Debemos detener la telenovela de la corrupción, que es larga y es tediosa; ese culebrón que muchos quieren alejar del horizonte penal que les viene encima. Estemos claros, nadie puede alejar la impunidad, ni siquiera los que alardean de patriotismo, porque el ser patriota no concede bula para saltarse las barreras de la Constitución.

En esta nueva etapa que ha iniciado la República, se precisa por sobre todas las cosas evitar que de nuevo aflore el basurero y necesitamos que se exploren todas las zonas intimas culpables y fugitivas de los funcionarios que descendieron a las profundidades del estercolero. No es posible que todos los dominicanos tengamos que seguir compartiendo con la suciedad de unos pocos, que terminaron con su poder destruyendo aquellos que no se plegaron a sus usurpaciones. Tenemos que aprender a elegir entre la mentira y la verdad, no es posible que la sociedad de la hipocresía se siga imponiendo siempre. Ya es hora que la juventud se aleje con asco y sin piedad del basurero nacional, que los corruptores y los corruptos han diseñado para dominar este país. Tenemos que desmentir a Sartre cuando señalaba que el hambre es una pasión inútil, que nada va a cambiar, que recrecerá la injusticia, la mentira, la miseria, la corrupción. Los viejos tapices de la historia deberán ser derribados y prevalecer la honradez, la moral, el sacrificio y la justicia.

Esta generación que representa la nueva sociedad dominicana que ha de llegar al poder, los jóvenes tienen que triunfar sobre el basurero. Esta vez, pensamos, los ideales de la oposición de ayer, no es posible que se pudran al verse instalados en el poder, tendrán que hacer valer sus principios morales sobre la rapiña, la mentira y la opresión. Sabemos que todo el mundo hace trampa, pero esta vez las trampas del azar deberán ser destruidas y la selva en que vivimos despejada. Ya no podrá haber sinvergüenzas. La hora de la moralidad llegó. Como señaló el Santo Padre, la “incorruptibilidad es básica para que el gobierno democrático tenga la adhesión y el respeto de los ciudadanos.