La complejidad de las elecciones presidenciales y congresuales de este año, no tienen parangón en la historia. El gobierno maniobró, hasta o indecible, por provocar una situación constitucional que le permitiera quedarse en el poder.
Tampoco se puede ignorar que ese mismo gobierno está obligado a rodear de todas las garantías, para que la culminación del proceso electoral sea transparente, creíble y aceptable por todos los actores, políticos, militares, empresariales, artísticos, eclesiásticos, estudiantiles, sindicales y todo tipo de organización que dirija al pueblo.
Nada se ve que pueda tranquilizar al elector. El gobierno sigue en sus trece e impone un candidato a la Presidencia desconocedor del manejo pulcro de los recursos del Estado, de quien andan aquí y allá documentos que lo incriminan como violador de la ley y como un aprovechado de las posiciones que ha ocupado, que rehúye el combate de las ideas, porque al parecer no las tiene, torpe en el manejo de la palabra, aunque discípulo del rey Creso que convertía en oro todo lo que tocaba.
Desde el gobierno, como si fuera un manantial inagotable, fluyen millones y millones de pesos para emplearlos en una campaña con la cual se pretende apabullar la voluntad popular, que de eso se trata.
El gobierno ha llevado el debate de los grandes problemas nacional, y sus soluciones, al terreno de la demagogia empleando dinero del pueblo para engañar al propio pueblo.
Esa conducta permite pensar, y ojalá estar equivocado, que el gobierno empleará todos los recursos del poder para imponer su irrespeto a la voluntad popular, que comenzó con el aprovechamiento de la pandemia del coronavirus para jugar con plazos sumamente peligrosos, al objeto de facilitar que la celebración de las votaciones sea dificultada por el tiempo.
Se emplearán el miedo, las amenazas, todas las tácticas sucias para impedir el desarrollo normal de las votaciones.
También dificultar que, una vez el elector esté en las filas para registrarse en la mesa donde votará, pierda tiempo, esté incomodo, sea objeto de atropello físico o verbal por parte de autoridades armadas.
No hay que pensar que esta vez será diferente: el gobierno usará la fuerza armada para amedrentar, amenazar, de una y otra forma, a los electores situados en las filas a la espera de sufragar.
Todos los vehículos deberán estar al servicio de llevar los electores, esperarlos y recogerlos para devolverlos a su destino. En la vid, los pueblos y los hombres enfrentan diferentes situaciones: ahora estamos, de nuevo, ante el desafío de vergüenza contra dinero.
El día de la elección entre la corrupción y el desgobierno frente a la posición limpia, honesta y capaz estará al doblar de la esquina: Luis es el Candidato con mejor propuesta.