Atendamos nuestras necesidades

Atendamos nuestras necesidades

Quizás sea necio recordar que este, el nuestro, es un país de necesidades primarias. Pero es tanta la grandilocuencia de los políticos, es tan amplio su espíritu post moderno, es tan altisonante su visión globalizante, es tanto su deseo de transformar esta nación en un santiamén y convertirla en una urbe desarrollada, post moderna y virtual, que uno se asusta y teme que las cosas elementales de la vida se dejen de lado y no se tomen en cuenta.

Por supuesto, estos temas de la post modernidad, de la globalización, de lo virtual y del camino hacia el gran desarrollo, son agradables, profundos, entretenidos y permiten unos razonamientos entretenidos y enrevesados y, además, adentrarse a una nueva lógica y a una nueva retórica.

Pero nada más, por el momento. Por lo menos aquí, donde las necesidades elementales, las minimamente necesarias para mantener la vida, para sostener el hálito, para exhibir cierta higiene y para mascullar algunas palabras, se nos hacen lejanas y pesadas, se nos hacen difíciles de alcanzar.

Mucha gente dirá que esta afirmación es una exageración, una hipérbole, una manera bizca de mirar la realidad dominicana. Y puede que lo sea. Admito que hay dos o tres países, dos o tres naciones, dos o tres conglomerados. Uno, integrado por el famoso decil que concentra los ingresos; otro, el país de las clases medias que se parten el alma para tener lo que tienen, la mayoría de las veces sin poder disfrutarlo, y el de los pobres de solemnidad.

La mayoría está en el clasemedismo y los pobres y los indigentes. Mayoría absoluta, aplastante, cercana a la totalidad de la nación.

Las políticas públicas de este país tienen que estar centradas, necesariamente, en esa gente que es mayoría pero que no está en condiciones de disfrutar de los bienes que ahora llaman de la post modernidad. Esta gente nuestra, la mayoría, es premoderna. Es gente de arroz, habichuelas, carnes, agua potable, oportunidades de trabajo, escuela para sus hijos, hospitales para cuando enferman, asfalto para las calles de sus barriadas, viviendas y libros y cuadernos para los escolares.

La República Dominicana tiene que caminar hacia la globalización, hacia la post modernidad, hacia el mundo virtual, pero a partir de su realidad, de una realidad que no puede soslayar, que seguirá detrás de cualquier administración como la sombra sigue al cuerpo. Incluso más: esta realidad tan crítica y tan propia de tiempos pasados es, hoy por hoy, un verdadero obstáculo para acceder a esos sueños grandiosos y grandilocuentes.

El panorama dominicano de pobreza, desempleo, pobre cobertura escolar, baja escolaridad (cuarto curso promedio), servicio energético deficiente, mala situación económica de la familia, indigencia, servicio médico deficiente o inexistente, falta de agua potable, hacinamiento urbano, falta de viviendas o viviendas en mal estado, etcétera, es una realidad vieja, de muchos años. Es cierto, pero en los últimos años este cuadro se ha profundizado como consecuencia de las políticas públicas equivocadas.

El gobierno que quiera ser exitoso, incluso para mantenerse en el poder durante varios períodos; el gobierno que quiera poner al país en condiciones de acceder al progreso envuelto en la post modernidad, la globalización y la magia digital o virtual, tiene que encarar esta cuestión. Y hacerlo con seriedad, con políticas innovadoras y con sentido integral. Atendamos, pues, nuestras pequeñas pero urgentes y reales necesidades cotidianas.

De lo contrario, nos convertiremos en el hazmerreír de los demás. Se nos dirá que queremos asistir a la gala real sin tener el atuendo adecuado.

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