Atención, ¡alerta roja!

Atención, ¡alerta roja!

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Nadie en este país puede dudar de la honradez del doctor Leonel Fernández. Ahora, como Presidente de la República yo, personalmente, no dudo de la honradez del doctor Fernández, pero no pasa lo mismo con algunas de las personas que lo rodean. Es más, hasta creo que el Presidente Fernández tiene su PPH, pequeño, pero PPH al fin y al cabo, aunque él no lo sepa.

El título de este artículo tiene como objeto alertar al Presidente de la República. Alertarlo de cosas que están pasando, aunque él esté consciente de una de ellas.

Hay tres de esas cosas que, de llevarse a cabo, podrían “llevarse de encuentro” tanto al PLD como al propio Fernández.

Esas tres cosas son; la famosa isla artificial, asunto que increíblemente ha llegado hasta el Congreso Nacional sin que el Presidente de la República se haya dado cuenta, según se dice: el más famoso aún parque de Santiago, cuyo costo se ha estimado en RD$500.00 millones. El “contrato” para esta obra, que no tiene nada de prioritaria, se concedió a la muy conocida decoradora Margarita Gómez, la misma que desató un escándalo cuando decoró las oficinas de la Suprema Corte de Justicia, a un costo de muchos millones de pesos, suficientes para retirarse a vivir como lo que es, ¡una millonaria!. Y que ahora le aprueben 500 millones de pesos para comprar “dodocarpios” (o como sea que se llamen esos árboles), palmas reales, etc., cuando los hospitales necesitan ser abastecidos continuamente, es una barbaridad. Y, por último el famoso metro, no de Diandino Peña, sino de Leonel Fernández quien, a mi juicio, quizás piense en dejarle al país una gran obra, muy superior a los túneles y elevados que construyó en su anterior mandato.

El tren subterráneo se inició hace muchos meses, sin que el Congreso Nacional aprobara ningún contrato, préstamo o lo que fuera para llevar a cabo esa obra, cosa que acaba de hacer recientemente. El problema es que ese metro no estará listo para el 2008, como se pretende, y todo aquel que conozca los metros de ciudades como Caracas y Ciudad de México, saben por qué digo esto.

A todo esto añádale los precios de los combustibles, siempre en alza, especialmente el del gas licuado de petróleo, que no solamente usan las mujeres de los barrios empobrecidos de todo el país, sino que es el combustible que utilizan todos, y dije TODOS, los carros del concho de todo el país.

Sobre el GLP, el asunto no es que se le quite el subsidio o se le deje, sino que las alzas son prácticamente semanales, llegando ya casi a los RD$50.00 el galón.

O sea, que el día que el GLP se ponga fuera del alcance de los choferes del “concho”, de los autobuses interurbanos, etc., el país sufrirá una peligrosísima paralización, porque los usuarios de esos transportes no podrán pagar el pasaje, que será indudablemente aumentado. Y cuando hablo de paralización del país, me refiero que fábricas, oficinas públicas y privadas, servicios domésticos, etc., permanecerán fuera de sus trabajos por no poder pagar el aumento que lógicamente se producirá en el costo del pasaje. 

El Presidente Fernández tiene ante sí un futuro dudoso, políticamente hablando, y mucho más cuando acabo de enterarme de que tiene en sus planes otros dos viajes al extranjero, viajes que le salen carísimos al país, no importa del punto desde que se les mire.

Este es el momento de hacer cosas grandes en beneficio del país. La construcción del metro tiene que seguir, pues de lo contrario esta capital se quedaría llena de zanjas, hoyos, etc., que harían difícil, cuando no peligroso, el tránsito. Pero hay muchas cosas que sí son fáciles de eliminar, planes de obras innecesarios, cosas como entregar a una empresa privada los cobros de deudas que tienen mucha gente y muchas empresas privadas con el Gobierno, y que están desde hace tiempo llenando los bolsillos de ciertos “camajanes” conocidos por todos.

Ya lo sabe el Señor Presidente. El país lo necesita los 365 días del año. Gobierne como todo el mundo espere y ponga “en su puesto” a los que lo tienen actualmente en una especie de cuerda floja de la que podría caerse en cualquier momento. Y eso no lo podría soportar el país, en el estado en que se encuentra.

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