Atención a voces que cobran vigor

Atención a voces que cobran vigor

Tan significativo resultan por sus grosores los actos de protestas nacidos en la Plaza de la Bandera -de notable perfil juvenil, pero no excluyente- como por el respaldo y respeto que inspiran a diferentes círculos y sectores sociales. Se les reconoce como grito de rebeldía espontáneo que en sus formalidad se distancia de encasillamientos partidarios aunque algún improvisado orador cause una impresión diferente en medio de la confusión. Los manifestantes de pancartas en ristre y consignas en los labios surgen para dar voz a la gente común, no solo a chicos de aparente confort etiquetados a la ligera de omisos y demasiado ocupados en los ardores de su etapa existencial; y no solo a los aplaudidos exponentes de la música y el canto.

Tiende a caer la supremacía de tribunas políticas y gubernamentales dadas a imponer fórmulas al destino nacional y ceñir agendas a sus criterios dictando prioridades pocas veces las mejores. ¡Aquí estamos!, ha dicho ese público enfático y ordenado opuesto a ejes centrales, dolido de cansancios y detonado por la irritación que causan los guiones partidarios infructuosos con olor a oportunismos y de clichés que perdieron elocuencia y que los dominicanos suelen asociar a ventajas personales. Los vientos a favor les llegan incluso desde los litorales que más resultan blanco de sus sonoras críticas. ¡Curioso eh! El hartazgo de la sociedad estrena forma de expresarse con arterias más oxigenadas.

Desmesura de un mal social

El déficit habitacional de ribetes alarmantes es de mucha visibilidad desde las «atalayas» tan particulares que aporta la modernidad. Para presenciar con abundancia de detalles las más conspicuas aglomeraciones de viviendas precarias y en desorden del Gran Santo Domingo basta con treparse al puente del Metro, rumbo a la zona oriental, y a las cabinas del teleférico. Es como volar sobre paisajes, hasta donde alcanza la vista, formados por muy diversas formas de malos techos.
Es esta una demosración de lo poco que el Estado ha hecho por rescatar de la marginación a decenas de miles de familias asentadas entre las frágiles paredes levantadas sin ingeniería y sin materiales apropiados, separadas a veces por angostos derroteros poco transitables hasta llegar a ríos muy contaminados. Algo más de lo que falta por hacer.

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