Los asuntos sociales son también históricos y culturales. Además, tienen piel, músculos y vísceras. Sociólogos y antropólogos pueden proceder como los anatomistas: examinar las partes externas del cuerpo humano o hacer la disección de los órganos internos. Las cuestiones colectivas presentan siempre una cara festiva que es más bien una “careta”, tras la cual puede ocultarse un avispero. Una cosa es lo que vemos sobre el tinglado de la puesta en escena y otra, muy distinta, lo que encontramos detrás de las bambalinas. El predominio político, los negocios internacionales, la delincuencia organizada, son tres actividades con rostros dobles propios de actores del teatro clásico.
Los hombres de esta época experimentan una impotencia triple. No pueden hacer gran cosa para defenderse de narcotraficantes y criminales. Estos grupos no sólo son poderosos económicamente; también disponen de avanzados artificios tecnológicos: armas, aparatos de comunicación y espionaje; a menudo cuentan con la complicidad de los jerarcas de las instituciones del orden público. Algunas ciudades de México están completamente dominadas por bandas criminales. Los asesinos a sueldo actúan en muchos países, donde los ciudadanos difícilmente obtienen la protección de la policía, de los fiscales o los jueces de los “tribunales de justicia”. Los “derechos del hombre y del ciudadano” han llegado a ser meros membretes retóricos.
La impotencia política, que antiguamente era una situación social creada por déspotas con la fuerza de las armas, ahora es un estado general sostenido legítimamente por los partidos políticos. El ciudadano no dispone de poder de revocación, ni de fiscalización o intervención, en las ejecutorias de los políticos y funcionarios que le gobiernan. En la mayoría de los países no existe una “Ley de Partidos Políticos”. Los escándalos por enriquecimiento ilícito aparecen en la prensa, pero nunca son “ventilados” en los tribunales.
La tercera impotencia es impotencia económica; poca cosa podemos hacer frente a los especuladores financieros para evitar ser víctimas de alguna “burbuja”, en el sistema hipotecario o en la banca general. Vivimos bajo la tiranía de “los mercados”. Las grandes empresas multinacionales controlan los negocios. Ya no se hacen esfuerzos legales contra el monopolio, como fueron la Ley Sherman, de 1890, o el Acto Clayton de 1914. Estamos amarrados con tres sogas. (2015).