Asuntos de nacionalidad

<p>Asuntos de nacionalidad</p>

MARIEN ARISTY CAPITAN
Hace un par de días que Andrés cumplió siete añitos. Al celebrarlo, con un delicioso pastel de nata, sus padres le contaron lo divertida que hubiera sido su fiesta si aún vivieran en su pequeño pueblo, cerca de Santiago de los Caballeros, donde tiene más de veinte primos.

Para Andrés Santiago y la República Dominicana no significan demasiado todavía. Ha oído hablar de su país, ese que sus padres le dicen que debe amar, pero aún no lo siente suyo: jamás ha pisado esta tierra y, aunque disfruta como loco cuando en su casa hacen un sancocho, él apenas ha aprendido a conocer Madrid.

De Duarte y la Independencia Nacional sí sabe bastante. También de la bandera y lo que significa, a sus muy pocos años, ser inmigrante: su piel es más oscura que la de los demás de su clase y, por si fuera poco, es el único que no es de padres españoles.

Ser distinto nunca antes había sido un problema para él. En estos días, sin embargo, se ha tropezado con unos cuantos compañeros que le gastan bromas pesadas y le han dicho que no es español. El dice que no, que eso no es cierto, porque nació en la Madre Patria.

Fue al hablar con sus papás que el pequeño Andrés supo que ciertamente no es español. Al no ser de padres castizos, no le corresponde la nacionalidad. Tiene derecho a la residencia, eso sí, pero no puede ser español porque ninguno de sus padres lo es. Entender esto resultó muy difícil para él. ¿Cómo, si naces en un lugar, no eres de allí?, preguntó casi llorando ante la sorpresa de sus padres, quienes nunca pensaron que esta situación podría hacerle sentir mal.

Mencionar la Constitución y las leyes no sirvió de mucho. Andrés no sabe lo que es eso y contesta, indignado, que es español porque nació en España. Y punto. Nadie puede decirle lo contrario. La noche de aquella conversación Manuel y Teresa recordaron que hacía pocos días habían dado un programa en el que estaban discutiendo acerca de la pertinencia de cambiar las leyes para que los hijos de inmigrantes nacidos en suelo español pudieran tener acceso a la nacionalidad.

Alguien debió hablar de ello frente a Andrés, pensaron en ese instante, sin imaginarse que el niño se había enterado de su situación en el lugar menos pensado. Días más tarde supieron cuál era la raíz de su inquietud.

Era una tarde fría de invierno y Andrés llegó llorando del colegio. Un grupo de compañeros, con la picardía que caracteriza a los pequeños, lo había estado molestando. Incómodos, fueron a hablar con la profesora y le contaron lo que estaba sucediendo.

La profesora, apenada, habló con los niños dulcemente y les explicó lo mejor que pudo cuál era la situación de Andrés. Que no era español por cosas de las leyes, pero que había nacido allí y que eso lo hacía igual que ellos; que el tener otro pasaporte no lo hacía ni mejor ni peor, que no tiene nada de malo venir de otro país o tener padres que vengan de otro lugar; que todos tenían el mismo derecho… toda una charla en la que dejaba claro que los inmigrantes tenían que ser bien recibidos y tratados. A pesar de que ese día las bromas cesaron bastante, Andrés nunca se ha sentido igual. Con siete años, ya está estigmatizado a causa de unas leyes. Muchos se han enojado al conocer su historia. Todos aseguran que las leyes deben ser cambiadas y que los niños que nacen en suelo español tienen que gozar de la nacionalidad española.

Tras leer estas líneas, estoy segura de que la mayoría de los lectores estarán de acuerdo con que Andrés es español y merece la nacionalidad. Ahora, y tras cerrar los ojos, piensen que ese niño nació en la República Dominicana, se llama André, es color carbón y sus padres son haitianos. ¿Merecía él también la nacionalidad?

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