Atahualpa Soñé – Cartas al director

Atahualpa Soñé – Cartas al director

[b]Señor director:[/b]

Cada año se pone de manifiesto un número más elevado de deserción familiar, al igual que la frecuencia y gravedad de delitos cometidos por niños y adolescentes. También han ido en aumento la frecuencia de suicidios a tempranas edades.

Un dato importante es que detrás de los actos delincuenciales, por lo general, existe un componente en la mayoría de los casos de retrasos escolares trastornos afectivos o ambos elementos a la vez.

Uno de los grandes problemas de mayor magnitud en los adolescentes es la frecuencia con la que los impulsos de autodestrucción se manifiestan, a través de formas de conductas que acarrean riesgos graves de accidentes, alcoholismo, abusos de drogas y suicidios. Todas estas formas de conductas poseen o arrastran un costo social sumamente elevado de orden económico, moral educacional e institucional.

Otro factor de gran peligro que no hemos mencionado, es el consumo o adición al cigarrillo, el cual aumenta a largo plazo el riesgo de contraer enfermedades graves entre las que destacan bronquitis pulmonar, cáncer en la vegija o en el pulmón.

Esto en contradicción, con la gran disminución del porcentaje de adulto que deja el cigarrillo, las campañas antita-báquicas que se desarrollan a todos los niveles, las cuales no han resultado del todo eficaces para la evitación de que los adolescentes no empiecen a fumar, ni para que dejen de hacerlo, cuando ya han iniciado.

No esperemos mucho de los adolescentes, ni nos hagamos ilusiones de que vayan a dejar de «probar» o «experimentar» con cigarrillos mientras logran procurárselos con facilidad y más aún cuando ven fumar a la mayoría de los adultos que le rodean. Sin embargo, la campaña antita-báquicas, deben ser mantenidas a fin de multiplicar los esfuerzos disuasivos.

La adolescencia es el período de transición entre la irresponsabilidad de la niñez y la aceptación más o menos forzada de las responsabilidades y las obligaciones de la edad adulta. Otras personas la definen como la «edad problema», la «edad rosa» etc.

En todas las culturas, la delimitación de la adolescencia está más o menos relacionada con las alteraciones fisiológicas que nos marcan el inicio de la pubertad y que en diversos grupos humanos, van acompañados de ritos más o menos impresionantes de iniciación de funciones sociales propias de los adultos. Ritos que subsisten fuera de las sociedades estables, en la que los años de la niñez se emplean en observaciones de los quehaceres reservados a los adultos, y en la preparación de su futuro desempeño.

En la mayoría de las culturas existen cambios de etapas de interinidad más o menos larga, durante la cual los púberes poseen estatutos ambiguos antes de asumir su condición de adulto socialmente reconocido.

Los países en dónde más tiempo tarda esa etapa de ambigüedad social de la adolescencia, son los más industrializados. La razón es que en las sociedades de gran complejidad tecnológica, las funciones profesionales del adulto son mucho más difíciles de aprender y de ejercer, que en grupos sociales más simples.

La rapidez de las actuales transformaciones sociales está inversamente considerada como factor de agravación de los problemas juveniles. Los cambios son consuntanciales con la historia de la humanidad, pero la rapidez con que se producen varían mucho de una época a otra, y es mucho más acentuando en las sociedades contemporánea. Cuánto más rápido se producen los cambios más difícil es asimilarlos, y en la historia de la humanidad se ha pasado de las grandes transformaciones causadas por la evolución natural de la especie en millones de años, a las acarreadas por la difusión de la agricultura a los largo de varios milenios y por la revolución industrial en apenas dos siglos para llegar por último a la extraordinaria plasticidad de las sociedades pos-industriales, en la que los cambios de todo se produce de una generación a otra.

En el ya extinguido siglo XX, los adelantos tecnológicos lograron gran importancia como factores desencadenantes de los cambios sociales. Bajo la constante presión de las transformaciones, las actitudes, y las formas de conducta de los individuos expresan cada vez más los modelos de socialización vigentes.

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