Ateísmo y agnosticismo “judeocristianos”

Ateísmo y agnosticismo “judeocristianos”

El problema con el ateísmo y el agnosticismo es su absoluta carencia de objetivos y rumbos programáticos, a diferencia de otras visiones filosóficas.

No así la filosofía social de Carlos Marx, como tampoco las filosofías de contemplación y amor a la naturaleza que han propuesto diversos pensadores.

Marx y Espinoza, al ser hijos de judíos en épocas en que serlo era causa de ser obstaculizados o perseguidos, crecieron en hogares en los que el amor y el temor de Dios, y aprendieron sobre el cuidado amoroso del prójimo y de todo lo creado por su Dios.

Similarmente, muchos de los incrédulos de nuestros días, han sido herederos de valiosísimas tradiciones y costumbres judeocristianas; incluyendo, por supuesto, el amor al prójimo, a la naturaleza y al universo.

Es justo recordar la gran cantidad de testimonios que nos provee la historia respecto a tantísimas barbaridades cometidas (no por los bárbaros) sino por judíos y por cristianos, incluso, atrocidades de los unos contra los otros.

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Pero ni en el plano colectivo ni en el individual es correcto hablar de bonhomía, ni pensar siquiera en la posibilidad de que ni ellos ni nosotros podamos ser los unos mejores que los otros. Pero sí debe entenderse, no obstante, que de la no creencia en Dios no puede derivarse un propósito alguno, ni siquiera un saber o sentir colectivo de alguna valía.

La idea del ateísmo puede ser atractiva en el plano individual. De hecho, el ateísmo de Marx atrajo a muchas personas oprimidas por sistemas políticos liderados por supuestos cristianos, de entre los cuales, seguramente, muy pocos pensaban en Jesucristo cuando han explotado a sus semejantes.

Aunque la doctrina cristiana, como sabemos, se ha usado muchas veces para justificar enormes injusticias, resulta muy improbable que de una “no creencia” pueda derivarse un consenso ni un compromiso a favor del prójimo ni de proyecto alguno. Hasta ese amor espontáneo que muchos sentimos por los niños desamparados de África, es el resultado de una tradición cultural tipo cristiana de alguna especie.

El pensamiento marxista sirvió oportunamente como soporte ideacional de un gran movimiento de liberación universal. Pero es conveniente precisar, que tanto el pensamiento de Marx como el de los socialistas de todo lugar y época se nutrieron emocional e intelectualmente de la doctrina de Cristo, posiblemente esperando, como acaso hubiese dicho Marx, que se dieran “las condiciones objetivas” para que todo ello tomase forma y expresión en una sociedad y época determinadas.

Por tanto, creemos oportuno denunciar el ateísmo y el agnosticismo actuales como simples modas, como comportamientos individuales casuales y aleatorios; completamente inconducentes, excepto, quizás, para individuos que ya tienen la mayoría de sus problemas resueltos. Y que, lamentablemente, no producen cohesión social, pues carecen de propósitos colectivos; más bien exponen a sus seguidores a ser engañados por su propia ignorancia, manipulados por una cultura tecno-capitalista capaz de borrar todos los principios en que se ha basado hasta hoy la convivencia humana.

Capaz, además, de llevarse de paso lo único por lo cual la vida merece vivirse: El amor.