el de San Bartolomé, y pórticos romanos como el de Santiago de Gobiendes.

Por Infiesto  y Arriondas la vida es sosegada,  entre praderías y montes, árboles copudos, ríos alegres y cristalinos, senderos y tapias. Las propiedades son pequeñas, pero trabajadas con tenacidad y mimo. “En la aldea -dicen los asturianos- hay de todo”.

Los Picos de Europa en Asturias lo mismo se apiñan y espesan hacia el interior como se precipitan hasta el mar. Son siempre de fragosos relieves; forman con frecuencia altos valles de pasto de reducidas dimensiones y poseen imponentes mantos de bosques, donde retoza el gamo, el corzo, el rebeco, el jabalí y hasta el oso, denominado astur.

De nuevo en la costa, nos encontramos ahora con Ribadesella. Pero antes, es obligatorio doblar  a la derecha y llegar hasta Cangas de Onis, capital histórica de la montaña astur.

Más aun, fue la primera capital de España. Sobre un túmulo celta se levanta la célebre capilla de la Santa Cruz y sobre la cantarina garganta del Sella tiene un antiquísimo puente romano. A ocho kilómetros de Cangas está Covadonga, cuna de la reconquista y sede  de la Virgen de Covadonga, “pequeñina y galana”. Sus hijos de Asturias dicen de ella que “aunque baxara (bajara) del cielo, no hay pintor que la pintara”. Al frente se ven los derrumbaderos de Hines y a su espalda se yerguen airosos los picos de Europa.

En lo más alto están los lagos de Enol y de Ercina. El aire es allí siempre puro y virgen. La subida es pindia (empinada) y dura, pero vale la pena ascender. En la cueva de la Patrona hay siempre asturianos rezando. En Ribadesella la geografía es espectacular, jugando a mar, ría y tierra. Un arco largo de limpia arena es su playa de Santa María pespunteada de villas, alcurniosos chalets y alegres apartamentos veraniegos. El Sella desemboca sus apresuradas aguas en esta villa y recibe todos los años a intrépidos “piragüistas” que hacen de la competición una fiesta sin igual. Los prados se pueblan de gente y suena por todas las partes la gaita y los cantares y es impresionante la regata en si pero lo es mucho más la algazara que con esa ocasión montan los hijos de Ribadesella. Carretera adelante hacia el término de Asturias, que está  Unquera, surge el susto de las espumas hirvientes de la playa de San Antolín de Bedón. Muy cerquita un convento benedictino con entorchados de monumento nacional por el mérito del románico y las playas de Cuevas del Mar, la Huelga y Barro. Hay que ir a ellas entre verdes prados y acantilados. Hechizante escuchar la orquestación de las olas en la pleamar y bajamar, pues el agua en esas playas se cuela entre ribazos impresionantes. Por Celorio, arenas doradas y rocas gigantescas conviven armónicamente desde siglos. Es lugar de indefinible paz. De noche el suave romper de las altas olas en la arena y el briso choque  de las altas olas contra el acantilado, arrullan el sueño. Las últimas estribaciones de los Picos de Europa llegan hasta el pueblo y animan a su escalada. Al asturiano le gusta “ir de monte”. Sobre todo en tiempo de castañas y avellanas, esas avellanas que hacen las delicias de las romerías.

Llanes es una mezcla rumbosa de villa y ciudad. En ella está patente la huella de los que vinieron a América y triunfaron, sobre todo por tierras mexicanas. Hay casas de mucho empaque y palacios. Ellos crearon, al margen de la alcurnia astúrica de los descendientes de Pelayo, la alcurnia de la laboriosidad y creatividad comercial o empresarial multiforme por tierras de América. Es villa de edificios nobles, magníficos soportales, mercado afamado y un puerto siempre en brega. En las fiestas de San Roque los hijos e hijas de Ribadesella demuestran que son únicos bailando la “prima” y el “pericote”, dos danzas que se pierden en la nebulosa del tiempo, si se quiere rastrear su origen.

Ya camino de Columbres, última estación en Asturias, entre Pimiango y Riva de Deva, están las cuevas prehistóricas del Pindal, con pinturas rupestres del Auriñacense y Magdaleniense. Buena manera de despedirse de Asturias, reflexionando sobre su origen multisecular.

El asturiano ama entrañablemente a Asturias y a España. No podía ser de otra manera. Asturias significa el principio de la Reconquista de España frente a la invasión islámica y se torna así aurora de España.

Durante la prehistoria estuvo fuertemente poblada. Pueden hoy apreciarse vestigios de entonces en las cuevas de Candamo y en las del Pindal, en el ídolo de Peña Tú (El Peñatu) y cerca de Navia en el castro de Coaña, restos de una ciudad prerromana.

Durante la monarquía astur nació el prerrománico asturiano, que no tiene precedentes en la Europa occidental. La mayor parte de los monumentos construidos en el siglo IX se concentran en Oviedo y sus alrededores. El estilo ramirense resolvió con dos siglos de anticipación graves problemas de la arquitectura romántica.

En tiempos de los Reyes Católicos terminó siendo incorporada con el Reino de León a la Corona de Castilla. Y desde entonces Asturias ha sido muy española y muy asturiana. Y, cuando comenzó a navegar los mares para llegar a América, Asturias ha sido también “muy americana”. Por su capacidad de integrarse a donde llega y por su incapacidad absoluta de olvidarse de donde viene.

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