Atahualpa Soñé – Sistemas educativos

Atahualpa Soñé – Sistemas educativos

Dos son los polos que se vislumbran desde el primer momento de los sistemas educativos formales: centralizados unos en cuantos su concepción, manejo y control, y descentralizados otros, que reconocen por principio los derechos y deberes prioritarios de la sociedad sobre el quehacer educativo.

El intervencionismo ha ido surtiéndose de la ciencia y el saber como argumento determinante de sus acciones, lucha con gran profundidad de conciencia para ser autónoma, libre para dictarse sus propios senderos.

Las instituciones educativas, empresas humanas, han empezado a crear distancias conceptuales entre ellas las dedicadas a la producción, al comercio, al mercado lucrativo.

De aquellas, otras era la misión. Sintieron muy a fondo que era otro su destino empresarial, ni podían ser manejadas y conducidas, como la industria, en fuerza de la dispar naturaleza de ser producto: la ciencia y el saber, el espíritu, la educación.

En medio de un movimiento de acuerdos, causas, contradicciones, se ha ido dando forma a los sistemas educativos modernos. No han nacido prehechos y conformados. Han resultado ser la realidad dinámica de gestiones históricas y sociológicas, con rumbos y modalidades cada vez más formalizadas.

Mientras todo esto se produce, los estados y legislaciones, inadvertidos de la subsistencia de vías y procedimientos no-formales e informales que procedían del pasado, decretaban,con fundamento en los derechos humanos, acceso universal, si posible, a la educación sistematizada que fuera también posible, subsidiaba por el Estado; hurtándole la cantera a la sociedad de sus deberes y derechos primarios sobre la educación.

Percatémosnos, a propósito de lo citado, de que educación fue significando inserción en los sistemas educativos formales, y paso necesario bajo sus aleros institucionales.

La abigarrada complejidad de los hechos sociales y las voluntades y determinaciones libres de los individuos, pese a las intervenciones de oficio, fueron imprimiendo sus huellas digitales sobre los sistemas educativos.

Por los aspectos citados, la naturaleza de la educación, especialmente la formal, sobre la cual se trazaban filosofías, políticas y legislaciones, siempre difiere de los ideales elucubrados por cuantos grupos quisieron darle forma y conducirla a su maño.

Es que a despecho de normas y moldes apriorísticos, sobre la educación convergen todas las corrientes informales y no formales siempre tan efectivas o más si se quiere-como los recursos formalizados que intentan someterla, producirla o conducirla.

No se ha de negar la importancia de que legislaciones educativas existan, pero es innegable que por bien labradas que sean, y lo prescrito se exija y controle por medio de la burocracias abundantes, la educación sigue siendo en el conjunto de las actividades sociales, la más ilegislable, la menos aconductable.

Esto se hace mucho más tangible, si dichas normas se vierten sobre lo que el maestro ha de hacer y cómo hacerlo, y no sobre la persona, las actitudes y los actos de conciencia educativa que el maestro ejerce en las más variadas y continuas situaciones de la tarea diaria.

Aula y maestro, dijo alguno, es quizás el único espacio soberano que hoy existe, a donde las normas emanadas de epíreos ministeriales no llegan si el maestro, dueño y señor no les abre las puertas.

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