Ataque injustificado

Ataque injustificado

PEDRO GIL ITURBIDES.
Escrito estaba nuestro artículo «Flaco servicio al país», cuando resultó objeto de absurdo ataque en Puerto Príncipe, el Presidente dominicano, doctor Leonel Fernández. El mandatario dominicano se hallaba junto a las más altas autoridades políticas de Haití en el frontispicio de la casa de gobierno cuando se presentó la turba. ¿Qué explicación lógica puede encontrarse para este suceso? Ninguna. Y ello es preocupante, por el espacio que abre a las cavilaciones de las mentes calenturientas.

Desde hace años se busca despertar latentes pasiones que provienen del ayer. Se han encomendado esa tarea aquellos que buscan que mudemos a Haití para el este de la isla. La lista de los que se encuentran envueltos en ese afán es larga, e incluye técnicos de organismos internacionales, y asociaciones esnobistas del país. En la lista de los que integran estas últimas se encuentran los descendientes emocionales de cuantos escribieron a Juan Pedro Boyer para que invadiera el este en 1821.

Estos últimos han servido como repetidores de quienes entienden que esclavizamos a los inmigrantes haitianos. Debieron dedicar los recursos que perciben y las pasiones que cultivan a defender a los dominicanos que son perseguidos como ratas en factorías del exterior. Pero este laborioso quehacer es demasiado altruista para ellos. Prefieren acudir a la infamia para contribuir a despertar rencores que se habían dormido.

Por ello los sucesos de Puerto Príncipe contra el Presidente de la República Dominicana. Tienen razón quienes esgrimen la extemporaneidad de la visita. Después de las reyertas puramente personales ocurridas aquí, que han servido a los antidominicanos para enardecer los odios latentes, la visita debió posponerse. Pero su realización muestra, justamente, el generoso sentir de un pueblo que hace tiempo sepultó diferencias nacionalistas. De hecho, nadie como las personas que han ejercido la Primera Magistratura de la Nación Dominicana en estos años, han sido mejores voceros de Haití en cónclaves multilaterales.

Y es que la isla de Santo Domingo, dividida, es una realidad que no se supera con actos de prestidigitación. Nosotros nos encontramos al este en dos tercios de la isla, y los haitianos al oeste en el otro tercio. Ello no puede obviarse por mucho que los más desaforados lo anhelen. En consecuencia, ante una realidad irreversible, es prudente que nosotros los ayudemos a prosperar.

Pero no todos pensamos de este modo. Se encuentran esos descendientes emocionales de quienes escribieron a Boyer, que no entienden qué hacemos los dominicanos al este de la isla. ¿Por qué no nos vamos en yola para Puerto Rico, y dejamos todo esto a Haití? Y ese enfermizo pensamiento los domina e impulsa, como para incitar pasiones que desembocan con facilidad en agresiones diversas. Unas a este lado contra nativos de Haití que conviven con nosotros. Otras, como este inexplicable suceso a las puertas de la casa de gobierno en Puerto Príncipe.

Desde todo punto de vista injustificado, ese ataque verbal que pretendió ser físico, debe llevar a la reflexión a la Organización de las Naciones Unidas. Porque es evidente que el Haití que han ocupado no está maduro para los procesos que se proyectan. Pero esa misma organización multilateral debe explicar qué ha hecho para que ese proceso se logre.

Apenas salido el Presidente Fernández del territorio de nuestro vecino insular, han abandonado las aulas los docentes de escuelas publicas. El argumento esgrimido no puede ser más acusatorio contra el organismo multilateral. Falta de recursos. Y desde este rincón al este de la isla, nos preguntamos, ¿qué hacen, haitianos y técnicos de Naciones Unidas, con los fondos de las ayudas?

Porque es evidente que no ha servido ese dinero para lograr que se asienten las pasiones y se logre seguridad. Pero tampoco está contribuyendo a mejorar las condiciones de los servicios en una nación en la que los políticos locales han dilapidado y sustraido, lo que ese pueblo ha trabajado. ¿Qué han hecho, y qué hacen en Haití las Naciones Unidas, a cuya sombra ocurrió este hecho incalificable e injustificado?

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