Atención a lo que pasa en Haití

Atención a lo que pasa en Haití

Haití no es lo mismo que Irak, donde dentro de pocos días las tropas de ocupación van a cumplir un año. Estados Unidos ni siquiera estará pensando en desembarcar tropas en el vecino estado, en caso de que la situación allí siga de mal en peor.

Contrario a 7 u 8 años atrás, el presidente Aristide no constituye una ficha para preservar en el poder, aún a pesar de que la oposición a su régimen experimenta un fuerte crecimiento y apoyo popular.

Aristide ya no goza de las simpatías de Washington, donde en materia de política internacional los objetivos están bien claros de qué es lo que persiguen los Estados Unidos. Luego de dos semanas de que las cosas en Haití hayan adquirido un matiz peligroso, la administración Bush apenas se ha limitado, de manera muy tímida, a condenar los hechos en la paupérrima nación, y señalando a través de uno de sus voceros que la salida de Aristide del poder podría ser una solución a los problemas.

El recrudecimiento de la violencia en el vecino estado debe preocupar a las autoridades dominicanas. Hay suficientes motivos para ello.

La frontera domínico haitiana se caracteriza por su condición de ser altamente vulnerable. Es decir, el tráfico de indocumentados a través de la línea divisoria es una cotidianidad. Por más controles que digan las autoridades militares tienen sobre los más de 390 kilómetros de frontera, pasar por allí sin los documentos correspondientes se ha convertido en más que una rutina.

Un Haití cada vez más peligroso y hambriento convierte a República Dominicana en el lugar ideal para que miles de haitianos enfilen sus pasos hacia este lado de la frontera. Tal parece que no tienen otra opción. Una guerra civil en la patria de Toussaint y Dessalines pondría a la parte Este de la isla en una incómoda situación ante la estampida de personas que trate de alcanzar este lado de la frontera.

Es por eso que se impone, por ahora, el cierre total de la frontera entre ambos países.

Ante tal eventualidad, los organismos internacionales deben acudir sin pérdida de tiempo a Haití, donde falta todo. Una guerra civil en la vecina nación traería serias consecuencias para su población, una de las más atrasadas del mundo en términos económicos, con una alta tasa de mortalidad infantil, bajos niveles de salubridad y una elevada tasa de analfabetismo.

Pero República Dominicana no puede cargar con ese lastre, pues demasiado ha tenido ya con una masiva presencia haitiana desde antaño. Solo hay que ver que en los lugares más alejados de la frontera, como Higüey, Nagua, Samaná y sus alrededores la presencia haitiana se ha multiplicado con el paso de los años.

La solidaridad con nuestros vecinos no puede convertirse en una entrega sigilosa y paulatina de la soberanía nacional. ¡Cuidado con eso!

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